Mi Comunidad

DIOS TE HABLA

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 María Jesús Upegui, mujer sencilla, de fe inquebrantable,
 vio en los pobres el rostro de Jesús
Pbro. Alexander  Botero.
 
 
La Madre Olga Pérez Areiza
se dirige a todas las religiosas Siervas del Santísimo y de la Caridad
 



 

ALABADO SEA EL SANTÍSIMO

Por el carisma de la Congregación Siervas del Santísimo y de la Cardad, nos mueve la esperanza en un futuro mejor. Buscar
espacios para lograr la armonía y la paz; el servicio y la ayuda mutua y fomentar en nuestros campos de misión el amor fraterno.
Cristo, es nuestra única fuente de paz; todos ansiamos la paz; pero con frecuencia se busca la paz de donde ella no está. Una gran mayoría además, tiene un concepto muy equivocado de la paz verdadera. La paz en la Santa Biblia no se limita no se limita al concepto  helénico de tranquilidad y reposo sino que se refiere a bienestar, felicidad. Sobre todo la paz Bíblica se nos presenta como la abundancia de bienes o las gracias que había de traer al mundo el Mesías
 Los profetas nos hablan bajo un lenguaje metafórico, nos hacen intuir la era feliz que vendría sobre la tierra a  la venida del Mesías. El príncipe de la paz. (Is  9,5-6) esa paz nos la mereció  derramando toda su sangre con la que llevó a cabo su redención. La gracia se vierte en nuestra alma y establece en nosotros la paz con Dios y con nuestros hermanos.
 
Durante su permanencia en la tierra no hizo sino procurar y traer la paz a los hombres, cunado dijo no traigo la paz sino la guerra, se refiere a la guerra contra el  mal, contra el pecado, contra todo lo que nos roba la paz en el corazón; esa guerra que trae como fruto la verdadera paz.
 Él desea  que vayamos por el mundo anunciando la paz, la comprensión, la acogida, el verdadero amor. Este fue el encargo a los setenta y dos discípulos a predicar el Evangelio. La Iglesia nos invita a celebrar la semana por la paz. Hagamos de esta semana un verdadero compromiso de oración, permanezcamos a los pies de Jesús Sacramentado, especialmente encendamos una luz el 2 de octubre para que el Señor nos regale el don de la paz a todos los colombianos y haya un verdadero desarme de Espíritu y de corazones.
San Juan Pablo II en su histórica visita a Colombia hace 30 años, supo leer nuestra realidad y supo ofrecer una respuesta coherente, clara, decidida, sabia: "tenéis también  el mayor tesoro, la mayor riqueza que puede  tener un pueblo: "los sólidos valores cristianos arraigados en nuestro pueblo y en vosotros mismos, que es preciso reavivar , rescatar y tutelar. Valores profundos de respeto a la vida, al hombre, de generosidad y solidaridad, capacidad de diálogo y búsqueda activa del bien común".
Es nuestra tarea participar y orar decididamente por construir la unidad de Colombia desde su propio ámbito, que constituye su esencia. Seamos sembradoras de paz, de reconciliación, de perdón, de alegría en nuestros ambientes. El compromiso es la oración por la unidad de todos los colombianos, por construir un país, donde todos  podamos formarnos en una atmósfera limpia, en la que Colombia iluminada por el Evangelio pueda brillar en todo su esplendor.
Con María Madre fiel del Príncipe de la Paz, nos alcance la paz que es unidad de justicia, reconciliación y esperanza.
 "A ser posible en cuanto de vosotros depende, tened paz con todos" (Rm. 12,18)
  Fraternalmente
 Hna. Olga Elena Pérez Areiza
Superiora General de la
Congregación Siervas del Santísimo
y de la Caridad
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 CARACTERISTICAS   HUMANAS 

El Papa Francisco
ORAR NO ES PERDER EL TIEMPO
 
 

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PARA EL DIÁLOGO FRATERNO
Actitud de escucha y comprensión

 
Antonio Gracia. Pasionista

 
Introducción

 
Si pretendemos de verdad disfrutar del El Don de la Fraternidad, en vivo y en directo, creo que la primera característica a meditar el la actitud de la escucha y comprensión. En esas dos palabras conjuntadas encontramos una postura y una proyección humana fundamental para el convivir fraterno. Y "aunque ustedes ya viven así, sigan haciendo progresos" (1 Ts 4,1)

 
Este coloquio pretende bajar al escenario de la confraternidad y reflexionarla bajo esa doble actitud.

 
Reflexión

 
¿Qué entiendo por actitud?

 
Con esta palabra, pretendo definir un estilo de comportamiento,. No se trata sólo de escuchar y de comprender esporádicamente, de paso y de prisa, sin dar categoría a la persona con quien se dialoga o se comparte, en un momento determinado, en la comunidad. Se trata, por el contrario, de lograr una aquiescencia interior y humana ante la persona que nos habla.

 
La actitud define un comportamiento; es indicativa de una conducta observada y vivida. La actitud de escucha y comprensión exige cercanía y confidencialidad; requiere un detenimiento advertido al lado del otro. Es como un estacionamiento interior abierto y revelado con la postura del cuerpo ante la persona con quien se comparte el camino.

 
Creo que, arrastrados por la prisa, por los trabajos, por los problemas, por mil diversas causas, a veces descuidamos esta actitud fundamental para el Don de la Fraternidad. Casi no nos advertimos. No nos detenemos con afabilidad. Por eso la oportunidad de este coloquio, nos regala el tiempo de poder resaltar que la actitud de escucha y comprensión son exigencia fundamente para afianzar el diálogo y avivar la comunión fraterna.

 
Escuchar y comprender

 
Bajamos a las dos palabras que definen nuestro compartir ahora.  No sé por qué las he conjuntado; pero ya están ahí y con ellas camino.

 
La primera palabra pronunciada es escuchar.  Ustedes saben muy bien que escuchar es percibir del otro su emisión  verbal y, también, su emisión no verbal; es prestar atención cordial al contenido  de las palabras y a la emoción que encierra; es centrarse de verdad en la persona en el momento en que habla. Muy bien sabemos que escuchar es bastante más exigente que oír. Con demasiada frecuencia en la vida fraterna nos oímos pero no nos escuchamos.

 
La segunda palabra es comprender. Así mismo ustedes son conscientes, desde el primer momento, que comprender es más sutil que entender. Porque podemos entendernos y no comprendernos. Comprender implica situarse dentro de la persona que habla;  sintonizar con sus sentimientos y valorarlos desde el punto de vista del que habla. La comprensión no mediatiza a la persona escuchada. La percibe en su realidad concreta e inmediata.

 
Si, cuando escuchamos, nos ubicamos retrospectivamente en la imagen interior que tenemos de la persona que habla, resultará imposible comprenderla en ese momento.  Sin querer- o queriendo- la mantendremos mediatizada por la imagen archivada. Esta realidad deteriora la actitud de comprensión en nuestras fraternidades. ¡Cuántas memorias o radiografías del pasado crucifican la cercanía del presente!

 
¿A quién tengo que escuchar y comprender?

La realidad de vivir en comunidad nos concentra de nuevo ante la pregunta: A quién tengo que escuchar y comprender? Sencillamente a quien habla y en el momento en que habla. La actitud de escucha exige ser actualizada y personalizada, primero porque la persona que habla es única en esa expresión precisa;  y segundo, porque ese momento puede ser muy importante para su vida y el retraso en la escucha desvanecería la comprensión.

 
Estas afirmaciones parecerán simples y elementales, pero son fundamentales. Y por experiencia personal, confirmo que son difíciles de cumplir porque tenemos, por otra parte, gran tendencia a escuchar con reminiscencias del pasado, como dije hace un momento. Sin querer tenemos demasiadas imágenes interiorizadas que entorpecen la libertad interior en el momento de escucha. ¡La experiencia enseña caminos!.

 
Por tanto debemos dominar toda perturbación que impida percibir a la persona y comprender el contenido de sus palabras y de sus frases. Hemos de avivar la atención sobre lo que dice y sobre lo que quiere decir, ; escuchar lo que no se atreve a decir por miedo y también, lo que dice de más por nerviosismo o agresividad. Hay que percibir y comprender con mucha delicadeza la emoción subyacente y revelada en el tono de la voz, en los tics nerviosos, en las lágrimas...

 
La auténtica escucha y comprensión se da, de verdad, cuando  logramos percibir en la persona esta emoción subyacente.

 
¿Qué nos exige escuchar y comprender?

 
Esta es una pregunta de sintonía. Cuando cualquiera de nosotros, sentado junto a un arroyo quiere percibir su fluidez, se concentra en su límpido bajar sorteando piedrecillas y prescinde de otos rumores, acaso más bellos, pero que no fluyen del arroyo. Hay que situarse para sintonizar.

 
Escuchar de verdad nos exige por lo tanto:
 
Estar atentos a la persona. Observar su cuerpo y su palabra para llegar a comprender todas las emisiones de su presencia. Cada palabra o gesto es un borbotón de agua viva que brota de un manantial interior.
 
Centrarnos sobre el mundo real y emotivo del otro, para descubrir cómo ve lo que vive y cómo vive lo que ve. Cada persona tiene un murmullo personal, profundo y único y exige una cercanía muy personalizada para percibirlo.
 
Ser libres de toda pasión perturbadora, tanto si es pasión de odio desde donde todo se ve negativos, como si es pasión de amor desmedido desde donde todo se ve maravilloso y positivo. Las perturbaciones de la mente no permiten percibir el murmullo real del corazón cercano.
 
Ser honestos con nosotros mismos; preguntando si no entendemos o comunicando  congruentemente  nuestra realidad en ese momento Hay emisiones del corazón que requieren compases de espera para ser comprendidas, analizadas y disfrutadas.
 
Ser humanos. Tener un corazón inclinado, reverente y objetivamente admirativo. Para escuchar y comprender es realmente fundamental ser humanos. ¡Muy humanos! Dar sentido a la persona, requiere inclinación auténtica ante la persona. Si el "Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros (Jn 1,14) para escucharnos y comprendernos, ¿qué nos toca a nosotros?
 
Cómo dar a entender que escuchamos y comprendemos?

Con diversas preguntas vamos hilvanando poco a poco la madeja de este coloquio. Espero no ser fastidioso a pesar de mis reiteraciones.

Nuestra mejor manera de dar a entender que estamos escuchando y comprendiendo es, a través de una presencia activa, a través de diversos signos externos. Como por ejemplo: con la inclinación del cuerpo, con la mirada atenta, con gestos indicadores de seguimiento; con reformulaciones oportunas y cordinales: unas veces revelando en eco nuestra percepción y otras, ayudando al hermano a precisar el sentimiento que vive y comparte.

Es muy importante que a través de la comunicación de mi comprensión, le demuestre a mi hermano que lo percibo a él, ahora y aquí, y que lo advierto en su intención para que él se sienta asegurado en ese momento.  ¡Qué bella y necesaria es la cercanía en la fraternidad!.

Al dar a entender que escuchamos y comprendemos,  crea y recrea el Don de la Fraternidad, resucita la alegría de vivir e ilumina el camino de la consagración por encrespada que sea la montaña.
 

¿Cómo doy a entender que no escucho ni comprendo?

 Demos vuelta a la página y apoyemos nuestra conversación en las mismas expresiones anteriores, pero pronunciadas en negativo. En un coloquio de tanta importancia para el Don de la Fraternidad, hay oportunidad para toda clase de preguntas.

 
La manera más indicativa de que no escucho la ofrezco, primeramente, a través de mi presencia. Bien sea con la posición del cuerpo, bien sea con la mirada o con los gestos. Hay mil modos de expresar físicamente indiferencia, desinterés, desatención a lo que me están diciendo. Un simple bostezo puede matar la comunicación. Así de sencillo y de vulgar.

 Igualmente puedo dar a entender que no escucho ni comprendo, a través de la comunicación, cuando en mis intervenciones, revelo que no sintonizo;  cuando mi comunicación se aparte notablemente del sentir del hermano; cuando disminuyo en contenido de sus manifestaciones; cuando sustraigo emoción a su palabra o cuando reformulo a medias sus sentimientos.

No sé si lo que coloquio con ustedes es de valor psicológico o no. Pero sí sé que en la vida fraterna se viven mil realidades indicativas de falta de escucha y de comprensión. Resulta difícil tener un oído en la novela de la televisión y otro en el hermano que me habla de un problema. O cierro la televisión o dejo de percibir a mi hermano; o apago el celular interior o mal escucho a quien está a mi lado.

Es triste para mí recordar un testimonio tan corto y doloroso como el que encierra esta frase de una hermana anciana y ya difunta. "En casa todos nos portamos bien, pero no nos comprendemos en casi nada".

Efectos de la escucha y comprensión

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El respeto mutuo y la acogida

Autenticidad y transparencia


 
LA HUMILDAD

 


BENDITO SEAS MI SEÑOR
Carta Encíclica 
Papa Francisco



 

 

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CUIDEMOS 
NUESTRA CASA COMÚN


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NADA TE TURBE NADA TE ESPANTA

 
QUIEN A DIOS TIENE 
NADA LE FALTA



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"YO SOY LA VID Y USTEDES LOS SARMIENTOS,
EL QUE PERMANECE EN MÍ Y YO EN ÉL, ESE DARÁ MUCHO FRUTO, PORQUE SEPARADOS DE MÍ NO PUEDEN HACER NADA"

 

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El sueño de Dios Padre con cada una de sus creaturas, es justamente que nos adhiramos al Creador, que alcancemos la plenitud en el amor, la que sólo es posible estando unidas a Él como el sarmiento está unido a la vid. El Señor en su infinito amor nos ha creado para estar con Él, para permanecer en su amor, ese ha sido el objeto de la elección que Dios ha hecho de cada uno de nosotros sus hijos.

 
La vida consagrada tiene como finalidad la perfección en el amor: Jesús nos ha elegido a cada una de nosotras Siervas del Santísimo y de la Caridad, para estar con Él en una adhesión plena "el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Jn 6,56). La Eucaristía nos hace posible alcanzar esa plenitud en el amor, ella,  nos conduce a vivir nuestro desposorio con Jesucristo; diariamente Jesús viene a renovar su inhabitación en nuestra alma, mediante la recepción Eucarística y hace de Ella un sagrario, "tálamo nupcial" donde nos encontramos cada día con Cristo nuestro amado esposo, en una relación de verdadera intimidad.

 
Cada vez que comulgamos, Jesús se funde en nuestro ser, se hace uno con nosotras sus esposas, y así,  los dos, llegamos a formar una sola carne, mediante la divinidad que él nos da por la Eucaristía., en Ella Él se dona.. Por este maravilloso misterio eucarístico, el Señor entra en nuestra nada, en nuestra pequeñez para hacernos sus esposas.

 
Leemos bellamente el libro de espiritualidad Upeguiana  haciendo alusión a la Madre María Jesús: "Ella se dejaba sorprender en cada celebración por las palabras de Cristo "esto es mi cuerpo", este es el cáliz de mi sangre". Para María Jesús Upegui, la Eucaristía era el objeto de sus contentos y deseos; ella vivió en una unión íntima con el Señor, así como el sarmiento está unido a la vid, por eso, le buscaba en la cotidianidad de sus días y los amaneceres la encontraban postrada ante el amor de sus amores en un silencio que daba plenitud su corazón.

 
Desde la primera comunión, la Madre María Jesús se unió a la divina Eucaristía en una sola carne, unión que jamás se disolvió. El espíritu que la habitaba la unía cada día más a él hasta que alcanzó la madurez en el amor, un amor plenamente contemplativo que se veía florecer en en medio de los más pobres y desamparados. La Eucaristía despertó en la Madre María Jesús el deseo de ser pan partido y repartido. Jesús Eucaristía hizo germinar en su corazón un instinto interior de donación.

 
Ella comprendió que la Eucaristía se celebra para dar vida en abundancia, por ello, en María Jesús, la Eucaristía se convirtió en un manantial de vida de vida, de donde fluía la vida de Dios especialmente para los más pobres. Nuestra venerada Fundadora, desde su espiritualidad Eucarística nos invita a vivir desde el horizonte del amor oblativo que testifica la verdad de la vida íntima con Jesús Eucaristía.

 
Momento para interiorizar: Hermanas Siervas del Santísimo y de la Caridad, ahora que nos preparamos para vivir la festividad del Corpus Christi, examinemos en compañía de la Madre María Jesús: ¿Recibo la comunión diaria con el fervor y el amor de una esposa de Jesús Sacramentado? ¿Me esfuerzo por permanecer unida a Jesús Sacramentado como el sarmiento está unido a la vid? ¿Mi relación con Jesús Eucaristía es realmente una relación de intimidad movida por el amor?

 
Ofrenda Eucarística: "La Sierva del Santísimo y de la Caridad identificada con el espíritu de la congregación debe sentirse servidora de Jesús, adoradora de su Eucaristía, custodia viva que proyecta a los hombres el amor de Dios"; debe sacar un momento personal para adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Reconocer que Dios Padre misericordioso nos ha creado para que le reconozcamos, le amemos y nos adhiramos a Él como el sarmiento está unido a la vid, pedirle que nos regale a nosotras las Siervas del Santísimo y de la Caridad el don de la sabiduría, para que por la acción de este sacramento de amor, se renueve día a día nuestro desposorio con Jesús Sacramentado y desde esta alianza que se vivifica en las fuentes Eucarísticas, testifiquemos por el amor de caridad, la verdad de nuestra vida íntima con Jesús Sacramentado y salgamos con un corazón ensanchado a ejemplo de Nuestra Venerada Fundadora, a servir a los más desamparados de la sociedad, procurando así la mayor gloria de Dios.

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 ESTÁ LA NOCHE CALLADA
ESTÁ LA CAPILLA SOLA
Y EN EL SAGRARIO ESCONDIDO 
ESTÁ JESÚS HECHO HOSTIA

 

 
CONTEMPLAR  A  JESÚS BAJO 

 
EL SIGNO DEL PAN EUCARÍSTICO

 
Jesús es el Pan de Vida. Él se hace alimento para nutrir nuestra alma que vive con hambre y sed, Él es ese pan vivo que bajó del cielo traernos la vida eterna. Él, hecho pan se convirtió para la Madre María Jesús Upegui en "el único alimento del cual se saciaba, era el sentido pleno de su vida. Sólo deseaba permanecer en Él y estar con Él".

 
Para nosotras Siervas del Santísimo y de la Caridad, Jesús debe convertirse en el único alimento de nuestra vida espiritual, debe ser el centro y la razón de nuestra existencia pues, cuando el alma encuentra deleite en este pan espiritual no existe otro alimento, otros panes que se puedan comparar con éste que nos ha sido dado del cielo. Esto descubrió muy bien la Madre María Jesús, ella primero se nutrió de Cristo pan vivo bajado del cielo, para luego nutrir a sus hermanos hambrientos y sedientos de Dios.

 
La Sierva del Santísimo y de la Caridad se alimenta de Cristo recurriendo a la Eucaristía y a la Palabra de Dios, escuchándola y poniéndola por obra como María Santísima, dejándose cuestionar por el Evangelio conocer la voluntad de Dios. Permitamos que el Señor sane nuestras heridas y haga que nuestro corazón disfrute diariamente en la mesa que prepara para nosotras todos los días.

 
La Madre María Jesús Upegui bebió de las fuentes eucarísticas; la fuerza de este alimento la hizo cercana a  los hermanos y comprometida con ellos, se convirtió en custodia viva del amor, en pan partido y compartido. Como esta gran mujer, estamos llamadas a proyectar todos el amor de Dios de la cual destellan luces de amor y caridad. Ella aprendió que sólo nutriendo su alma y su corazón del Pan eucarístico tenía las fuerzas necesarias para continuar propagando su amor y su culto. 

Que nuestra Madre  fundadora nos enseñe cada día el amor sublime
por Jesús en la Eucaristía, a alimentarnos con un gran fervor, a buscarle como nuestro único alimento que perdura hasta la vida eterna y en el cual, encontramos el sentido de nuestra consagración a Dios.
 
Momento para interiorizar: ¿Es Jesús mi único alimento? ¿Con qué actitudes recibo a Jesús en la Eucaristía?

 
Oración: Señor Jesús, Pan vivo bajado del cielo, alimento espiritual, haz que como María Jesús Upegui, busquemos satisfacer nuestra hambre en ti, para que henchidas de  tu amor, seamos pan partido y compartido para todos cuanto nos rodean. Enciende en nuestro corazón el deseo incansable de beber de tus fuentes eucarísticas y como Sierva del santísimo y de la Caridad, demos los frutos de Eucaristía y caridad que nos pides. Amén

 

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YA NO ERES PAN Y VINO

 

 
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El vino proviene de las uvas. Representa la sangre que simboliza la vida. Jesús al morir y derramar su sangre nos recuerda la entrega que hace por muchos, su vida se da sin medida. Él se ofrece así mismo para que tengamos vida y vida en abundancia.

Jesús es la viña de la nueva alianza donde su vino es el vino del amor ilimitado hacia el Padre y hacia los hermanos, donde cada uno es reconocido como hermano.
 
La Madre María Jesús Upegui Moreno derramó todo el vino de su vida, se donó hasta el extremo, se dio hasta dar la vida por sus niños, sus enfermos, sus ancianos, sus huérfanos. Su vida fue el buen vino que se derramó hasta agotar su existencia. Ella no escatimó esfuerzos, no se reservó nada para sí, todo lo era para Jesús en los más desfavorecidos.

 
La Eucaristía hizo de María Jesús capaz de darse sin reservas y con total disponibilidad a todos.

 
Como María Jesús, las Siervas del Santísimo y de la Caridad, habiendo aprendido en la escuela de la oración y contemplación de la Eucaristía, da todo el vino de su vida al servicio de los más pobres en su apostolado.  Su vida es donación gozosa y sacrificada. No tiene miedo de "perderla" Es feliz dándose, poniendo al servicio el cúmulo de talentos que ha recibido de Dios. La Sierva del Santísimo no debe esperar nada cuando cuando se da, pues Jeús se dio sin esperar nada a cambio: "somos siervas inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer".

 
Nosotras debemos distinguirnos por un gran amor incondicional al otro, incluyendo al enemigo, como nos invita el evangelio: "Quien pierde la vida por los demás, la gana para siempre", ese fue el lema de nuestra Fundadora. Fue una mujer que con su modo de vivir nos enseña a morir a nosotras mismas para dejar que Cristo viva y los demás encuentren su rostro e imagen perfecta.

 
Reflexión: ¿Qué siento al ver  que Jesús me enseña a amr y a dar la vida?
 
¿Me resisto a dar la vida por los demás en las pequeñas cosas de cada día?

Ofrenda Eucarística: "En torno a la Eucaristía celebrada, vértice y fuente de la actividad de la Iglesia se construye la comunión y se vive la fraternidad". Realizaré hoy un acto de amor a la hermana de mi fraternidad que siento más distante.
 
La Sierva del Santísimo y de la Caridad debe dar gracias al Señor Jesús porque en la Cruz derramó su última gota de sangre demostrándonos su gran amor al dar la vida por cada una de nosotras. Enseñándonos a dar lo mejor de nuestra vida por los demás. Él que es amor, ternura, misericordia y perdón nos ayudará a entregar cada día lo mejor de nuestras vidas para que los que nos rodean puedan encontrar un reflejo del amor de Jesús. Y así como la Madre María Jesús fue capaz de gastar su vida  en bien de los demás así también  cada una de las Siervas  seamos capaces de gastar la vida derrochando la última gota de vino por los demás , que no temamos dar ni darnos, porque sólo desde allí tiene sentido pleno nuestra vida y nuestra congregación.
 

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LA HUMILDAD
 ES EL CAMINO DE LA VERDAD

 

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LLAMADOS A SER SANTOS


 
 
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"vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre Celestial". Con estas palabras finales del Sermón de la Montaña el Señor Jesús pone ante nuestros ojos el horizonte de la vida cristiana al que todos somos invitados: la santidad. Con su propia vida Él nos ha enseñado que la felicidad y la realización personal están en ese horizonte de reconciliación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, con nosotros mismos, con nuestros hermanos y con la creación toda. Un camino en el que la fuerza en que la fuerza nos viene de lo alto y en el cual el Señor nos invita a poner el mayor empeño para colaborar con ella, disponiendo los medios adecuados y proporcionados para ser santos.

  
Hablar de la santidad

 
Hablar de la santidad, es hablar del horizonte de la vida cristiana; es hablar de la meta que debe coronar nuestros esfuerzos cotidianos; es hablar de un deseo que anida en lo profundo del corazón; es hablar de una aventura, pues como decía el escritor francés Georges Bernanos, la santidad "es una aventura, más aún, la única aventura posible.

 
Querer ser santo es querer conocer al Señor Jesús, encontrarse con Él, permanecer con Él; es querer ser su amigo, amarlo, dejarse amar por Él ; es procurar vivir como Él vivió. Es, en fin, querer ser feliz.

 
Dios nos ha creado para ser santos. Reiteradamente nos invita a caminar hacia ese horizonte:  " Santificaos y sed santos, pues Yo soy santo", y nos recuerda en el Levítico. En otro pasaje manda a Moisés que diga a toda la congregación de los hijos de Israel: "Sed santos, porque yo,  el Señor vuestro Dios, soy santo". San Pablo, por su parte, escribía en su primera epístola a los tesalonicenses: "Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación" Y San Pedro nos exhorta en su primera carta: "Así como el que os ha llamado es santo,  así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: seréis santos, porque santo soy Yo".

 
Si tomamos en serio estas palabras, tal vez una primera resonancia que puede suscitarse en nuestro interior es preguntarnos: ¿Santo yo? ¿No es acaso la santidad un ideal muy alto, sólo para algunos pocos escogidos? Saliendo al paso de esos cuestionamientos, el Espíritu Santo ha ofrecido en nuestros tiempos una respuesta rotunda, haciendo plenamente actual la verdad anunciada por Jesucristo: la santidad es una vocación universal, es decir, para todos. Sin importar nuestra edad o condición, todos los bautizados estamos "llamados a ser santos, con los que invocan en cualquier lugar el nombre de Jesucristo, Señor nuestro" El Señor Jesús me dice a mí, con nombre propio: sé santo, como es Santo el Padre.

 
Es importante por ello comprender e interiorizar bien que la santidad a la que somos invitados en la vida cristiana no es un horizonte lejano ni inalcanzable. Con la gracia de Dios,  con la que siempre contamos, es una meta realmente posible en mi vida. Allí está el testimonio de tantos hombres y mujeres en la historia que veneramos como beatos y santos, y que, como enseña el Papa Benedicto XVI, "nos indican la vía para ser felices y nos muestran cómo se consigue ser personas verdaderamente humanas" Son todos ellos un estímulo para nuestro propio camino. "Los que alcanzan los altares son un ejemplo de que la santidad es posible, son un aliciente para recorrer el camino de la coherencia en la vida cristiana, son un recordatorio luminoso de los incontables millones de santos que existen".

 
"Hay muchos más santos de los que es posible canonizar"
 
Sabemos bien que los santos no son sólo los han sido elevados a los altares. Hay muchísimos millones de cristianos que han alcanzado la meta y cuyo número es de hecho muchísimo mayor que el de aquellos que han sido beatificados y canonizados. "Hay muchos más santos de los que es posible canonizar, señalaba el entonces Cardenal Ratzinger, y todos ellos son también un esperanzador acicate para nuestro camino. Millones de hombre y mujeres en la historia de la Iglesia, desde los primeros siglos hasta nuestros días, personas "comunes y corrientes" podríamos decir coloquialmnete, han recorrido el camino de la santidad y han alcanzado la   meta de la vida cristiana. Y es que la santidad, como subraya el Papa Benedicto XVI, "es el destino común de todos los hombres llamados a ser hijos de Dios, la vocación universal de todos los bautizados. La santidad se ofrece a todos;  naturalmente no todos los santos son iguales: son de hecho, como he dicho, el espectro de la luz divina. Y no es necesariamente un gran santo el que posee carismas extraordinarios. Muchos de sus nombres sólo Dios los conoce, porque en la tierra han llevado una existencia aparentemente normalísima. Y precisamente son estos santos "normales" los santos que Dios habitualmente quiere. Su ejemplo testifica que, sólo cuando se está en contacto con el Señor, se llena un de su paz y de su alegría y de este modo es posible difundir por todas partes serenidad, esperanza y optimismo.

 
La santidad es una vocación que responde
 a lo más profundo de nuestra naturaleza humana.

 

Recordemos que la santidad es una vocación que responde a lo más profundo de nuestra naturaleza humana. Es un llamado que Dios nos ha hecho y que continúa haciéndonos, invitándonos a ser felices de cara a la eternidad y realizarnos como personas aquí y ahora según su Designio de amor. "El camino de la santidad es un camino que nos lleva que nos lleva a ser cada vez más personas humanas: acercándonos cada vez más al Señor, quien muestra plenamente el hombre al hombre, nos vamos realizando cada vez más, , ingresamos en un dinamismo que nos lleva a "ser" más y que nos abre un horizonte donde todo lo verdaderamente humano tiene cabida y espacio para su completo desarrollo, según el plan de Dios"

 
La dimensión más profunda del ser humano que, que clama por un encuentro que satisfaga su hambre interior,  se realizará sólo en la medida en que avancemos por la senda de plenitud en el Señor Jesús que nos conduce a la perfección de la caridad. "Tender a la santidad es esencial para quien se esfuerza en seguir cada vez más de cerca al Señor Jesús; y en que ser santo es vivir cada vez más intensamente la vida de Jesús, andar cada vez más profundamente enraízados en el estilo de vida en el Señor, viviendo su misma vida" Eso es precisamente la vida cristiana: vivir en Cristo, vivir "en el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros·

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TE CONSAGRO TODA MI VIDA
MI  AMADO JESÚS

 
Cristo es mi prometido


Principio del Evangelio de Jesucristo
según...la alegría

 
...La boca se me llenaba de risas
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
El Señor ha estado grande con ellos.
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
(Sal 125,2-3)

Tengo necesidad de tu alegría.
 
Hermano, el "servicio" más grande que espero de ti es el de la alegría.
 
La alegría de los superficiales, de los oportunistas, de los mediocres, de los ricos, de los condenados a placeres forzados, de los esclavos de las apariencias, de los vanidosos, ya la conozco. Sé lo que es.

Tengo la necesidad de la alegría de una persona que se ha jugado su vida por el Señor. Esa me interesa. Tengo qué descubrirla. Necesito conocerla de cerca, mirarla a la cara, aprenderla.

No la escondas, por favor. Si posees en verdad esta alegría, no la enmascares. Sería una falsificación pública. Cometerías un robo. Nos privarías de algo a lo que tenemos derecho.
 
Empieza por el saludo.
No aquel saludo masculino, dicho entre dientes, una especie de murmullo

Quiero un saludo claro, alegre, que sea de verdad una felicitación amigable. Dicho con cara sonriente, que exprese la alegría del encuentro con un hermano.
 
Y con la cabeza alta, si no te parece mal. ¿No has elegido aquel Dios que, según la expresión de un salmo, te hace "alzar la cabeza"?.

Recuerdo que una vez pregunté por qué os levantabais tan pronto por la mañana. Me respondiste, sin el más mínimo titubeo, enumerándome varias "prácticas de piedad" que teníais que hacer: Laudes, misa, comunión, meditación. "Ahí es donde encontramos la fuerza de nuestra jornada".

Ahora, al verte inmediatamente después, quisiera preguntarte: ¿y por qué no la fuerza de una jornada serena, luminosa, alegre? Si te veo enfadado, agrio, hiriente; estoy autorizado a pensar que has recibido la fuerza para una... tormenta, no para un día sereno.

Y no olvides que hace falta más fuerza para mantenerse en regla un día con sol, que para gobernarse en un día de negros nubarrones...

    El esfuerzo interior es mucho más grande, más comprometido.
    La ascesis de la alegría es mucho más ardua que la del enfado.
    La penitencia de la sonrisa resulta más difícil y más sangrante 
    -para el amor propio- que la del enfado.

    El cilicio de la serenidad se clava sobre nuestra carne rebelde      
    mucho más que el de la borrasca y del humor negro.
    Intenta ser un penitente de la alegría.
    Ama las mortificaciones de la sonrisa.
    Dedícate a las maceraciones de la alegría.
    Elige los ayunos de la felicidad.
    Tengo necesidad de tu alegría, hermano.
    Muéstrame a Dios con tu alegría.
    No me interesa saber lo que es Dios en sí mismo. Cualquier libro     puede darme nociones suficientes a 
    este respecto.

Tengo ganas de saber lo que es Dios en ti.
Qué provoca en ti.
Qué sensación produce Dios en quién vive únicamente para él.
Cómo se transforma. Qué llega a ser gracias a él.

Me urge descubrir lo que sucede cuando Dios  llena completamente una vida. Cuando ocupa por completo el corazón, pensamientos, acciones, sentimientos, voluntad, fuerzas. Cuando se posesiona de una manera absoluta de una persona..

Eso es todo,, hermano. Pido precisamente a tu alegría los signos de la presencia de Dios en tu existencia.

Tomás exigía las señales de los clavos, de sus heridas.

Yo me empeño en exigir las señales de la vida de la alegría. Tomás se quedó parado en el viernes santo. Yo, todavía más incrédulo, quiero llegar hasta la mañana de la pascua.

El calvario me ha convencido. Tengo ya prueba de tus desprendimientos, de tus renuncias.

Ahora espero las pruebas de lo que has ganado, de lo que has encontrado. Las pruebas de tu resurrección, de tu transfiguración.

No dudo de tu "muerte" en Cristo. Me hacen falta las señales de tu "vida" en él.

Así pues,  ¿aceptas este "servicio de la alegría""

A tu alrededor existen innumerables Tomás que, si no ven, no creen. ¿Quieres ayudar nuestra poca fe?

Quiere explicarnos el catecismo de la alegría quizás iniciándole con el abecé de la sonrisa?

En una palabra, ¿te atreves a "explicar" a Dios con la alegría?
 


MARÍA JESÚS  DE RODILLAS

 
  ANTE EL SANTÍSIMO
 
Quiero contemplar a María Jesús de rodillas ante la Divina Majestad. Contemplar esa vida de amor y adoración en una entrega de profundo arrobamiento eucarístico. Una vida envuelta en un esplendor de cielo, que como un haz de virtudes se desborda en alabanzas y cantos a  Jesús su Amado 
 
Quiero contemplar a  María Jesús en la pureza de intención en su pobreza y obediencia a la Divina voluntad de su Creador que combinan perfectamente para ser rayo de luz que ilumine en su vida cotidiana, en su trabajo apostólico, llevando a los pobres un proyecto de amor que dignifique su vida tan deteriorada por las injusticias de una sociedad que discrimina por las injusticias de una sociedad que discrimina sin compasión y sin misericordia.
 
1.  Contemplar a María Jesús frente a la Eucaristía que es lo más
 
      importante para ella y llenarse de ese alimento que le da fuerzas
 
      y vitaminiza su alma para luego ir a dar a Jesús a todo el que
 
      encuentre sobre todo a los  más pobres y necesitados. Llevarle a
 
      ese Jesús que ella contempla día y noche en lo más íntimo de su
      corazón
 
2      Allí en su corazón, Dios es lo más importante, lo ama
     
      tiernamente y él encuentra cauces para derramar la paz y la
 
      felicidad.
 
 3  ¡Qué dicha contemplar a María Jesús, de rodillas ante la
 
      Eucaristía!. Allí no hay contradicciones que causen amargura,
     
      no hay envidias ni rivalidades; no hay protestas ofensivas, allí
     
      en su corazón rige la ley del amor.
 
 4   María Jesús no está arraigada a ningún terreno porque su mayor
 
       riqueza es Jesús, presente en la Eucaristía día y noche, ve que
 
       él le señala el camino que debe seguir; un camino que se torna
 
       difícil, lleno de espinas y de pedruscos pero que al caminar por
 
      él con paso seguro, con confianza en el sacramento de la
 
      Eucaristía ve que  cada paso que da, la hace  más fuerte y la
 
     preparan para una arriesgada aventura que apunta a la fundación
 
     de una comunidad religiosa: las “Siervas del Santísimo y de la
 
     Caridad”.
 
5.  Contemplar a María Jesús Upegui en este itinerario salvífico,
    
     anima a seguir adelante tomando la bandera que ella llevó en
 
     alto: “Amar a Dios y dejarse amar por él”, “Ir a la Hostia de
 
     Jesús y llevarla a los pobres de Jesús”
 
 
    Madre María Jesús Upegui que en el cielo estás,
 a Jesús, María y José por nosotros ruega”

************ 

POEMA A MI CRISTO ENTREGADO 
POR  MI AMOR
 

Te vi llorar mi dulce Redentor.
Tus lágrimas ¡eran lágrimas de amor!
Déjame consolarte Jesús mío,
que yaces puesto y clavado en una cruz.

Ven a mis brazos Amado de mi alma,
quiero estrecharte y darte todo mi amor.
Adorarte y amarte en la Eucaristía.
Como lo hizo la Madre María Jesús.

Tú sabes que te amo Jesús mío,
y que ya te entregué mi corazón,
con él iba mi vida entera, 
pues tú me diste el tuyo en tu pasión.

Déjame consolarte en mis hermanos,
en esos rostros que tu imagen son,
rostros sufrientes que encuentro en el camino,
rostros de niños victimas de hoy.

Rostros de desplazados y humillados,
rostros dolientes de mi salvador, 
déjame Señor hacer algo por ellos
Dame la fuerza ¡oh mi salvador!

Rostros de indigentes sin camino,
rostros lacerados por el dolor, 
rostros de enfermos y ancianos mal heridos
Su clamor hiere Jesús tu corazón

Dame tu espíritu Buen Samaritano,
toma mis manos, mis labios, y mis pies,
Quiero anunciarte a ellos mis hermanos
porque hijos amados de Dios, los pobres son.
 
************ 
 
HIMNO DE LA CONGREGACIÓN
 
"SIERVAS DEL SANTÍSIMO Y DE LA CARIDAD"
 
Letra: Rvdo. Padre Carlos E. Mesa G.
Música: Profesor Juan Bautista Ospina

 

Somos tus Siervas las espigadoras
en los trigales de tu caridad:
de tu pan de oblación adoradoras,
de todos los hermanos servidoras,
sembradoras de Iglesia y de bondad.

Rosas de la mañana te pusimos
y azucenas y espigas en tu altar.
La vida entera y el amor te dimos. 
Señor Jesús: tu pan y tus racimos
a los hambrientos vamos a llevar.

Somos tus Siervas: donde Tú nos quieras
irá tu pan, tu cáliz, tu fulgor.
Somos de tu Evangelio mensajeras
Señor Jesús: do floten tus banderas,
las Siervas tuyas llevarán amor.

Nos invitó la Madre a su servicio,
para seguirte levantó una luz,
nacimos de un divino sacrificio
Señor Jesús, tu Hostia fue el auspicio
en la alborada de la Vera Cruz.

************ 
 
ORACIÓN DE LA SIERVA  DEL SANTÍSIMO 
Y DE LA CARIDAD

 
Padre CARLOS E. MESA. C.M.F

 

 

 

Padre Santo: Tus Siervas te damos gracias 
por habernos reunido en esta comunidad,
 para anunciar tu reino, con una vida 
perfectamente consagrada y con una 
decidida entrega al servicio del Evangelio,

Queremos  proclamar con todo nuestro ser 
y nuestro quehacer,como verdaderas 
Siervas del Santísimo y de la Caridad,
 las maravillas de tu amor entre los hombre 
y queremos aprender de Jesús en la Eucaristía 
la práctica del mandamiento supremos del amor. 

Renovamos Padre Santo, nuestro 
propósito de ser mejores, cada día, 
de ayudarnos fraternalmente en el
 seguimiento de tu hijo, de secundar 
las inspiraciones de tu Santo Espíritu,  
de realizar el carisma y la misión, 
que a nuestra humilde Comunidad 
confiaste a tu Iglesia,

No permitas, Señor, que esta buena voluntad 
se vaya amortiguando inadvertidamente
 por el egoismo, la rutina y la inconstancia. 
Reaviva nuestra Fe: luz y afán de nuestro obrar,
 fortifícanos en la estimulante esperanza y aumenta 
en nosotros la caridad para que sepamos 
vivir como hermanas, practicar las finuras 
del amor evangélico, comprender, callar, 
olvidar, perdonar y ser bondadosas 
y misericordiosas.

Que la asidua meditación de tu palabra nos recree; 
que la adoración y recepción de la Eucaristía nos eleve,
 purifique y enfervorice y que por la amable 
convivencia fraterna demos el testimonio de caridad
 que el mundo necesita para creer 
y que ante las necesidades y urgencias 
de los más pobres salgamos de nosotras 
mismas para socorrerlos y trabajar 
por ellos sin descanso.

Te pedimos Padre Santo, por nuestro 
Gobierno General para que atento siempre 
a tus luces nos guíe y oriente en servicio d
e los hermanos a mayor gloria de Dios 
y beneficio de la Iglesia.

Bendice a nuestras Hermanas que trabajan 
en los hospitales y casas de amparo de la joven 
y del anciano; conviértelas en presencia 
de Cristo bienhechor 
y llénalas de paciencia, de dulzura 
y de delicadeza; bendice a nuestras 
Hermanas que trabajan en la enseñanza
 para que sean luz de Cristo, sembradoras d
e verdad y testigos de una Iglesia juvenil.

Bendice a las que trabajan en el apostolado directo
 y llénales el corazón de sentido misionero y eclesial; bendice a nuestras  aspirantes,  postulantes y novicias, para que asimilen el espíritu del Evangelio y de la Congregación y colme de fe,  consuelo y esperanza a quienes consumieron 
sus años amándote y sirviéndote.

Nos encomendamos a la Madre María Jesús, ejemplo de vida consagrada, Sierva humilde de Dios y bienhechora de los hijos de Dios, para que nos forme en su escuela y nos haga seguir el camino de perfección y apostolado que nuestra venerada fundadora con su vida, sus ejemplos y su carisma nos trazó en la Iglesia 
y en el mundo.

Padre Santo: Concede a tus Siervas la gracia de ser
 fervorosamente eucarísticas y universalmente 
caritativas y de permanecer castas, pobres 
y obedientes en la alegría de nuestra
 cotidiana oblación.
Sella, Oh Padre, con tu bendición eterna lo
que ahora es nuestra aspiración y plegaria.

Por Jesucristo Nuestro Señor. AMEN

************ 
 
La Eucaristía

 
La Eucaristía es la  "Palabra más silenciosa y elocuente de Dios" el misterio del amor rodeado de silencia sonoro, silencio habitado, porque en la Hostia Santa contemplamos a la segunda persona de la Trinidad que nos "sigue amando y por siempre" hasta el extremos. La Eucaristía encierra en sí misma, todo el misterio pascual; a través de ella, Dios continúa la obra redentora en nuestros corazones. Nuestra Venerada Fundadora, Madre María Jesús Upegui Moreno encontró en Jesús Eucaristía al amor de sus amores. Él fue para ella "Palabra que cautivó su alma" y que sedujo su corazón; para María Jesús la palabra más elocuente de Dios que resonó en su corazón fue "Eucaristía", en ella contempló al Verbo de Dios, al Siervo doliente, a Dios mismo hecho pan, hecho entrega y sacrificado por amor, y aunque en su alma sentía una fuerte tendencia a la vida contemplativa,comprendió en la profundidad de su alma que no se puede vivir una espiritualidad eucarística sin salir de sí, sin entregar la vida como el Siervo doliente, por eso en los rasgos de la espiritualidad Upeguiana nos encontramos con estas bellas palabras:"era doblemente Sierva: Sierva del Santísimo, y de sus hermanos. Unió admirablemente la contemplación y la acción. Mientras cumplía el apostolado, experimentaba la necesidad de volver a la oración, de donde sacaba luz, fuerza y gracia para descubrir a Jesús presente, allí donde parece que no está. En el rostro desfigurado del enfermos,, del niño, del huérfano. Toda su vida fue un vivir de la "Hostia de Jesús a los pobres de Jesús".

Como Siervas del Santísimo y de la Caridad, estamos llamadas a adorar, amar y hacer amar a la segunda persona de la Trinidad, al Hijo de Dios, bajo los velos Eucarísticos y en este maravilloso sacramento de amor, contemplar a la perdona de Jesucristo en la totalidad de su misterio Pascual, que nos redimió y nos hizo posible alcanzar el reino de los cielos.

La Madre María Jesús Upegui fue una mujer dócil a la acción del Espíritu santo en su vida, ella se dejó conducir por Él. Nada hacía sin discernir si realmente era lo que Dios quería de ella,  por ello acertó en sus proyectos y obras. Nada hacía sin colocarlo bajo la luz guiadora del Espíritu que inspiró en su corazón un carisma para el servicio de la Iglesia.

Nuestra fundadora se sintió profundamente amada por Jesús en el misterio Eucarístico. Ella, en sus largas e intensas horas de contemplación y adoración a su "Amo Sacramentado", conoció los sentimientos de Cristo y los encarnó en su ser de mujer consagrada, enseñándonos a mirar el sagrario, a encontrar en él, el tesoro de nuestra vida. Aquél que cautivó y sedujo su alma con su anonadamiento en el misterio eucarístico, en Él encontraba la fuerza para colocarse al servicio de los más pobres.

La Fundadora, María Jesús Upegui, escuchó en su corazón  la llamada a ser su sierva y esposa sellando con Él una alianza de amor que renovó diariamente en la comunión eucarística hasta transformarse en aquel que comulgaba y contemplaba. Dentro de ella
siempre hubo un deseo ardiente de que todos fueran a amarle y adorarle en el Santísimo Sacramento.
 
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Oración a Jesús Eucaristía.


Jesús Eucaristía misterio de amor
Jesús Sacramentado, tu amor por mí y por la humanidad te llevó a abrazar la cruz y a anonadarte en la pequeñez de la Hostia Santa para darnos vida en abundancia. Te amo y te adoro en este admirable  sacramento comida y bebida de salvación, en que nos das tu corazón que nos ha amado hasta el extremos, Deseo que al comulgar tú permanezcas en mí y yo en ti. Que sólo tú y absolutamente tú seas el Rey de mi corazón, el amado de mi alma, en quien encuentro  todo lo que necesito para realizarme plenamente.
 
Concédeme la gracia de amarte y adorarte en espíritu y en verdad, de conocerte internamente para encarnar tus sentimientos de caridad y amor hasta llegar a ser custodia viva como nuestra Madre fundadora, mujer enamorada de la Eucaristía.

Enciende mi alma en un amor ardiente hacia ti, Jesús Eucaristía,, imprégname de tu pureza, humildad y caridad en el sacramento del amor, para vivir amando al prójimo y al prójimo en Dios.


VIRTUDES QUE ACOMPAÑARON

A MARÍA JESÚS UPEGUI MORENO
FUNDADORA DE LA CONGREGACIÓN
"SIERVAS DEL SANTÍSIMO Y DE LA CARIDAD"

 

Tener la vivencia de Jesús Eucaristía, en adoración continua como María, fue el ideal de la Madre María Jesús Upegui Moreno. Ideal madurado en cada acontecimiento de un incondicional "Ecce...Tiat", aun en los momentos más penetrados por la cruz, hasta el "Consummatum".

La fe en la paternidad de Dios es la base del completo abandono en Él y de la búsqueda de su voluntad en el diálogo íntimo y de su filial cumplimiento. . "La oración era su hábitat; se dedicaba a ella con tanta facilidad y gozo que parecía que le era natural". De la contemplación del misterio de Dios que "tanto ha amado al mundo hasta darle a su propio Hijo unigénito" (Jn 3, 1-16), y de la meditación de la vida, pasión, muerte  y resurrección del Redentor, y la Eucaristía, extrajo el celo eucarístico por su gloria y una gran capacidad de amor, servicio y entrega a los más necesitados.

El deseo más grande de su alma fue la adoración y contemplación del amor de Dios y del prójimo con total abnegación. El secreto de su actuar está en su convicción de que "sólo Dios merece nuestro amor. Amar a Dios y trabajar para darlo a conocer y hacerlo amar, he aquí lo que debe de ser la vida de una Sierva del Santísimo y de la Caridad. ¡Oh qué tristes seríamos sino amásemos a Dios, la Bondad, la Belleza, el Bien por excelencia, el único capaz de saciar y de llenar nuestro corazón creado para el bien infinito!.

María Jesús no dejaba pasar ninguna ocasión para estimular e inflamar los corazones en el amor divino: Su legado de amor y eucaristía nos hace pensar: "¿Quiénes deben amar y adorar a Jesús presente en el Sacramento del amor y servir a los más necesitados? ¿Quiénes deben ser las Siervas?. Las Siervas del Santísimo y de la Caridad, ¡Qué afortunadas somos, queridas hermanas, al ser escogidas para enseñar a los niños, jóvenes, ancianos,enfermos, desvalidos, laicos, a conocer y a amar a Dios! Hablarles frecuentemente de Jesús Eucaristía y de su amor. Entre más demos a conocer a este Jesús en el sacramento del Amor, más haremos amar.

Nuestra Fundadora no se contentó solamente con predicar el amor de Dios sino que dio testimonio según el mandato evangélico, amándolo con todas sus fuerzas, con todo su corazón, su alma y su mente, de tal forma que ningún aspecto de su vida carece de ese amor y así su corazón no anheló nada más.

Su esperanza sobrenatural no es menos notable. "Su corazón estaba completamente desprendido de la caducidad de este mundo y su esperanza se dirigía continuamente hacia ese sagrado misterio de amor, dejándose llevar de las palabras del divino Maestro y por la seguridad del amor divino y de su ayuda a quien lo sirve.

No se fiaba en absoluto de sus propias obras, estando convencida, como lo revelan el caminar evangélico, de que no hay nada que dañe tanto las obras de Dios, como la presunción, la confianza en los propios méritos y el fiarse de la propia capacidad. Nada la detenía cuando estaba segura de la ayuda de Dios con oraciones fervientes e incesantes; más aún, cuando menos disponía de medios humanos, más crecía su esperanza en la intervención divina: "Cuando se tiene a Dios consigo, cuando se cuenta únicamente con Él, nada es imposibles". Hechos abundantes prueban su confianza en la Providencia, la paciencia, el amor, la fe y las respuestas que dio a quienes le reprochaban y no confiaban en ella, se sentían temerosos cuando pensaba iniciar la obra.. de la fundación que se pensaba que fracasaría, seguramente ella pensaba: "sería una imprudencia incalificable si contásemos con nosotros mismos, pero contamos con la Providencia que nunca me ha fallado y que lo ha hecho todo entre nosotras".

Sin lugar a dudas, la vida teologal de María Jesús Upegui estaba fundamentada en la bienaventuranza de la pobreza,  es decir, en la humildad profunda, el desprendimiento interior. La fidelidad a Cristo sufriente hizo de ella "un manso cordero que no abrió la boca ante quienes lo trasquilaban".

Durante su vida, fue contrariada, humillada e incomprendida en todas las formas y nunca  se dio la satisfacción tan buscada por el amor propio, no se quejaba de sus opositores y perseguidores, ni siquiera justificarse. Más aún, impulsada por el espíritu de abnegación hablaba bien de las personas que con ellas estaban de acuerdo y les prestaba todos los servicios que podía.  Continuó su obra con un corazón libre de todas las adversidades. La razón de esto es que en todos sus esfuerzos miraba más allá de los intereses personales, sabía trabajar para Dios y únicamente para Dios. Uno de los grandes méritos de María Jesús, su paciencia en el sufrimiento y el silencio en momentos amargos.

María Jesús se mostró siempre fiel a la Iglesia, animada por un gran respeto al Papa en quien veía al Cristo que continúa su misión en el mundo: obispo y sacerdotes. Creyó firmemente en la inefabilidad del Papa. Para expresar mejor su pensamiento usemos esta comparación:  "Así como la luz del sol, así toda la luz que ilumina a los hombres en el orden sobrenatural nos viene de nuestro Santo Padre el Papa. El Papa es para el mundo moral lo que el sol para el mundo físico".

El espíritu de sumisión a la Iglesia jerárquica se manifiesta también en relación con los Obispos y sacerdotes: "¿Se puede temer cuando es guiado y protegido por los sucesores de los Apóstoles, por aquellos que son luz del mundo, las columnas de la verdad y la sal de la tierra?. Los Obispos son nuestros padres, debemos considerarnos como  sus hijas y darles en toda circunstancia muestras de profundo respeto y total sumisión".

La actitud de la Madre hacia los párrocos no era menos filial. Como fundadora recomendaba a sus Hermanas ser muy conscientes de su tarea como "colaboradoras de los pastores de la Iglesia y vivir y actuar en perfecta comunión con ellos, porque la evangelización pertenece a la misión misma de la Iglesia. Así se comprende también la gran consideración que tenía hacia todos los constructores del Reino.

La caridad es una de las características de las Siervas del Santísimo,  y de la Caridad, ella nos une como miembros de un mismo cuerpo, se extiende a todos los de la misión evangelizadora: el carisma de la madre fundadora, que puso al servicio de la Iglesia, ahora se perpetúa con visión universal; la Congregación se lanza a un apostolado sin fronteras; todas las diócesis del mundo entran en nuestras miras porque el pensamiento dominante de la Madre Upegui y el fin de toda su actividad es que Jesús Eucaristía sea conocido y amado por todos para que pronto haya un solo rebaño con un solo pastor, no solamente en la región el furor de la incredulidad impere, sino en todo el mundo.

Ahora la comunidad por ella fundada tiene deseo ardiente de las misiones "ad gentes" y con la confianza puesta en la Divina Providencia algún día no muy lejano se pueda ver realizado este deseo.

Hna. Pubenza Escobar Betancur
Sierva del Santísimo y de la Caridad

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ESTA FOTOGRAFÍA 
ES LA MÁS REAL, LA MÁS ÍNTIMA,
 LA MÁS ALECCIONADORA

 
Trayendo a la memoria a la Rvda. madre Esther Consuelo Restrepo A.

Medellín, julio 8 de 1993

La celebración  de esta fiesta jubilar, no solamente debe encender de nuevo en todas las religiosas "Siervas del Santísimo y de la Caridad", el deseo de conocer más a fondo sobre nuestra fundadora, sino lograr también que nuestra vida consagrada, se conforme lo más posible en la Madre María Jesús Upegui Moreno; ella desde el cielo sentirá suavísimo gozo, cuando vea el rostro de sus hijas,  esa peculiar semejanza que se vaya reproduciendo en cada uno de los rasgos y virtudes de su alma, en sus pensamientos, en sus palabras y en sus acciones; y para lograr esta identidad, mis queridas Hermanas, debe haber una constante renovación de nuestra vida: pureza e integridad en la juventud; bondad y fortaleza en la edad adulta; deseos de santidad, de perfección en toda la comunidad; gozo al ver los frutos de una vida honesta, en la vejez; cumplimiento de todos los deberes de nuestra Vida Consagrada en todas las comunidades locales y en cada uno de sus miembros.

A través del camino de la obediencia de la fe, la Madre María Jesús Upegui Moreno, escuchó al Dios del amor,; escuchó la voz del indigente, del enfermo, del desamparado; es por eso que hoy queremos hacer el mejor retrato, puesto que las palabras dibujan el mejor retrato del alma: La Madre Upegui sintió que Dios se apoderaba de ella, porque fue fiel seguidora de Cristo, trascendió, contagió, infundió a Dios. Sí, ella grabó la acción de Dios respecto a los hombres, grabó los desequilibrios de una sociedad angustiada y sedienta de esperanza, grabó la vida de su familia y grabó con el cincel del amor y de la fe, momentos de tristeza, de dolor, de desesperanza, pero sobre todo, grabó en la disponibilidad  de su amor y en la altura de su alma, los más fuertes momentos de la inspiración Divina; ella grabó escenas que le produjeron asombro, admiración, riesgo, aventura, tenacidad.

Esta fotografía es la más real, la más íntima, la más aleccionadora.

Hermanas, debemos imitar a nuestra fundadora en la fe, en la humildad y sobre todo, en la colaboración con Jesús en su obra evangelizadora; una fe de obediencia a la voluntad de Dios es aleccionadora, lo mismo que su oración personal, su oración de alabanza y de acción de gracias; su oración en la Iglesia y por la Iglesia. Recordemos su amor preferencial por los pobres. La fundación de nuestra congregación es un himno de respuesta a la voluntad de una inspiración de amor, de una inspiración divina.

El día de la fundación fue día muy solemne, el día más trascendental  de una férrea decisión; el día más diciente para la Historia de la Congregación; este Sí fue decisivo porque fue el Sí de una entrega: "Adoración y Culto a Jesús Eucaristía y Servicio a los pobres".

La Madre Upegui fue llamada a la ilusión de una fecundidad espiritual, por eso ella eligió la virginidad como prueba de de plenitud, a su amor a Dios; ella miraba el futuro, porque el futuro le incumbía, y hoy estamos nosotras en la Iglesia como flores humanas, como una respuesta a un llamado y un don de Dios; pero al mismo tiempo, una opción personal. Dios nos ha llamado porque nos quiere religiosas con "dedicación completa al reino" Al llamarnos Él se compromete a darnos todas las luces y todas las fuerzas que nos llevarán a vivir como Congregación en medio de un mundo de halagos.

Es ciero que estamos viviendo en un mundo en donde se subestima y hasta se desprecia la Vida Religiosa, en un clima hostil; pero Dios sigue mirando a los ojos, Dios sigue invitando a su viña, Dios sigue prometiendo: "Os haré pescadores de hombres",  "Os daré el ciento por uno"... y hoy como ayer, hay mujeres generosas que eligen imitar a Cristo, y hemos dejado casa, padres, hermanos, etc. por Jesús y su Evangelio.

Dios a pesar del ambiente asfixiante, asiste y defiende a los que se esfuerzan valientemente, por realizar a perfección su proyecto de Consagración a favor del Reino. Colombia necesita siembra de sacerdotes y religiosas y dentro de Colombia, Antioquia está sedienta de vocaciones; nuestra comunidad necesita muchas y santas vocaciones, pero Hermanas, esas vocaciones sólo se riegan con las lágrimas de la oración y con el fuego del sacrificio; oración y sacrificio de de todo, porque todos necesitamos facilitarnos mutuamente la llegada, para que nuestros corazones sean terrenos fecundos donde la semilla del Evangelio produzca abundantes frutos de vida congregacional y de santidad; este es el momento de la contemplación, de la admiración, de acción de gracias; debería haber estado en silencio, pero el deber me obliga a decir estas palabras: Pidámosle a nuestra Fundadora que nos haga comprender el valor incalculable e inmenso que asumen nuestros gestos cotidianos, desde la conciencia de nuestra misión; hemos sido llamadas por Dios para que a través de nuestros pequeños gestos llenemos el mundo de fe, de esperanza, de caridad, de justicia, de amor.  Estas realidades cotidianas, el silencio, nuestro trabajo, nuestro sonreir, nuestra alegría y  todo aquello que nos acompaña desde la mañana hasta la noche, en el marco de la fe; a través de todo esto, dejemos atraer la conciencia de lo infinito en donde gozosa reposa nuestra Fundadora.

  +  Hna. Esther Consuelo Restrepo A.
                Superiora General       


 
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MARÍA JESÚS  DE RODILLAS  

ANTE EL SANTÍSIMO

 

 

Quiero contemplar a María Jesús de rodillas ante la Divina Majestad. Contemplar esa vida de amor y adoración en una entrega de profundo arrobamiento eucarístico. Una vida envuelta en un esplendor de cielo, que
como un haz de virtudes se desborda en alabanzas y cantos a  Jesús su Amado.

 
Quiero contemplar a María Jesús en esa pureza de intenciones, en su pobreza y en su obediencia a la Divina Voluntad de su Creador que combinan perfectamente para ser rayo de luz que ilumine en su vida cotidiana, en su trabajo apostólico, llevando a los pobres  un proyecto de amor que dignifique su vida tan deteriorada por las injusticias de una sociedad  que discrimina sin compasión  y sin  misericordia…

 Contemplar a María Jesús frente a la Eucaristía que es lo más importante para ella y llenarse de ese alimento que le da fuerzas y vitamíniza su alma para luego salir a dar  Jesús a todo el que  encuentre sobre todo a más pobres y necesitados. Llevarles a  ese Jesús que  ella contempla día y noche en los más íntimo de su corazón.

Allí en su corazón, Dios es lo más importante, lo ama tiernamente y él encuentra cauces para derramar la paz y la felicidad.

 ¡Qué dicha contemplar a María Jesús, de rodillas ante la Eucaristía!. Allí no hay contradicciones que causen amargura, no hay envidias ni rivalidades; no hay protestas ofensivas, allí en su corazón rige la ley del amor.

 María Jesús no está arraigada a ningún terreno porque su mayor riqueza es Jesús, presente en la Eucaristía día y noche, ve que él le señala el camino que debe seguir; un camino que se torna difícil, lleno de espinas y de pedruscos pero que al caminar por él con paso seguro, con confianza en el sacramento de la Eucaristía ve que cada paso que da, la hace  más fuerte y la preparan para una arriesgada aventura que apunta a la fundación de una comunidad religiosa: las “Siervas del Santísimo y de la Caridad”.

 Contemplar a María Jesús Upegui en este itinerario salvífico, anima a seguir adelante tomando la bandera que ella llevó en alto: “Amar a Dios y dejarse amar por él”, “Ir a la Hostia de Jesús y llevarla a los pobres de Jesús”.

 Madre María Jesús Upegui que en el cielo estás,
 ruega por nosotros  a Jesús, María y José ”

Hna. Pubenza Escobar Betancur
Sierva del Santísimo y de la Caridad


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El Papa Francisco 
y la vida Consagrada

 


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También el Señor tiene sus preferencias

Pero la mayor de todas es la caridad (1 Cor 13,13).

 
También yo tengo mis preferencias
dice Dios.
 
En algunas comunidades no me encuentro a mis anchas.
 
Termino por aburrirme. por culpa de las acostumbradas cosas
mezquina que se encuentran ya en gran abundancia en tantos otros sitios.
 
No me interesan. Y luego tengo la impresión de no estar allí en mi sitio en absoluto de ser un intruso.
 
No, a mi no me importan esas cosas mezquinas.
 
A mí me importa solamente
el amor
-Dice Dios-.
 
La comunidad que prefiero
-Dice Dios-
la comunidad que me interesa  la comunidad que amo es aquellaen que se ama.

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 MI CREDO

Creo, Señor que tu presencia permanente 
y activa en todo tiempo y lugar

Creo en que tú perdonas misericordiosamente
mis pecados y me llenas con tu amor

Creo en tu bondad de Padre que
me bendice a cada instante

Creo en la eficacia de tu voluntad
que eleva y santifica a todas las criaturas

Creo en que soy tu hijo 
y que me amas como tal.

Creo en Cristo, en todo lo que él hizo,
y en todo lo que dijo.

Creo en que uniéndome a Cristo 
me convierto en una criatura nueva,

Creo en el poder de la cruz
tomada cada día con buena voluntad,

Creo en las bienaventuranzas del Evangelio,

Creo en la eficacia de la Palabra de Dios,
vivida y trasmitida con fe.

Creo en la unidad que produce la Eucaristía

Creo en el Espíritu Santo que ilumina
lo que debo pensar, decir o hacer.

Creo que el Espíritu Santo puede hacer mi vida
más espiritual que material

Creo que el Espíritu Santo puede 
transformar mi debilidad y fortaleza.

Creo en el poder de la humildad
para hacer grandes obras en el mundo

Creo en el poder de la oración.

Creo en la intercesión de la Virgen  María
y de todos los santos

Creo en la intercesión de mis hermanos cristianos,
creo en las Hermanas de la comunidad

Creo en los sacerdotes 
comunicadores de gracias especiales de Dios.

Creo en los laicos escogidos por Dios
para ser sus apóstoles.

Creo en que toda persona es principalmente
una imagen de Dios.

Creo en la convivencia fraternal
de todos los seres humanos

Creo que todos los que estamos en la Iglesia
somos una sola familia

Creo que vivo aquí y ahora
para servir a Dios y al prójimo.

Creo en el triunfo de la justicia mediante la fe 
y el amor.

Creo en la paz que produce la buena voluntad de todos.

Creo en que todas las criaturas del universo
deben servir a Dios en armonía

Creo en que la muerte es el final del camino que Dios
nos ha trazado en la tierra.

Creo en la felicidad eterna junto a Dios

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Cita con la nueva comunidad

 
Yo soy la verdadera vid, vosotros los sarmientos:
el que permanece en mí y yo en él,
ese da fruto abundante

(Antífona de comunión del
 quinto domingo de pascua)

Acoger


Por tanto acogeos mutuamente como os acogió Cristo para gloria de Dios (Rom 15, /)



La realidad  central de la fraternidad (Koinonia) se puede traducir con cinco verbos:
  • acoger
  • aceptar
  • conocerse
  • compartir
  • madurar juntos
Cinco verbos que es necesario conjugar en la vida para que el "signo" de la fraternidad sea manifiesto a todo el pueblo de Dios.

Comencemos con el primero: acoger
 
La hermana nos es dada por Dios para amarla.

 Tenemos, en la comunidad religiosa, una superación de los vínculos de carne y de la sangre.

 Se trata de demostrar que hay una potencia divina, el don del Espíritu, que crea en una comunidad vínculos todavía más fuertes y durables que los de la carne y de la sangre.
 
Por eso no cuentan las afinidades naturales, las simpatías

 Se trata de poner de relieve el principio de la  heterogeneidad.

 La heterogeneidad, lejos de constituir un impedimento de la construcción de una comunidad de personas, representa una garantía de autenticidad evangélica de la comunidad (jóvenes y ancianos, mentalidades diferentes, culturas diversas, temperamentos diferentes...)

 Una hermana ama a la otra no porque se sienta en armonía con ella a través de una afinidad natural, sino porque Dios se la presenta y se la asigna como hermana.

 (algunas veces, en cambio, asistimos a graves procesos de marginación en algunas comunidades, a verdaderas y propias crisis de rechazo de cuerpos extraños. Y esto, por desgracia, sucede casi siempre cuando hay de por medio alguna hermana en dificultad, el cual por consiguiente tendrá más necesidad de un clima más cálido de acogida por parte de todas).

 Comunidades demasiado electivas son contrarias a una auténtica comunidad evangélica.
 
So excepción, naturalmente, los casos en los que se manifiestan aspectos graves de verdadera incompatibilidad de personas. Pero deben ser casos excepcionales. Así también cuando, por una determinada organización de una obra (según criterios nuevos, líneas precisas o experiencias particulares) se requieren personas que compartan totalmente ciertas ideas, y tengan por consiguiente la misma mentalidad y acepten tal determinada organización.

 Pero, dejando estos casos, precisamente la heterogeneidad, la diversidad, deberían caracterizar y hacer significativa la fraternidad en una comunidad.
 
Un teólogo  ortodoxo ha observado que el mismo don del Espíritu no es "solamente una fuerza que une, sino también una fuerza que divide" (J. Zizioulas).  El Espíritu "divide" (diaroun) los carismas, las funciones, los dones (cf. 1 Cor 12, 4-5; 11).

 Desde el momento en que la hermana nos viene dado por Dios y no elegimos nostras, se sigue el respeto hacia la hermana. Un respeto no impuesto por las reglas de la buena crianza, sino por su carácter sacre.

 "El respeto es una castidad de todo el ser que nace de la humildad" (O. Clément)

 Respeto, de manera particular, con los humildes, los débiles, aquellos que no son capaces. Respeto hacia aquellos "que no son como los otros".
 
Yo sueño muchas veces con que sea predicada, al menos durante un año, una "cruzada del respeto", en todas las comunidades del mundo. Pienso que si se insistiera largamente en este valor, y se recogiesen todas las implicaciones, la vida comunitaria daría un notable...salto de cualidad. Tendríamos un clima mejor. En todas partes Y se encontraría la alegría de vivir juntos por amor a Cristo.
 
El primer verbo de la nueva comunidad es, pues,  "acoger"
 
Acoger no es otra cosa más que un "sí"

 Después del "sí" dado a Dios. cada uno de nosotras está llamada a dar un "sí" a la hermana. A todas las hermanas.

 
Responder a la vocación significa en último análisis ser capaces de pronunciar este doble "sí".

 
Si falta el segundo, suena falso también el primero.

 
En una comunidad "acogedora" lo mismo Dios que la hermana deben encontrar siempre su propio sitio en el corazón de cada cual.

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Aceptar
 
 
Pero todas estas cosas las obra un mismo 
y único Espíritu, distribuyéndolas a 
 cada uno según su voluntad. (1 Cor 12,11)

 
No basta acoger.
Es necesario aceptar.
O sea, no basta abrir las puertas al otro. Es necesario también aceptarlo tal como es, no como desearíamos que fuese. Permitirle ser lo que es.

 O sea, se trata de aceptar al otro precisamente como "otro", es decir "diverso"

 Es un punto este en el que es obligado insistir mucho. Porque en el origen, de tantas luchas mezquinas, de tantos conflictos en el interior de las comunidades, se encuentra precisamente una incapacidad de aceptar al otro...como otro.

 Es necesario reconocer a la hermana y al hermano el derecho de ser ellos mismos, y no una simple, desvaída copia de lo que nosotros somos o creemos ser.

 Todo individuo es único . O sea, está llamado a ser, a hacer, a decir aquello que no ha sido ni será nunca, por parte de ningún otro.

 Todo individuo es un ser irrepetible.

Todo individuo es un ejemplar único, del que no existe copia o sustituto.

 Todo rostro trae un mensaje y contiene un misterio frente a los cuales debemos mantenernos siempre en una actitud de sorprendido y respetuoso descubrimiento...

 Es necesario reaccionar, con todas las fuerzas,  contra el peligro que pueda representar el "molde institucional" que tiende a anular cualquier  originalidad personal. En ciertos ambientes se tiene la impresión de que a las personas, además del hábito, les es entregado también un comportamiento marcado.

 Pero no existe solamente el "molde institucional". Frecuentemente también los individuos tienen la pretensión de moldear a los otros o construir a los otros " a su propia imagen". Y a veces, precisamente aquellos que rehúsan justamente dejarse manipular por los otros, dejarse masificar o englobar en la visión y la mentalidad de ellos, tienden luego, a su vez, a obligar a los otros a ser como son ellos, a aceptar incondicionalmente sus convicciones u opciones particulares.

 Observa justamente Tillard que, sin el respeto a la originalidad de las personas, la comunidad presenta un triste aspecto de uniformidad y de unanimidad que procedes ya sea de la dominación del más fuerte o de los más fuertes, ya sea del conformismo de los más débiles. Y la fraternidad se convierte así en una pequeña jungla en la que o se es señor o...rebaño.

 El mismo teólogo hace notar cómo la tragedia de tantas comunidades religiosas, en nuestros días, depende precisamente de una intolerancia fundada en el profundo desprecio de la necesaria alteridad, "sin la cual, la caridad cristiana no es más que el esfuerzo por enmascarar el miedo de ser uno mismo".

 Ciertamente, cada uno de nosotros ejerce una influencia más o menos marcada sobre los otros. Pero esta influencia no hay que entenderla como un intento de imponer mi modelo, sino como estímulo que despierta la originalidad del otro. Mi "riqueza concurre a crear la historia peculiar del otro, a hacerse devenir él mismo.

 La verdadera influencia educativa, el verdadero atractivo, lejos de alienar o sofocar, tiende, por el contrario, a poner en evidencia la originalidad y la peculiaridad del otro.

 En otros términos: yo ejerzo un verdadero influjo religioso sobre el otro en la medida en que le permito y le ayudo y le estimulo a devenir él mismo.

 Es necesario desmentir luego el prejuicio según el cual la diversidad constituiría un obstáculo a la unidad. La diversidad, por el contrario, es riqueza, es contribución a la unión profunda de las personas. Es solamente enemiga de la uniformidad. Pero una comunión debe tender a la unidad, no a la uniformidad.

 "Para que haya hermanos, según la Biblia, es necesario que haya personas diferentes. La Biblia no conoce hermanos que se parezcan.

 Es necesario aceptar con alegría que existe siempre,  entre los otros, algo...distinto "irreductible a nuestros puntos de vista, que contrasta con nuestros proyectos  inmediatos, y a veces nuestra sensibilidad..." (Tillard). Y que este algo distinto, desde el momento que viene de Dios que nos ofrece a nuestros hermanos para amarlos, debe ser respetado.
 
"La caridad construye la comunidad sobre base de las diferencias respetadas, pero reconocidas como indispensables las unas a las otras. "El verdadero amor no cesa de descubrir y de subrayar  la originalidad del otro y de los otros. Unión y diferenciación crecen juntos" (M. de Certeau).

 En una comunidad en la que se vive la realidad de la aceptación del otro, se evita el peligro gravísimo de que se produzca el triunfo del rebaño o de la tropa, pero se asiste a la promoción de la persona, la cual,  no puede realizarse sino manteniendo viva la propia relación a la comunidad.

 En una comunidad, el que no se consigue aceptar la diversidad, condena en sustancia, una creación original de Dios. La intolerancia de la diversidad es blasfemia contra el creador.

 Dios ama la variedad, la armonía. Y nosotros, algunas veces, pretendemos mantener la misma nota, repetida de manera monótona... ¡Que acaso es la nuestra!

El amor no puede crecer en un clima de pedantería y de aburrimiento.

  
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Amor a la Eucaristía
Amor a los pobres

 


 

Conocerse
 
Os ruego en el nombre de nuestro Señor Jesucristo: 
ponéos de acuerdo y no andéis divididos.
 Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir 
(1 Cor 1,10)

 
En la misma naturaleza humana radica la necesidad de una comunión auténtica en la verdad.

 Todo encuentro verdadero implica un conocimiento mutuo.

 Y todo conocimiento exige una apertura al otro.

 Aquí los problemas que se plantean en la vida comunitaria son numerosos. Los indicamos brevemente.
 
Para abrirse al otro, para encontrar al otro, el religioso antes de nada debe haberse encontrado a sí mismo a un nivel de auténtica profundidad.

 El hombre es un "ser-en-relación". Pero es también un "ser -en-sí" Y, como tal, tiene necesidad de un espacio de intimidad para su propia profundización interior.

 "Para tener ante sí a otro diverso de sí, es necesario tener un sÍ" (P. Ricoeur), O sea, ponerse, ser verdaderamente  sí mismo.

 La cualidad, la intensidad y la profundidad de las relaciones fraternas sirven de garantía tanto contra los riesgos de los encuentros superficiales, como contra los riesgos de un sentimentalismo compensador.

 No basta reivindicar la posibilidad de encuentros, de intercambios recíprocos. Es necesario preocuparse de la propia riqueza interior, de la calidad del mensaje que uno pretende comunicar.

 No basta con asegurar la comunicación. Hace falta, primero, tener algo que comunicar. 

 Además: para conocerse es necesario amarse, Conocerse para amarse y amarse para conocerse. El verdadero conocimiento es el del amor. Y, por otra parte, no puede darse amor sin conocimiento mutuo.

 El que ama, no se queda en las acciones y en las palabras, sino que llega a la realidad profunda de la persona, y desde allí -¡no viceversa! - interpreta hechos y palabras.

 Cito solamente algunas fórmulas ya famosas que expresan bien estas realidades interdependientes:

 "Se ve bien sólo con el corazón".

 "Sólo me comprenderás si me amas".

 "Se conoce perfectamente sólo aquello que se ama".

 Más aún. Para conocerse...¡hace falta conocerse! O sea, tener los medios, las posibilidades de un conocimiento mutuo y representan "una yuxtaposición, una alineación de personas y de... indiferencias"

 No se insistirá nunca sobre el hecho de que sólo una libre circulación de ideas y de informaciones permite y favorece el indispensable conocimiento en las comunidades.

 Para conocer es necesario, además, dejarse conocer. La relación es correlación. Ciertas personas siempre recelosas y desconfiadas en las relaciones con los otros, provocan -por reacción- una postura de la misma especie en la otra parte.

 Ciertas conversaciones impersonales, anodinas, estereotipadas, convencionales, representan un instrumento de no - comunicación.

 Se tiene la impresión de que algunos solamente descubren palabras, pero "retiran" el propio ser más verdadero. O sea, que no se está presente sino superficialmente en aquello que se comunica a los otros. Se da todo, menos la propia persona. Esto es, no se da nada. Y la relación se convierte en una relación de conocimiento.

 Para conocerse, finalmente, hace falta no caer en la trampa de juzgar. El juicio es siempre cierre, condena preliminar. El que juzga fácilmente es la única persona que no conoce al otro, aunque esté muy al día en materia de psicología.

 El no juzgar vale sobre todo para el que acaba de llegar.  Qué triste es comprobar, a veces,  en algunas comunidades que, antes de que el paquete llegue a su destino, y por lo mismo antes de que se haya podido ver directamente el contenido, ha llegado primero -remitida por celosas y "responsables" personas preocupadas por el bien (¡ !) ajeno...-la etiqueta, la descripción, o sea, el juicio, la condena. Como si dijese: "Os prevengo de lo que va a suceder. Como si se tratara de un veneno.

 Y el pobrecito(a) que... llega, se da cuenta de los guiños , por los gestos de entendimiento, por las frases lanzadas como quien no quiere la cosa, que la acogida ya ha sido echada a perder por la prevención. Ya todos están sobre aviso.

 Qué desalentador es observar esta irresponsabilidad criminal de algunos. Así ciertas personas, gracias al ...celo fraterno, son juzgadas, condenadas, clasificadas, etiquetadas, antes de llegar a ser conocidas de verdad.

 Han sido juzgadas...antes. Y así se convierten en pre-juzgadas-condenadas.

 Y para siempre, desgraciadamente.

Aprendamos a acoger sin prejuicios.
 
Aprendamos a conocer sin prevenciones.

 El carnet de identidad le rellenaremos después.

 Y será siempre el carnet de identidad de un hermano(a)

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Compartir

 
Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones
 y bienes y lo repartía entre todos, según la necesidad de cada uno.
Hech 2,44-45

Otro verbo clave de la fraternidad es "compartir" Que quiere decir poner en común. Hacer partícipes a los otros.

Esta realidad de compartir es "signo" de la generosidad de Dios que nos ha dado a su hijo, el -hombre -para los demás.

"La acción de poner en común todo lo que se tiene, y todo lo que se es, no es otra cosa que asemejarse a Dios" (J, Cardonnel),

Se le preguntó a un niño durante la lección  de catecismo: 
- ¿Dios es una persona?
-¡No!
-¿Qué es entonces? -insistió alarmado el sacerdote.
-¡Una familia! - respondió con seguridad el muchacho.

En esa óptica de compartir, la comunidad religiosa es también manifestación del misterio pascual, porque señala el "paso" del hombre económico, privado, acaparador, el hombre que se expropia voluntariamente en favor de los demás. De una empresa de explotación del hombre sobre el hombre, a una empresa de comunión y de servicio. Me expropio, no retengo nada para mí, para ser plenamente yo mismo.

*Qué se comparte en una comunidad que es comunión de personas?

1. Los bienes materiales. "En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio, nada de lo que tenían" (Hech 4, 32)

2. El Trabajo. A este propósito querría subrayar solamente una exigencia no siempre respetada. Para compartir el trabajo,  es necesario, lo primero, apreciar el trabajo ajeno. A mi entender, uno de los test decisivos para medir la inteligencia de una persona es su capacidad de apreciar el trabajo de otro (especialmente si es distinto del propio género de trabajo). Existen personas tan obtusamente egoístas que nunca logran entender ni valorar lo que está fuera, digamos, de la competencia restringida.

No necesito ser muy listo para darme cuenta de lo que cuesta tener la pluma en la mano. Pero no por eso soy inteligente. El problema está en intuir, por ejemplo, el valor del trabajo de un tranviario o de un empleado de gasolinera...

3. Responsabilidad. La responsabilidad compartida, o corresponsabilidad, debe extenderse a todas las fases del trabajo común. Desde el proyecto hasta la ejecución. Para que todos se sientan comprometidos en la realización, es necesario llamar a todos para que presten su aportación comenzando por la "decisión"

También aquí vale lo que hemos dicho a propósito del "conocerse". No puede darse corresponsabilidad sin información seria, sincera, clara y sin una libre circulación de ideas. De ahí procede la necesidad de limitar los " terrenos reservados".

4. Éxitos , pero también fracasos. La fuerza de cohesión de una comunidad se manifiesta en los momentos difíciles, cuando parece que todo se viene abajo, cuando da la impresión que va a tener mal fin.

En estos momentos una familia se sostiene gracias a los lazos de la carne y de la sangre.

Y una comunidad debe sostenerse mejor aún, gracias a la fuerza del Espíritu.

5. El dolor, pero también la alegría. La participación en los problemas de los hermanos no debe ser formal o convencional, sino profunda, verdadera, concreta.

Advierto que es más fácil para algunos compartir el dolor ajeno. Mientras que hay  pocas personas capaces de participar intensamente -¡y con convicción!- en la alegría de un hermano. ¿Por qué?

6. Una última consecuencia del compartir me parece que es la ausencia de cálculo. O sea, no debo parar mientes en lo que aportan los demás, para calcular así la medida de mi contribución.

Si los demás son sinceros, entonces yo también seré sincero. Si los demás son generosos, también yo lo seré.

Si, por el contrario, en mi comunidad, faltan ciertas aportaciones, también yo me siento autorizado a negar la mía.

No. No debo esperar. Debo prestar mi aportación completa, total, independientemente de la contribución ajena, ¡El "compartir" comienza siempre por mí, por mi iniciativa!

 
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Madurar juntos

 
... Realizando la verdad en el amor, hagamos crecer  todos las cosas
hacia Él que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo,
bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas
que lo nutre, actuando a la medida de cada parte, 
se procura el crecimiento del cuerpo,
para construcción de sí mismo
en el amor (Ef 4, 15-16)


Ha habido una llamada.
Se han encontrado.
Se han reunido para vivir juntos.
Pienso,naturalmente, en la comunidad que se ha re-construido después de la pascua.

En aquella comunidad han sido admitidos los que volvieron después de gestas no precisamente gloriosas...Nadie, ni siquiera el "jefe" se ha mostrado especialmente fuerte.

Si había habido una llamada, era la llamada a gente que había traicionado, que había huido que había tenido miedo, que se había mostrado débil.

No era una comunidad de "perfectos"
Ciertamente una comunidad se forma con personas imperfectas, no con individuos que han alcanzado la perfección. Por eso la comunidad está siempre haciéndose.
La comunión se está buscando siempre, se está re-creando siempre.

La comunidad comunión de personas está siempre en construcción. Y esta construcción se realiza habitualmente en condiciones no ideales, óptimas, sino entre dificultades, tensiones, debilidades, sufrimientos, incomprensiones, diversidad de pareceres.

Es necesario partir de este realismo evangélico, para evitar ilusiones fáciles. Para evitar  que el choque con la realidad haga caer el castillo de nuestros idealismos.

Este realismo viene sustentando por convicción de que, si bien no podemos ignorar las dificultades y las debilidades y los fracasos, debe siempre prevalecer la voluntad de comunión.

Esta voluntad de comunión, a pesar de los aspectos negativos,  es la única que garantiza la presencia del Señor.

El Señor no "entra" en la comunidad cuando toda está perfectamente en orden. Entra cuando se demuestra que hay esfuerzo, que hay empeño por tender hacia la comunión.

Este realismo evangélico -dice el Padre Tillard -, lejos de crear un cómodo alivio  a las  asperezas y a las dimisiones-vista la lejanía del ideal-, lejos de favorecer una yuxtaposición de silencio, estimula a cada uno a ofrecer el propio esfuerzo eficaz y responsable por la construcción de la comunidad.

Se madura juntos. No nos conservamos juntos...

La comunidad comunión es un taller, ¡no un frigorífico para conservar los productos ya maduros y perfectos!

Este aspecto de maduración colectiva, de lenta, fatigosa construcción, es válido tanto en el plano humano como en el sobrenatural.

Y quizás este momento es cuando entra una aplicación concreta del verbo compartir.

En una comunidad se comparte no sólo lo que se tiene, sino lo que se es. O sea, aquello que se llega a ser cuando nos abrimos a la acción del Espíritu.

Cualquier rechazo de la santidad (¡y cualquier rechazo del crecer hum,ano!) se traduce siempre en un empobrecimiento de todos.

Para madurar juntos es necesario que cada uno ofrezca lo mejor de sí mismo.

Y, para ofrecer lo mejor de sí mismo no hay oro camino que intentar llegar a serlo...

 
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Una comunidad de reconciliación

 
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme
la misericordia entrañable, la bondad, la humildad la 
dulzura, la comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos
cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo el amor, que es el ceñidor de la
unidad consumada
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón:
a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo
(Col 3, 12-15)

La comunidad, si quiere ser "signo de reconciliación de los hombres con Dios y entre sí, debe ser, antes de 
 nada en su misma intimidad, una comunidad de reconciliación"

Nace como signo de reconciliación con Dios y se construye, día a día, a través de la reconciliación entre nosotros, después de las inefables fracturas.

El acto de reconciliación es un acto típico de la comunidad. Que se repite con frecuencia y, sobre todo, con convicción.

A propósito del perdón de las ofensas. Me parece muy profunda la observación del padre Tillard al tocar este tema.. El perdón, en una comunidad, no es simplemente un pasar la esponja sobre la falta de un hermano. Es algo más que restablecer un contacto, una relación externa rota.

El perdón es un acto de re-creación.

O sea, re-creo en mi corazón la cualidad de hermano del otro.

Las relaciones se forjan en el corazón, no por fuera. De otro modo el gesto "creador"· del perdón se reduce a simple gesto de buena educación.

Y nos reconciliamos también llevando las cargas recíprocas.

Cada uno, en comunidad, tiene sus cargas, que ha de llevar él mismo, y cargas...que debe hacer llevar a los demás.

Los defectos no son solamente los de los otros. También son los nuestros.

No sólo nosotros tenemos motivos para estar descontentos de alguno.

Tengamos presente que también los otros tienen motivos para estar descontentos de nosotros.

(¡Qué rabia dan ciertas personas que te vienen a enumerar todos sus motivos de quejas por los defectos, las deficiencias ajenas! Y ni una vez admiten que también ellos tienen algo que necesita perdón. Con frecuencia, son ellos precisamente, las personas que más cuesta soportar por parte de toda la comunidad. Y no se dan cuenta, al estar tan entretenidos en mostrar las faltas ajenas, y en hacer el inventario de los créditos. O fingen no darse cuenta de sus grandes deudas. Perdonad el desahogo, pero no logro soportar estas descaradas faltas de equilibrio al valorar la culpas propias y las ajenas. No logro digerir ciertas posturas hipócritamente victimistas).

"Así llevas a todos, y ellos te llevan a su vez, y todo, bueno o malo,, es común" (Lutero).

También aquí, además de la honestidad para ver todo (¡también lo que llevamos a nuestras espaldas!), tiene algo que ver el realismo del que hemos hablado a propósito  del "madurar juntos".

Realismo que es tomar conciencia de que donde hay hombres, hay... pobres hombres. Donde está el hombre, hay debilidad, miseria, insuficiencia, defectos.

Y una comunidad, para madurar, lo primero que tiene que hacer es "reconciliarse" con esta realidad. Sin sorprenderse hipócritamente. Y sin dividir netamente las partes en victimas y culpables.

San Bernardo, con una discreta dosis de humor, recomendaba a los superiores: "Si vuestra comunidad solamente tuviera santos religiosos, todos dotados de buen carácter, entonces sería necesario adquirir uno malo, con carácter difícil, duro, irritable, caprichoso, para dar ocasión a todos vuestros hermanos y a vosotros mismos de formaros en la dulzura, la paciencia, la caridad y en todas las hermosas virtudes sociales"

Bien, no hace falta írlo a buscar. Cada uno de nosotros, puede ser una de estas "adquisiciones para la comunidad...

Si cada uno, por cuenta propia, estuviese convencido de esta realidad, las cargas se harían más ligeras para todos...

 
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Una comunidad maternal

 
El que no mira por los suyos, 
y en particular por los de su familia
ha renegado de la fe 
y es peor que un incrédulo
 (1Tm 5, 8)

 
 Una comunidad formada por mujeres debe presentar una fisonomía particular por la nota característica de la feminidad.

Dios quiere manifestarse a través del "signo" de la naturaleza peculiar de los miembros que viven en comunión.

Entonces ¿qué es una mujer?

Entre innumerables definiciones, cito dos que me parecen particularmente significativas:

   "Estar en el mundo, preocupándose de él".

   "Estar llena de solicitud"

La vocación particular de la mujer es asistir, proteger, trabajar, llegar, intuir.

Tenemos, pues, características de delicadeza, sensibilidad, creatividad, ternura.

"El hombre piensa con la cabeza, la mujer con todo su ser". (O. Clément).

La mujer fuerte de la Biblia es la mujer varonil. Es la mujer llena de atenciones.

Su quehacer es hacer confortable su casa, acoger, asistir, preocuparse de las personas y de las cosas.

Es una vocación ligada a la maternidad: dar la vida, pero también protegerla, custodiarla, alimentarla.

La mujer está del lado de la vida.

La primera imagen que la Iglesia ha ofrecido de sí misma al mundo ha sido la de una madre. "Eclesia mater".  Al principio la atmósfera de la Iglesia era la atmósfera de una comunidad maternal. Así pues, una Iglesia llena de solicitud por sus hijos.

Más tarde se sobrepusieron otras imágenes. Eclesia regina,  imperatrix, magistra. sobre todo cuando la Iglesia se ha presentado como potencia al lado de otras potencias, y frecuentemente en conflicto con ellas. En este caso, se daba una importancia preponderante a la institución. La autoridad eclesiástica se colocaba en primer plano. El aparato externo resultaba cada vez más evidente e...invasor con perjuicio de la realidad interior.

Hoy se descubre la validez de la imagen primitiva de la eclesia mater.

Una madre se preocupa de sí misma, del propio prestigio. No tiene necesidad de defenderse.

Una mujer se preocupa exclusivamente del bien de los demás.

Una madre "desaparece", dejando espacio para el crecimiento de los hijos.

Aplicado a la comunidad esta imagen maternal, debemos solamente subrayar: el sentido de la maternidad no se atribuye en exclusiva a la persona de la superiora: No es una función "reservada" a la superiora, mientras las otras deberán ser solamente "hijas": En este campo no pueden dividir las competencias tan rígidamente: Si fuese así, se darían importantes desequilibrios.

Es necesario despertar el sentido de la maternidad en toda la comunidad.

Todos los miembros de una comunidad comunión están llamados a prestar "servicios maternales".

La vida debe ser nutrida, custodiada, alimentada, estimulada por todos.

Extendiendo a la comunidad en su conjunto la función "maternal", se evitan, entre otras cosas, peligrosos efectos  infantilizantes.

Todo esto no es nuevo. "Si se consideran los miembros aisladamente, cada uno de ellos es hijo de la comunidad. Pero si se consideran en la unidad que forman, esa unidad cuyo principio es el Espíritu y la caridad, entonces todos ejercitan, dentro y por medio de esa misma unidad, una maternidad espiritual". ¡Quien habla así es San Agustín.

Así como para una planta la tierra, el aire, la luz, el agua tienen un valor fundamental. así también el crecimiento de un individuo el ambiente vital tiene tiene un valor insustituible. Este ambiente lleva al ser el alimento que necesita. Estimula, despierta, sostiene. Nunca lo repetiremos suficientemente: una sana atmósfera comunitaria posee cualidades maternales.

Sólo en este sentido la comunidad es verdaderamente constructiva, edificante.

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Adoración y caridad

legado de la Madre María Jesús

A su Congregación

 


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ALUSIÓN A NUESTRA FUNDADORA Y A LA CONGREGACIÓN

 
 EN EL TRICENTENARIO DE MEDELLIN


En la separata Nº. 5,2 de noviembre de 1975, del prestigioso periódico “El Colombiano” de Medellín apareció el siguiente artículo, dentro de las publicaciones especiales con motivo del Tricentenario de la ciudad de Medellín, que hace alusión a nuestra Fundadora y a la Congregación.

“En 1875 era presidente del Estado Soberano de Antioquia el insigne medellinense don Recaredo de Villa, sucesor del gran Berrío. A principio resolvió fundar una “casa de alienados” y tras una junta recogió la suma de $ 4.466,oo.  En 1878 la corporación municipal dispuso la creación de un “hospital para locos” que comenzó a funcionar en una casa alquilada bajo la dirección técnica del doctor Tomás Quevedo y la administración de doña María de Jesús Upegui, tía de la sierva de Dios Laura Montoya. Estas dos mujeres figuran como servidoras insignes de la ciudad de Medellín, de la patria colombiana y de América. Ambas fundaron comunidades femeninas que son hora de la Iglesia. Doña María Jesús Upegui permaneció por 35 años al frente del Manicomio, sirviéndole ad honorem. Ya había estado administrando el Hospital de San Juan de Dios, había fundado el hospicio para niños abandonados “San José”; y luego el asilo de Ancianos San Antonio. En 1903, en el templo de la Veracruz, en forma solemne, con asistencia del Obispo Joaquín Pardo Vergara, fue inaugurada la Comunidad de Siervas del Santísimo y de la Caridad hoy extendida por todo el país con más de 280 casas y casi un millar de religiosas. Las mayores necesidades en una institución se observan a la hora de la instalación y organización. En 1888 se dio una ordenanza para construir ya un Manicomio Departamental y en abril de 1892 se trasladaron 39 locos al nuevo edificio de Bermejal que estaba medio habitado, donde fue creciendo hasta haber sido por largos años un hospital famoso de la República. Y ya con el nombre de “Hospital Mental”, funciona en Bello desde hace muchos años. La sierva de Dios Laura Montoya dirigió por unos meses el Manicomio del que era administradora su tía María Jesús, fundadora de las Siervas del Santísimo y de la Caridad, que desde los 15 años vivió consagrada a las obras de beneficencia en Medellín. Y su Comunidad preferentemente dirige en Colombia y en algunos países vecinos, también obras de beneficencia.
   
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MARÍA JESÚS UPEGUI 

 
LA DAMA DE LA CARIDAD

 
De los altos de Robledo nace una mujer que va camino a los
 
altares, su nombre: María Jesús Upegui Moreno, hija de
 
Lucio y María Jesús, la cual murió dos horas después de dar
 
a luz a su hija. De este primer matrimonio sólo tiene un
 
hermano, pero su padre contrae nuevas nupcias y nacen 9
 
hermanos. Valdría la pena destacar de allí a María Dolores
 
Upegui: quien será la madre de hoy Beata madre Laura
 
Montoya Upegui.

 
Es María Jesús una mujer humilde y sencilla, se destacó por

el amor a los pobres, en los cuales podía ver, con claridad el

rostro de Jesús y además manifestó durante toda su vida un

profundo amor a la Eucaristía, de donde brota la máxima

expresión de la caridad. Esta Sierva de Dios camino a los

altares, es una mujer de fe inquebrantable, de fuerza y valor

para anunciar a Jesucristo, una mujer misionera que recorre

las calles de la ciudad naciente y descubre en los rostros de


los sencillos la razón por la cual tiene que luchar y trabajar

durante toda su vida.

 
Se comenta en algunos escritos de su comunidad que la

personalidad de la Madre Upegui fue la de una mujer que

nació para ser líder y lo demostró aún en las circunstancias

más adversas de su vida. María Jesús, huérfana de madre

desde las primeras horas de nacimiento, crece privada del

afecto de su verdadera madre. Esta circunstancia y la fuerza

de su vida de comunión con Dios, la lleva a levantarse de su

orfandad y a construirse líder madre de los “sin madre”: los

huérfanos, los abandonados. Apoyada en una vida de fe

providente y fortalecida con la oración eucarística, toma la

iniciativa e influye en personas pudientes y lidera la

fundación, organización y mantenimiento de obras y

proyectos para los sin hogar y los desvalidos. Son muchos

los niños y los ancianos desamparados que encontraron en

ella las entrañas de una madre llena de ternura y calor

humano y, dejando a un lado la timidez, se convierte en una

heroica mujer: dinámica, decidida y valiente. 

 
María Jesús, alimentada e impulsada por una secreta

vivencia de Jesús en el misterio de la Eucaristía, un buen día

dice adiós a la casa paterna, siendo apenas una

adolescente. Se independiza de su familia, después de

consultarlo con sacerdotes sabios, y ofrece sus servicios a

los menesterosos y a los moribundos, prestándoles ayudas

espirituales, constituyéndose así en promotora y

colaboradora de toda obra de caridad y beneficencia surgida

en Medellín en su época.  La compasión y la caridad,

vivencias de su ser, la proyectan como líder o promotora

excepcional de obras de caridad en medio de su pueblo

necesitado durante casi medio siglo. Pero su afán misionero

no se queda allí,  en su interior hay fuego, un fuego que no

se apaga, que la impulsa a fundar una comunidad de vida y

de amor, y es por eso que el 19 de marzo de 1901 funda la

congregación de adoración y servicio: “Las Siervas del

Santísimo y de la caridad”, las cuales perpetúan  su espíritu

en este momento   varios países como Colombia,

Venezuela, Ecuador, Ecuador, Perú, Chile, Brasil, España e

Italia.

 
 Esta noble dama antioqueña murió en total pobreza a los 84 años de edad, sus religiosas esparcidas por muchas partes de la geografía prolongan su presencia en el tiempo, mientras ella disfruta de los premios del cielo. Detrás de cada mujer, bien sea vestida de un blanco deslumbrante, o de un hábito sobrio y elegante de color negro, ambos con una custodia de prendedor en el pecho,  se logra ver las huellas de santidad que ha dejado María Jesús, la mujer extraordinaria, la “Dama de la caridad”, la religiosa santa que entregó su vida por puro amor a Dios y a los pobres.

 
En la plaza Zea, en un sobrio mausoleo, se encuentran los despojos mortales de la Sierva de Dios. ¡Que esta mujer nos enseñe a nosotros a desvelarnos todos los días por querer hacerlo todo de la mejor manera.

 
Pbro. Alexander Pareja Botero

 
(Texto publicado en la página Web de la Arquidiócesis de Medellín)


 

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MADRE MARÍA JESÚS UPEGUI MORENO,

 
UNA AUTÉNTICA PERSONA HUMANA.

 
La Madre María Jesús Upegui Moreno fue una auténtica persona humana que aspiró a realizarse plenamente en la verdadera libertad y en el amor verdadero, consiguiendo un fuerte grado de “personalidad”.  Personalidad humanamente realizada y madura.

 
Profesó en la Iglesia de la virginidad, la obediencia y la pobreza de Cristo; modo de vida, que por extraño que parezca a muchos, es plenamente humano y  que es capaz de forjar personas cabales, libres y responsables, ricas en densidad humana y, por lo mismo, felices. Mujer de fe,  creyente sin fronteras, una verdadera cristiana. Vivió las dos dimensiones esenciales del cristianismo: la filiación – para con Dios y para con María – y la fraternidad para con todos los hombres, su vida todo estuvo impregnada de espíritu fiel y fraterno y estuvo presidida y dominada enteramente por el sentido de la gracia y de la gratuidad por el sentido del amor gratuito y personal de Dios, hecho visible en la persona de Jesús de Nazaret. Amó a sus hermanos y esto experimentaba realmente el amor divino y humano que Cristo les tenía.

 
La sinceridad fue siempre una exigencia  y una amiga fundamental de su vida,  porque era consciente, que las personas tenían derecho a saber lo que realmente se pensaba de ella.  Hablaba directamente a la persona interesada y le decía las cosas con claridad; pero sin juzgar nunca su conciencia y sus intenciones porque sabía que así lo pedía la verdadera sinceridad cristiana.  Fue mujer de diálogo abierto y de activa docilidad de espíritu dejándose iluminar a través de las muchas mediaciones por las que Dios hace conocer su voluntad.

 
Aceptó siempre una postura de profunda humildad al interpretar para sus hermanos los más pobre y necesitados, la voluntad de Dios tó a sus semejantes como hijos de Dios, con sagrado respeto a su persona y a su conciencia.

 
Fue guía, orientadora para todos como verdadera “maestra de espíritu”

 
Escuchaba frecuentemente la Palabra de Dios y se dejó juzgar y salvar por ella: en la Eucaristía, a través del magisterio vivo de la Iglesia, en los signos de los tiempos y por medio del diálogo con sus hermanos, porque sabía que cada uno debe aprender a escuchar a los demás para poder responder a Dios.
La Madre María Jesús Upegui fue plenamente libre:

 
Frente a sí misma,  frente a sus tendencias inmediatas, frente a las opiniones de la moda, frente a los prejuicios sociales, frente a su propia familia y frente a las cosas, frente a la comunidad, sin despreciar nada pero sin dejarse subyugar por nada, ni sobornar por nadie como, como Cristo.

 
Inmensamente fraterna, sencilla sin fronteras, acogedora con la transparencia de espíritu,, comprensiva sin medida, servidora imparcial, alegre, con la alegría de las almas predilectas, sin complejos de ninguna clase, decida hasta el riesgo y generosa por amor.

 
Fue María Jesús Upegui Señora de gran celo sacerdotal, de  piedad y observancia religiosas, delicada de salud pero inteligente y tenaz, mujer excepcionalmente sencilla ;  señora del equilibrio  y de la  integración;  mujer del cielo  y de la  tierra;  a la vez  prudente  y  audaz;   firme   y  flexible;  tierna y fuerte;  serena  y  optimista; fuerte y suave.  Plenamente inserta en el mundo de los pobres, asumiendo sus mismos riesgos, su pobreza e inseguridad, su dolor y su muerte, para dar sentido cristiano a esas realidades humanas,  y viviendo al mismo tiempo de cara inmediata a Dios por la virginidad y la oración, sobre todo- afirmando así la trascendencia y el valor infinito del Reino y relativizando todo lo demás

 
En la vida de esta gran mujer  “emerge el espesor espiritual y carismático su carisma se proyecta hacia los retos del tercer milenio, como lo pueden probar las diferentes facetas de la actividad Upeguiana a lo largo y ancho de la geografía nacional y la puerta abierta en países  de Venezuela, Ecuador, Italia y España con la esperanza puesta de seguir abriendo caminos en otras naciones porque la Madre María Jesús Upegui fue una mujer siempre en “marcha”, cosa admirable, con un verdadero don de  Espíritu Santo que la llevaba a escalar alturas de caridad

 
En síntesis, la Madre Upegui fue la mujer del “SÏ”, mujer de la fidelidad absoluta, de la obediencia a toda costa, de la fe heroica; mujer de atenciones maternas con los más necesitados;  “no sólo con mucha oración sino de distintas formas y maneras cooperó con varias instituciones y asociaciones religiosas.  Mujer de ayer, de hoy y del futuro.

 
“Qué  cualidades o virtudes nos asemejan a la Madre Fundadora? Cuáles nos falta para ser una auténtica religiosa  “Sierva del Santísimo y de la Caridad”

 
( Aporte para una reflexión personal y comunitaria)
Medellín, enero 17 de 2001

 
Hna. Pubenza Escobar Betancur
Sierva del Santísimo y de la  Caridad
                                                                                                              

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UN     MODELO PARA EL SIGLO XXI

 
MADRE MARÍA JESÚS UPEGUI MORENO

 
Y SU MENSAJE DE EUCARISTÍA, SERVICIO Y CARIDAD

La Madre María Jesús fue una mujer predestinada, escogida por Dios para fundar la  Congregación “ Siervas del Santísimo y de la Caridad” para que esta obra se perpetúe haciendo presente el Reino de Dios sobre la tierra. Obediente y sumisa a la divina voluntad; vivió una vida plenamente evangélica, amando y sirviendo a los pobres con espíritu sencillo, humilde, paciente y a la vez firme, abierto a las necesidades del mundo

 
“En cada época y en cada circunstancia de la historia de la humanidad, Dios suscita hombres y mujeres que sean los continuadores de su obra redentora  en el mundo, los dota de carismas específicos para  que conduzcan a su pueblo en el peregrinar de sus vidas”

El Señor  llamó a María Jesús y ella respondió; fue fiel a este llamado y así como Abraham, abandona familia, comodidades y se entrega a una profunda experiencia de Dios. Se abrió a las mociones del Espíritu Santo, a su dinamismo y, con ternura, amabilidad y despojo de sí misma, fue difundiendo la semilla dando respuesta a las situaciones de dolor, abandono, angustia, soledad y de miseria que caracterizan la época. que le toca vivir. Su  espíritu empieza a agigantarse por su inmensa visión de futuro;  Dios llama a esta mujer a velar  por sus predilectos, por los más necesitados y marginados de la sociedad y ella decide seguir a Jesús, en su opción preferencial por los pobres, en Jesús opta por ellos;  los pobres se constituyen en el afán de su vida, ellos necesitan sentirse amados y salvados;  por eso a imitación de Jesús; “su servicio es salvador y liberador; integral y progresivo, parte de sus necesidades vitales, convirtiéndolo en su proceso de educación en la fe y crecimiento en Cristo como actitud permanente de reconciliación con Dios, con el hombre, con el mundo”

“Mujer aguerrida y con valor de apóstol se lanza impulsada por el ardor de llevar la Buena nueva a los pobres; se agiganta, vence obstáculos, salva escollos, pues su único afán es presentar a los pobres, a los que sufren, a los necesitados, a los menesterosos, a los oprimidos, el Misterio del Amor misericordioso del Padre es su  plan de salvación y lo proyecta en un servicio “

Su trabajo es evangelizar desde lo pobres, su misión se cimenta en las bienaventuranzas como signo visible de gracia y salvación para los pobres.  Encarna en su vida, en su hacer, la parábola del Samaritano. Ella,  “desea como el Buen Samaritano que abre su alforja en medio del camino y cura con aceite al que yace tendido  en el suelo, sin pan, sin abrigo, y más que todos sin amigos”
Hna. Pubenza Escobar B.

Sierva Del Santísimo y de la Caridad

 

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MARÍA JESÚS UPEGUI FORTALECE CON SU PRESENCIA ESPIRITUAL

 
 EL CORAZÓN DE LAS SIERVAS, SUS HIJAS

 
La Personalidad de María Jesús Upegui Moreno, forjada al calor de las más sólidas virtudes que hicieron de su vida un Evangelio

Nació la Madre María Jesús Upegui Moreno, en el cristiano hogar de los señores Lucio Upegui y María de Jesús Moreno, en el caserío de Aná (hoy Robledo) el día 4 de Enero de 1837.

 
Mujer de fe inquebrantable que llega a un desprendimiento total de sí misma para entregarse ciegamente a los brazos de Dios.

 
Forjó su personalidad al calor de las más sólidas virtudes que hicieron de su vida un Evangelio. Supo amar sin medida y como Jesús, sembró la semilla de la caridad y con su vida ejemplar mostró el rostro de Cristo en los más pobres y despreciados de la sociedad.

 
Su amor la llevó a formar una Congregación de "Adoración y Servicio", siendo éstos las dos columnas solidas en que se apoyaba la Madre María Jesús, pensando siempre en la Adoración a Jesús Sacramentado y en el servicio de los más pobres.

 
Su vida fue un continuo "Visitar" los templos de Medellín de los años 1853 y siguientes, estas visitas eran largas y diarias. Nada ni nadie la podía distraer de el "ratico" que pasaba con su Amo y Señor. Viendo la soledad de los templos durante el día, propuso el establecimiento de los "Jueves Eucarísticos"; estando en adoración ante el Sagrario, si la capilla estaba sola, ella desahogaba  su amor cantando himnos Eucarísticos y su amor a la Eucaristía la llevaba a acompañar a los sacerdotes a llevar el Viático a los enfermos; solicitaba siempre la presencia del Sacerdote con nuestro Amo cuando atendía a los moribundos y siempre procuraba que recibiera los sacramentos

 
Para María Jesús, antes de su Congregación y después de ella, Jesús Eucaristía lo era todo. El nombre dado a su comunidad es otra prueba diciente de su amor a Jesús Eucaristía.

 
Su fortaleza, prudencia, paciencia y una constante espera en los designios amorosos del Padre fueron la encarnación de su humildad que la llevaron a vivir escondida en el silencio de una íntima unión con Dios.

 
Su vida fue de absoluta caridad para con los pobres a quienes consideraba cariñosamente como "miembros dolientes del mismo Cristo.

 
Obras:  En 1878 fundación de un Hospital para locos bajo la dirección técnica del doctor  Tomás Quevedo Restrepo  y Doña María Jesús Upegui.

 
Fundación de un Asilo o Casa de San Antonio: la Casa de huérfanas iniciada en 1882; la Escuela gratuita de San José. La Congregación Siervas del Santísimo y de la Caridad fue fundada por la Madre María Jesús el 19 de Marzo de 1903                       
Hnas. Siervas del Santísimo y de la Caridad

 

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¡SOY TODA DE DIOS!


Sí, Dios mío, Tú me quieres toda para Ti; 
Tú me amas con todo tu amor,
Y quieres que también yo te ame con todo mi amor;
-Quieres que te ame con todo mi corazón,
con toda mi mente, con todas mis energías;
 -quieres   que te ame con todo mi fervor,
con toda intensidad, con todo entusiasmo,
Y es lógico y natural que así sea;
porque de Ti depende la totalidad de mi ser;
de Ti depende la continuidad de mi vida, 
la integridad de mi cuerpo y de mi alma, 
la subsistencia cotidiana, 
y todas mis posibilidades presentes y futuras;
-y si de Ti lo recibo todo,
a Ti me debo toda, toda entera,
sin participaciones, ni reserva egoístas.
Negarte algo de mí a Ti,
sería robarte algo que es tuyo;
sería arrancarlo de su principio y razón de ser;
sería desvitalizarlo, degradarlo, profanarlo.
Pero desgraciadamente, Dios mío,
me he separado muchas veces de Ti;
te he negado o mezquinado mi tiempo;
mis pensamientos, mis deseos, mis esperanzas;
- pero lo que es más terrible aún,
te he negado mi amor,
a Ti te lo debo todo...
Pero esto, Dios mío, ya pasó,
y ahora vuelvo a Ti;
y, aunque Tú no  me lo pidas,
yo por mi propia voluntad quiero ser toda tuya;
no quiero reservarme nada para mí,
-quiero que todos mis pensamientos,
todas mis palabras, todas mis acciones,
no tengan otra finalidad que la de honrarte  y
glorificarte;
quiero que toda mi voluntad
esté puesta a tu servicio,
para querer lo que Tu quieres,
como Tú lo quieras
y dónde Tú lo quieras;
-quiero que mi corazón esté dispuesto en Ti,
para que todo mi ser,
esté en tus manos, 
ahora, ya en esta vida temporal
y luego en la vida eterna. Amén

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oración de la

RELIGIOSA

 
No te pedí, Señor, ni riquezas ni gloria
Pero me has dado lo más hermoso:
Un lugar en tu casa, un trabajo en tu Reino,
tu familia y la plenitud de tu amor.

Creí que seguirte era abandonarte todo
Renuncia total, sacrificio limitado…
En cambio he recibido cien veces más
En todos los aspectos de la vida;
Alegrías y fatigas; gozos y lágrimas;
Empeños y logros; éxitos y fracasos…
Gracias, Señor, por haberme llamado
Junto a ti, sin condiciones,
Y porque tú eres todo para mí.

Virgen María Madre del eterno Sí
ayúdanos con tu amor a dar
respuesta generosa al llamado que 
tu Hijo nos hace,
Amén

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Reverendísima Madre
María de Jesús Upegui Fundadora 
de las Siervas del Santísimo y de la Caridad


Quien cimentó la Congregación
en el amor a la Eucaristía y los
miembros del  Cuerpo Místico de Cristo



Alma Grande y generosa, en quien encontraron eco desde sus primeros años, las palabras divinas pronunciadas en la última Cena por el Eterno y Sumo Sacerdote y repetidas cotidianamente por sus Ministros: "Hoc est enim Corpus meum".

La Madre María de Jesús colmó la alegría de su cristiano hogar, sonriendo por primera vez a sus piadosos progenitores, en el alborear de un día de 1837. Desde entonces, su buena madre sembró en ella el germen de la virtud y especialmente de la caridad. Esplendorosa amaneció la mañana de su Primera Comunión. Engalanada de blanco, imagen de su alma, se acercó al Banquete Eucarístico. Los ángeles del Cielo debieron contemplarla y no dudaron que en ese cielo debieron contemplarla encantadora y no dudamos que en ese momento sublime Jesús confió a su oído el secreto que guardaría en su corazón hasta que sonara la hora de emprender la obra, basada en el dolor y la confianza ciega en la Providencia.

Contaba, 16 años,  cuando, dando rienda suelta a su acendrada caridad, se dedicó a socorrer los pobres, viendo en ello la imagen de de Cristo y soportando humildemente las contrariedades,  que este apostolado le suscitaba, debido a la oposición de su madrastra. En el apogeo de su juventud, busca al desvalido y le brinda con derroche de generosidad, la caridad que desborda su corazón. Aunque el mundo lucha para arrebatar esta alma que será creadora de grandes empresas en el futuro, ella, ella huye de la vanidad de sus falsos halagos, desprecia el ambiente social que la admira y en la primavera de sus 19 años, abandona su hogar para cristalizar con más perfección su ideal de consumirse cual llama votiva en el servicio de los miembros doloridos del Cuerpo Místico. No los abandona hasta hacerles gustar como ella, la gracia divina por medio de los Sacramentos y si mueren, los acompaña en este doloroso trance, fortaleciéndolos con sus plegarias y consejos.

Era lógico que el Divino Sembrador, cuya queja día a día más apremiante: "La mies es mucha, los obreros pocos",  buscara en ella y encontrara esa colaboradora que sin duda ninguna se entregó de lleno al apostolado, presentándole abundante cosecha espiritual. De ahí que la joven en sus continuos coloquios con el Divino Prisionero del Sagrario oyera su voz suave, queda y amorosa diciéndole: "Ven, sígueme...". Desde entonces hizo la entrega total de su voluntad sometiéndola a la divina. En un principio se inclinó por las Carmelitas Descalzas, pero luego se impuso el celo que la consumía por el alivio de los pobres y así surgió ante su vista la apertura del Hospital de "San Juan de Dios", cerrado por motivo de revolución. Aportó para esta empresa gran parte de su herencia y desde entonces las puertas de este Instituto se abrieron ampliamente para recibir a numerosos enfermos. El mismo año, asociada con una buena señora, abrió una casa de niños huérfanos, denominada: "Orfanato de San José".

Su misión, apostólica tenía una vista global y por lo tanto,  los ancianos atrajeron también su atención. Después de orar con instancia para obtener luz y fuerza, abrió la "Casa de San Antonio", que confió a la dirección de la Señora Pastora Velásquez y para subvenir a las necesidades, ella misma colectaba limosna. La fundación del primer Manicomio, tuvo lugar en 1882, según la ley Nº. 127 del 7 de marzo. Dios Nuestro Señor se valió de la pérdida de su razón ocurrida en uno de los benefactores del Hospital. Frente a esta obra permaneció con abnegación sin límites, más de 35 años, como Directora ad  honorem.

Sólida en su virtud, acrisolada en las continuas pruebas, ardiendo en su sagrado celo, entrevé la aurora de una nueva etapa de su vida. Encausar su ideal Eucarístico a la creación de una nueva familia religiosa, ya que las múltiples actividades exigen colaboradoras impulsada por el mismo anhelo. Ya de edad madura, pero con entusiasmo juvenil, inicia la obra, comunicando sus proyectos al Rvdo. Padre Victor Escobar; más lejos de encontrar apoyo, es mal interpretada.

Acude entonces al Excelentísimo Señor Arzobispo, Don Bernardo Herrera Restrepo, quien le prodiga buena acogida.  Consulta a su Confesor, el Padre Valenzuela, S.J. y recibe de él la fortaleza de sus consejos y la certeza de que su deseo es fruto de una vocación sublime y principios de una obra que se perpetuará a través de los siglos.

Ya con la orden de Monseñor Herrera para iniciar la fundación, viene la prueba de Dios, que quiere acrisolar la virtud de su predilecta y he aquí que la enfermedad se interpone entonces, impidiendo la realización de sus proyectos. Espera confiada y cuando la Divina Voluntad lo permite, recibe la ayuda del Rvdo. Padre Jáuregui, consiguiendo sin  dificultad la aprobación del Excelentísimo Señor Pardo Vergara. Comienzan con los Ejercicios Espirituales y las Fundadoras se consagran a la vida religiosa con edificante celo y fervor.

La radiante mañana del 24 de mayo de 1889, en el profundo silencio y recogimiento de su misma casa, se eleva la primera Hostia y el Cáliz, uniéndose al Sacramento incruento de Cristo, el sacrificio de las almas que se olvidan y se entregan por el bien de los desvalidos.

La nueva Comunidad sigue su vida de trabajo y oración, de abnegación sin límites al servicio de la caridad, pero una nueva prueba la espera.

En noviembre de 1899, con motivo de la guerra deben disolverse. Durante este periodo la Fe aumenta en el corazón de las Fundadoras y se estrechan los lazos que las unían en identidad de ideales.

Normalizada la situación, reanudan sus labores en una casa arrendada ; después de mes y medio, por falta de recurso,  queda la Congregación sin albergue, mas la intervención del Rvdo. Padre Henao obtiene de las Señoras Velásquez, que deseaban ceder su casa a una comunidad procedente de España, la escrituren a las Siervas del Smo., quedando ellas bajo la tutela de las Religiosas, ya que su edad es muy avanzada y han quedado además prendadas de las virtudes de las Hermanas. Las vocaciones crecen, impelidas  por el ejemplo de las Religiosas y deben por tanto buscar un local donde trasladarse, que posea más ventajas y amplitud. Pronto se soluciona esta dificultad, y se inicia un poco más tarde la construcción de la Capilla.

El Excelentísimo Señor Pardo Vergara aprueba el reglamento y así la Comunidad toma nueva vida, siendo inaugurada el 25 de junio de 1903 con toda solemnidad en la Iglesia de la Veracurz.

Oficia el Santo Sacrificio de la Misa el Excmo. Señor Pardo Vergara y pronuncia una elocuente homilía relativa al acto, el Rvdo. Padre Javier Muñoz  S.J. Ante la Divina Eucaristía expuesta, las Siervas reciben su insignia que llevarán sobre el pecho, predicando al mundo el amor al Santísimo Sacramento, objeto de su apostolado. Y desde entonces, la nueva familia religiosa, comenzó oficialmente a dedicarse a sus enfermos, pobres y moribundos, "haciendo el bien por donde pasa", a imitación del Divino Modelo.

El diciembre de 1903, resuelta la Toma de Hábito por el Consejo Directivo y aprobada por el Excelentísimo Señor Arzobispo, después de un retiro preparatorio, predicado y dirigido por el Rvdo. Padre Victor Escobar y los Sres. Presbíteros Henao y Correal, en la humilde casa que les servía de Convento, el día 26. a las 12 vistieron la  Santa librea que las distinguiría como SIERVAS DEL SANTÍSIMO Y DE LA CARIDAD. Desde entonces, la Madre María de Jesús Upegui, recibió el nombre de Juana Josefa María del Santísimo Sacramento. El Te Deum y Magnificat de acción de gracias que finalizaron esta ceremonia, fueron los himnos que del alma de la Sierva se elevan desde entonces sin interrupción a su creador.

Una nueva prueba viene a atribular la Santa Fundadora, Se encuentras nuevamente sin recursos para pagar el alquiler de la casa. Comunica su preocupación al Vicario General y cumpliéndose una vez más las palabras: "Los que ponen en el Señor su confianza no serán confundidos", obtiene este ilustre Sacerdote, de la Señora Isabel Sierra una casa que al fin escritura a las Siervas, prendada de sus buenos ejemplos de sólida y constante virtud. Ya sin inquietudes por este motivo, serena y valiente, la Madre Fundadora continúa dirigiendo a sus hijas y viendo complacida en el ocaso de su vida cómo crece y se multiplica la semilla.

Por este tiempo cede el cargo de Superiora General, a la Rvda. Madre Filomena, pues ve que sus fuerzas, como también su vida, se se extinguen poco a poco y ya libre de responsabilidades, se dedica a la oración profunda y continua, al trato familiar con el Esposo, cantando el " CONSUMATUM EST", pues su vida ha llegado al final y Él la espera para celebrar las eternas nupcias tan anheladas.

Y...la vemos dormirse dulcemente en el Señor, a los 86 años de edad. el día 7 de julio de 1921, legando a su  ya numerosa familia religiosa, el amor a la Divina Eucaristía y la caridad sin límites, que la llevó a consumirse cual lámpara votiva  en bien de la humanidad.


Hna. Sierva del Santísimo y de la Caridad


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LA  SANTA  VOLUNTAD DE DIOS

Qué importa Jesús mío, que esmaltes mi camino con flores perfumadas,
¡qué importa si al contrario, mi senda hallo sembrada de espinas de dolor!...
las unas y las otras, viniendo de tu mano, bendita y adorada,
¡ las tomo con cariño, las beso con amor!...

¡Qué importa que la noche me envuelva entre los pliegues oscuros de su manto!
¡qué importa que mi alma se vea sumergida en mares mil de luz!...
¡Jesús, amarte y complacerte es lo que quiero tanto!
haz de mi lo que quieras, dulcísimo Jesús!...

¡Qué importa que mi barca navegue venturosa en deliciosa calma!
¡Qué importa que las ondas, luchando enfurecidas la quieran destruir!...
Señor. como Tú quieras, navegaré tranquila llevándote en mi alma,
y anhelaré tan sólo tu voluntad cumplir!...

¡Qué importa en la cima del Gólgota, Tú pongas Jesús mío,
Qué importa que al contrario, la fijes en la cima brillante del Tabor!
¡Señor, donde Tú quieras, hacer lo que desees es todo lo que ansío,
hacerlo a cada instante y sólo por amor...!

¡Qué importa que a mi alma de tiempo no le quede más que una sola hora...!
¡qué importa que mil años la quieras desterrada, Jesús, tener aquí...!
haz de mí lo que quieras, tu voluntad divina mi corazón adora,
de hoy y para siempre, dispón  Jesús de mí...

Ni flores perfumadas, ni espinas punzadoras, te pido Dulce Amante,
ni goces, ni dolores, ni noches tenebrosas, ni bella claridad,
ni calma, ni borrasca, ni vivir muchos años, ni siquiera un instante,
¡tan solo que en mí se cumpla tu santa voluntad...!

¡Qué importa si no quieres que encuentre en mi camino un corazón amigo...
qué importa si hallo muchos que latan como el mío y me den su afección...
Señor, como Tú quieras, ser tuya es mi divisa, el fin que yo persigo,
y sólo para amarte guardar mi corazón...!

¡Qué importa que en un lecho, clavada entre lamentos, mi alma se consuma!
qué importa que en mis días experimente sólo salud y bienestar...!
Jesús,  haz lo que quieras, que en mí te glorifiques es mi delicia suma,
no sufre ya, Dios mío, el que te sabe amar...!

Qué importa, si apoyada en Ti, capaz me sienta  de todas las empresas,
¡qué importa si humillada, yo sienta mis miserias, mi nada, lo que soy...!
Señor, lo que Tú quieras, con fuerzas o impotencia, alabe tus grandezas,
¡a Ti te dé gloria y me anonade yo...!

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Cristo es mi Prometido

 
Una
VISITA AL MONASTERIO

Detrás de ella, a poca distancia, se encontraba una puerta lateral  de la Capilla. El acceso era libre a esta hora; ella entró. No distinguió casi nada al principio, entre los pilares una sombra maciza con pocas vidrieras, parecía luchar dulcemente contra su luz; vio bóvedas, una nave con los lados bajos. El coro muy oscuro estaba cerrado por altas rejas; por encima del altar una llama suspendida brillaba en una lamparilla roja, entre cadenas doradas.

 

En este estrecho decorado, a los contornos velados e inciertos, volvía a encontrar, en medio de otro silencio familiar,  los mismos profundos abismos. Le pareció que su emoción de los minutos precedentes desaparecía que ella volvía extraordinariamente dueña de sí, guardando solamente en el espíritu una fuerza superabundante e ideas que se sucedían con esplendor y rapidez. Ella oró. Delante de sus ojos chispeaban aún, como un tesoro extendido en medio de las tinieblas, la visión de los campos áridos. Entonces ella aspiró a ser a su semejanza, como ellos, entregada al infinito, despojada de todo lo que pudiera ser obstáculo. ¿No era tiempo? ¿No había deseado y esperado bastante?. La hora había llegado; era  preciso; ella podía;  fue presa de un deseo casi cruel de heroísmo y de sacrificio y  le pareció que en este minuto ella arrancaba de sí todo lo que apartaba aún del orden divino.

Así, entre tantos sentimientos viejos que ella desgarraba, se encontró roto este apego que desde muchos meses la había hecho sufrir tanto, y cuando ella tuvo la sensación cumplida, se encontró como sobre una alta cima de donde veía muy debajo de ella, débil y casi incomprensible ese amor humano. Esta vez era una separación definitiva, real; ya no eran más estos balbuceos, estos ensayos; ella tenía la certidumbre, y si era preciso, la imagen ardiente de los campos monásticos entre ella y este adiós una eterna intercesión.

Después de este amargo combate con ella misma, acogió, apretó contra ella esta certidumbre,  victoriosa, cuyos raudales la inundaban como una bella sangre bermeja. En seguida ella bajó la cabeza y esperó...Entonces se vio triunfante del más grande de los deseos,  acababa de romper toda alianza con el orden de las cosas naturales. Lo que desde  algunos meses ella había huido, compadecido, maldecido, yacía delante de ella, inanimado. He ahí que ella había pasado el umbral de la pureza maravillosa...Libre, ligera, viva, con un arrojo de juventud y de alegría se sentía transportada por encima de sí misma en el dominio del más alto conocimiento y del más grande amor. Hija de otro universo, ella avanzaba, dejando caer a sus pies como un vestido viejo y miserable todas todas las imágenes de ésta.  Ella volvió los ojos hacia el pasado, siguió de una mirada el largo camino recorrido durante algunos meses de prueba, vio todo lo que había aprendido, adquirido, conquistado, cómo había sido transformada, engrandecida; y entonces en su corazón surgió de repente un grito de reconocimiento hacia el dolor...Pronto pensó que era tiempo de salir; ganó la puerta principal de las capilla, la abrió, y se encontró sobre el atrio que dominaba el patio. Se quedó allí un instante, los ojos heridos por la luz del sol que brillaba fulgurante.

De regreso a casa, pensó en continuar su ruta por un camino diferente, un ideal sublime, noble, grande. Ese ideal no era otro que el de la vida religiosa que se le ofrecía ahora en todo su esplendor, el de pureza y santidad. Y desde entonces se consagró ahora al Amado, en quien no existe sino fidelidad y  amor de sacrificio, hasta la hora bendita, en que pudo decir, bajo la nívea toca y el negro hábito, símbolo de la muerte al mundo y la blancura de su alma endiosada, para mí: SOLO DIOS...De ÉL es mi alma ahora, siempre, hasta la ETERNIDAD...

 
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REVERENDISIMA MADRE
FILOMENA DEL SAGRADO CORAZÓN
SEGUNDA SUPERIORA GENERAL

PRELINARES

 
Larga y colmada de bendiciones había sido la vida de nuestra amada Fundadora. Cuando esta alma grande se durmió en el Señor había cumplido al pie de la letra el programa que se había propuesto. A quienes debían sucederle en la dirección de su obra y gobernarla a través de los tiempos, dejó la tarea de marchar resueltamente por el camino  que les había trazado, camino como el de Cristo, sembrado de espinas, bordeado de cruces, pero, dirigido por esto mismo hacia una meta sublime, divina!

 
Y qué bien cumplió esta tarea la Reverendísima Madre Filomena del Sagrado Corazón. A  más, de haber vivido y sufrido con la Madre María Jesús, de haber sido su confidente y estar imbuida en el mismo espíritu, se puede constatar que Dios la había suscitado especial para la época y vicisitudes de su tiempo, ya que la Comunidad en aquel entonces necesitaba una Superiora que mantuviera enérgicamente las posiciones adquiridas y supiera defenderlas, ya contra los ataques de los enemigos de fuera, ya contra el desaliento que podía fácilmente apoderase de las almas que no ignoraban las pruebas que habrían de soportar.

NACIMIENTO E INFANCIA

 
Corramos con mano filial el velo del pasado. Transportémonos en espíritu a la población de Amalfi, rincón privilegiado de la cristiana tierra antioqueña. Cuán cierto es que nuestra vida, aunque se inicie en el fondo de un valle, poco a poco, dirigida por Dios, empieza la ascensión, hasta llegar a una cumbre más o menos elevada, según su divino querer  y la correspondencia fiel a la gracia por parte nuestra.

 
Por esto, encontramos una hogar sencillo, pero piadoso, de costumbres patriarcales, constituido por los esposos José maría Giraldo y Filomena Vargas. El Señor los bendijo el 19 de enero de 1871, con el nacimiento de una niña en quien había puesto ya sus complacencias, pues tenía sobre ella sublimes designios.

 
En la Pila Bautismal, recibió el nombre de Teodosia y con éste el germen de hermosas virtudes que al desarrollarlas más tarde con fiel constancia, la harían engrosar las filas de aquella pléyade de almas destinadas a llevar a cabo en su vida grandes empresas, basadas en el sacrificio e inmolación cotidianas.

 
Escasos en verdad son los datos que se poseen acerca de la niñez e infancia de Teodosia. Sabemos que sus padres infundieron en ella el amor de Dios y los pobres; una piedad acendrada, espíritu de fe y de sacrificio, los cuales demostró siempre en su vida de consagrada y en el delicado cargo que hubo de desempeñar por largos años.

LLAMAMIENTO DIVINO

 
“Cuando un alma siente infinitas, incontenibles ansias por llegar a ser todas de Dios, es indicio absolutamente seguro de que Dios ama a esa alma con particular predilección y amor.
Ya en edad madura, Teodosia resuelve ese dulce llamamiento del Maestro, que muchas veces ha oído, pero sea por su humildad que la hace verse indigna de la vocación religiosa,  o bien, por una justificada prudencia, que la hace pesar la gravedad del paso que va a dar, retarda la realización de su deseo, hasta la edad de 28 años, cuando decidida y plena de fervor, se une a la madre maría Jesús Upegui, que en aquel entonces proyectaba la fundación de nuestra Comunidad, cuyos fines serían:

 
1º. Dedicarse al culto del Santísimo Sacramento, acompañándolo cuando fuera llevado a los enfermos;

 
2º, Impedir la pérdida de las almas en el momento de presentarse ante el Tribunal de Dios, asistiéndolas

 
3º. Entregarse de lleno al alivio de los enfermos y necesitados, aún pidiendo limosnas cuando lo exigiere el cumplimiento de dicho fin.

 
A éstos se agregaba el intenso anhelo que consumía el alma de la Madre María Jesús de trabajar por su propia santificación y la de aquellas que quisieran seguirle en tan laudable pero no poco difícil empezar.

 
En sus designios, el Señor ya tenía establecido, qyue Teodosia, cuyos ideales eran idénticos a los de la Madre Fundadora fuera para ésta el brazo derecho y casi desde el principio el timón de la Comunidad. Por esto, cuando se inició por segunda vez la fundación, ya que el primer intento había sido fruatrado por múltiples dificultades y una enfermedad gravísima de la madre María Jesús, Teodosia fue admitidas por ésta con muestras  de benevolencia, ya que abrigaba grandes esperanzas sobre su persona, las que veremos que en ningún modo fuero frustradas.

 
El 19 de marzo de 1899, fue admitida para empezar al día siguiente los Ejercicios Espirituales, con los cuales principiaba la fundación, fruto de doce años de meditación y espera resignada a la divina voluntad, por parte de la Madre María Jesús. Dichos Ejercicios fueron predicados por el Señor. Presbítero Domingo A. Henao, en quien siempre encontró la Comunidad apoyo y consejo.

 
Al finalizar éstos, que fueron hechos por las Fundadoras con intenso fervor y providencialmente al iniciarse la cuaresma de ese año, casualidad permitida por Dios para que comprendieran que esa época se prolongaría para ellas,  fue bendecida la Casa y consagradas la Madre María Jesús y la futura Madre Filomena.

 
Concluyó esta sencilla ceremonia con una hermosa plática del Reverendo  Padre Henao, en la que exhortó a las Hermanas a vivir de acuerdo con el ideal que se habían propuesto;  pasar por la tierra como su Divino Modelo, haciendo sólo el bien, de manera especial a los pobres y almas descarriadas.
PRIMERAS PRUEBAS

 
Empezó Teodosia su vida de apostolado con abnegación sin límites, aceptando con resignación la estrechez y pobreza que se anunciaban como una de las mayores pruebas con que Jesús quería formar para el futuro la escogida.

 
La guerra civil que estalló el 25 de noviembre del mismo año (1899), con sus innumerables calamidades, dio ocasión a esta alma anhelante de inmolarse por Cristo, para continuar su apostolado en circunstancias más difíciles, ya que debió separarse de sus Hermanas, que ya que formaban un solo corazón en Cristo.

 
Con las horas de trabajo, cerca de los enfermos, entrelaza las de oración; una atmósfera de piedad y recogimiento impregna hasta sus más sencillas acciones y renueva constantemente el sentimiento íntimo de la presencia divina, no sabiendo decir quienes la observaban, si su oración trabaja o su trabajo ora.

 
Estos detalles de vida, nos envuelven en una íntima conmoción de respeto, de amor y de gozo, al considerar los orígenes de nuestra amada Comunidad.

 
LUZ ENTRE LAS SOMBRAS

 
Su constancia no quedó vencida, ni menos aún, la esperanza de ver un día cristalizado el ideal que la impulsaba a inmolarse sin reparo.

 
Dios nuestro Señor permite que después de la “tempestad vuelva un poco la calma” y que la vida de su futura Esposa se desarrolle en un lienzo de luces y de sombras, según su Divina Voluntad. Por esto la encontramos radiante de felicidad el 15 de mayo de 1901, alistada nuevamente en las filas, con más valor y energía para continuar en la lucha por la consecución de algo grande, bajo el lema que antaño ostentaban los Cruzados: “DIOS LO QUIERE”…

 
Se somete a cumplir el Reglamento aprobado en 1902 no omitiendo ni el más mínimo detalle. Sabe muy bien que la disciplina regular es la mejor forja para su alma, que considera entonces como un pedazo de mármol en manos del Artífice Divino…

 
Ya ha confirmado con sus actos el temple de su carácter recio, su amor a los pobres y a la Divina Eucaristía. Va a obtener una nueva gracia,  ya que Dios “no se deja vencer en generosidad”. Y le es concedida con siete compañeras más, que no han cejado tampoco en sus nobles intentos.

 
El punto céntrico de la Comunidad, la base de su progreso moral, la causa de su existencia, es el Santísimo Sacramento, a Quien anhelan ver conocido y amado por todo el mundo. Por esto inician el 25 de junio su vida religiosa públicamente, con la celebración del Santo sacrificio de la Misa en la Iglesia de la Veracruz,  oficiada por el Ilustrísimo Sr. Pardo Vergara.
El distintivo de las Siervas del Santísimo no será grabado sólo en su corazón.  El mundo debe conocerla entre todas las Hijas de la Iglesia y por esto les es impuesto el escudo que lleva esculpida la Custodia, pregonando sin palabras el amor a la Divina Eucaristía, que anima ya la naciente Comunidad.

 
El alma de la que más tarde sería la Madre Filomena, se unió más y más en este día a su Jesús. Las palabras alentadoras del Rvdo. Padre Luis Javier Muñoz, a quien correspondió predicar en esta sencilla pero conmovedora ceremonia, se grabaron con más fuerza en ella, acrecentando así su espíritu de abnegación y apostolado, ya que desde esa fecha la vemos entregada por completo al cuidado de los enfermos, de los moribundos y todos aquellos seres que llevaban esculpido en sí el sello del dolor material o espiritual.

 
APOSTOLADO

 
Si en hacer el bien a los pobres, a los enfermos y moribundos encontraba Teodosia Giraldo una de las mayores alegría, no era menor la que gustaba en el apostolado con las jóvenes extraviadas. En esta obra sobresalió por la dulzura y convicción de sus palabras, meditadas antes cerca de Jesús y fecundadas con grandes sacrificios, las que luego caían como benéfico rocío sobre esas almas calcinadas por el fuego de las pasiones.

 
Por eso, entonces,  abrió la Comunidad, por insinuación suya, aunque con suma estrechez y pobreza, una casa para Ejercicios. Era el alma de ella y pedía continuamente limosnas para subvenir a los gastos que éstas requería. Los Ejercicios se daban allí con frecuencia, consiguiendo numerosas conversiones.

 
No podía ser de otra manera, ya que la Madre Filomena y sus Hermanas no omitían ayunos, penitencias y toda suerte de renunciamiento, para alcanzar copiosos frutos.

 
La buena Madre Filomena, sabía que para llegar a la santidad, no era necesario distinguirse por heroicos holocaustos, por magníficas inmolaciones, por sublimes y deslumbrantes sacrificios; no, comprendía que lo único necesario es hacerlo todo con buena intención. De ahí que en sus obras de apostolado tan sencillas y modestas,  prodigaba, aquí una palabrita de amabilidad, de consuelo; tenía para estas Hermanas una condescendencia, una pequeña tolerancia;  se ejercitaba luego en actos de paciencia, en vencimientos de sus gustos, cosas al parecer insignificantes, pero santificadas por la pura y recta intención, trocadas por lo tanto en joyas para el cielo.
NUEVAS ESPERANZA

 
Hasta el día 26 de diciembre de 1903, habían trabajado las Fundadoras, a su cabeza ya la Madre Filomena, que se había unificado desde su ingreso en un mismo querer y pensamiento con la Madre María Jesús, muy enferma y anciana, con el único distintivo del escudo antes mencionado. Ya en la presente fecha fue concedido vestir una especie de uniforme modesto y adecuado a su apostolado, avivando así sus esperanzas de llegar un día a erigirse en Congregación Religiosa, para servir más de lleno a Cristo y a su iglesia.

 
Las obras de Dios se realizan paso a paso, por una ruta carente la mayoría de las veces de luces y de flores, colmada sí, de abrojos y de sombras. Y no puede ser de otra manera, ya que la obra por excelencia, nuestra Redención, fue llevada a cabo regando gota a gota la Sangre Divina, camino del Calvario…

 
¡Surge una nueva pausa en la ascensión a la cumbre!...La Madre Filomena hubo de esperar aún dos años, para obtener la vestición del Santo Hábito. Este fue logrando a fuerza de humildad y de heroica paciencia, el 25 de marzo de 1905.

 
¡Qué luminosa y radiante amaneció la mañana de este día! El Señor concedía a su fiel Sierva un paréntesis en su camino al Calvario, semejante al del Tabor que Él había permitido en su vida para cobrar nuevos ánimos y seguir adelante con la cruz…Así la vemos plena de felicidad y regocijo espiritual, pura como el lirio, ardiente de amor cual lámpara votiva, recibir el Hábito tan anhelado, con 11 compañeras más. Ya da con esto un paso más hacia Dios y se aleja por tanto de ese mundo que repele con sus vanidades y falsías…

 
La ceremonia fue presidida por el Ilustrísimo Vicario Capitular, Víctor Escobar Lalinde, quien impone además nuevos nombres a las que de ahora en adelante se considerarán como Novicias, para desatarlas más aún de la tierra.
El nombre de Teodosia Giraldo cede el paso al de: HERMANA FILOMENA DEL SAGRADO CORAZÓN, que encarna dos amores legítimos y santos: el de su madre, a quien debe la formación religiosa que posee y el de Aquel que ha dejado en su alma una ardiente aspiración a la santidad, por quien ahora se sacrifica sin mengua ni restricción.

 
NUEVA  CRUZ SE YERGUE EN SU CAMINO

 
A partir de esta fecha, surgen nuevas dificultades, incomprensiones y obstáculos que amenazan la piadosa empresa. Pero ella recuerda que “en el combate de la vida, todas tenemos que tomar parte y que la llanura ha tenido que soportar los rayos del sol, que mañana dorará las espigas! Por eso sufrirá con resignación las penas que la preparan a los esplendores radiantes de la eternidad.

La enfermedad, lo avanzada de su edad, las numerosas y continuas pruebas por las que había pasado la Madre María Jesús Upegui, nuestra cara Fundadora, tenían ya por el año de 1907 minada su salud. Esa existencia tan preciosa para Dios, conocedor de su verdadero valor y grandeza espiritual y para sus Hijas, se extinguía lentamente colmándolas de angustia y dolor. Ella misma, juzgó prudente dejar en manos de la Hermanas Filomena su cargo de Superiora General, con anuencia del Consejo de la naciente Comunidad, integrado por los Señores Presbíteros: Víctor Escobar, Vicario General; Domingo Antonio Henao, Párroco de la Veracruz y Ricardo Pastor Correal Párroco de San José, eximios Sacerdotes, a quienes recuerda la Comunidad con sincera gratitud.

 
Las Hermanas que constituían en aquel entonces la Comunidad, no tuvieron el menor inconveniente en reconocer por Superiora a esta madre bondadosa, que había sido para ellas un modelo de caridad y la más apta para llevar tan pesada cruz, que en esos momentos les deparaba la Divina Providencia.

 
Debido al decreto de su Santidad Pío X, por el cual prohibía en esa época a los Señores Obispos erigir Congregaciones, fue suspendido el ingreso de nuevas Postulantes, afrontando la suma pobreza y demás dificultades, el pequeño número de Hermanas, que habían vestido el Santo Hábito en 1905. Sin embargo,  la Madre Filomena, siempre de acurdo con la Madre María Jesús que vivía aún, soportando los dolores de su penosa enfermedad, gastada en el servicio de Dios,  continuaba con el mismo celo su apostolado cerca de los pobres,  y de todos los que la necesitaran, animando con el ejemplo a sus Hermanas.

 
NUEVOS SACRIFICIOS

 
Como el fuego purifica el oro, así el dolor destruye en nosotros toda mancha, para que quede en el fondo del crisol la parte la parte mejor de nuestras almas.

 
Transcurría el año 1913 y a pesar del buen espíritu que se constataba en la Comunidad, como lo afirman estas líneas que encontramos en una carta del Reverendo P. Fray Jesús Fernández, dirigidas al  Reverendísimo P.  Fray Enrique Pérez, Vicario General de Agustinos Recoletos:

 
 “Las que hoy se titulan  Siervas del Santísimo, han continuado muy bien y trabajan y trabajan con laudable celo”, a pesar de esta afirmación de labios autorizados, el cáliz parecía llenarse hasta las heces.

 
Ya en noviembre  del mismo año pensó el Ilustrísimo Señor Manuel José Caycedo, refundir la Comunidad de las Siervas de María, el pequeño grupo de Siervas del Santísimo.

 
Firmes en la prueba, pronunciando con María el Fiat doloroso que le pedía la obediencia, la Madre Filomena oraba y esperaba, no sin profundo dolor al ver que la Madre María Jesús en los umbrales de la eternidad, contemplaría derribarse el edificio que tantos sacrificios le había costado, y cuyas bases al menos ya creía firmes.

 
En esta ocasión mostró una vez más el espíritu de fe que guiaba sus actos. Con frecuencia se dirigía al Vicario de Cristo, para solicitar hasta el más insignificante permiso. Así obtenía con gran alegría de su parte, la gracia de tener el santísimo uno o dos días en la casa que habitaban, y conservarlo expuesto medio día, recibiendo luego su bendición. Estos eran para a madre Filomena los días más felices de su vida. Cerca de Jesús se sentía fuerte, maduraba sus proyectos, calmaba sus angustias y renovaba su total entrega y sumisión a la Divina Voluntad que aún no se manifestaba  clara.

 
Su humildad también se reveló una vez más en noviembre de 1914, cuando recibió la orden de pedir limosna para el viaje de las Siervas de María, congregación que pensaba el Ilustrísimo Señor Caycedo traer de España, para unirla, como ya se dijo, a las Siervas del santísimo. Ella obedeció en silencio, respetando las decisiones de su Superior, a quien rendía profunda admiración.

 
En los años siguientes, encontramos como pruebas de su virtud sólida y convencimiento de que Dios la quería trabajando según el espíritu de la Madre Fundadora, numerosas cartas dirigidas al Señor Arzobispo, solicitándole el permiso de mantener la Divina Eucaristía en la Casa, aunque fuera por determinado tiempo. El Ilmo. Señor siempre paternal y bondadoso, le concedía gustoso estos permisos, pero por un tiempo tan corto, que la madre sufría intensamente, ya que cada separación del Celestial Esposo se llevaba un girón de su alma.
Consiguió además la gracia de que en su casa se celebrara la Santa Misa dos veces al mes y fuera confesada con sus hermanas allí mismo. También el Señor dulcifica los días de tribulación que se suceden sin tregua,  inspirando al Sr. Arzobispo le conceda además el permiso para hacer los Ejercicios Espirituales en compañía de sus Hermanas, terminándolos con la bendición solemne.

 
En estas pausas de espiritual recogimiento, hacían, tanto la madre como sus hijas, acopio de fortaleza para continuar con la  lucha por la consecución, al menos de la reapertura del Noviciado, ya que las solicitudes para atender enfermos eran numerosas y el reducido grupo de Hermanas, no alcanzaba a dar cumplimiento  con sus compromisos.

 
Sin embargo,  ¡los caminos de Dios no son los nuestros! Él quería seguir ofreciendo el cáliz de la amargura a su predilecta y así parece sordo a sus ruegos, permitiendo que los Superiores Eclesiásticos continúen en silencio, ese silencio doloroso que también Nuestra Señora tuvo que soportar en su total sometimiento al querer divino.

 
Bien podía decir la Madre Filomena como  Musset: “El hombre es un discípulo, el dolor su maestro. Sin dolor, nadie tuvo de sí conocimiento. Es forzoso en la vida el bautismo cruento del dolor, pues la dicha sólo viene a este precio. Si ha de dar fruto el campo, necesita de riego…”

 
A la espera, sigue una humilde insistencia, hasta que recibió el 11 de julio de 1917, el permiso de albergar en la Casa, la Divina Eucaristía. El fervor con que se prepara para el día 20 del mismo mes, no se puede expresar con palabras, ya que las intimidades de las almas, sólo las conoce Dios…

 
Este Dios escondido, anonadado en una Hostia, ha venido a morar con ella. Es en adelante su Tesoro, aviva esperanzas, impulsa su actividad, y la escucha, cuando regresa cansada a sus pies después de un día pasado en el trabajo y la prueba. De allí siempre se levanta en paz, esa paz que Él sólo sabe dar y en ella sumerge su alma, dispuesta a seguir en la brecha hasta que Él quiera…
ENTREGA TOTAL

 
El año 1919 comienza presagiando mayores triunfos espirituales, únicos anhelados por la Madre Filomena.

 
El grano de trigo ha muerto, está produciendo su fruto y es preciso que éste cobre mayor vitalidad. Lo sabe el Señor y lo quiere.  Por tanto, como es un beneplácito, consiente en que el Señor Arzobispo, su instrumento en el dolor y en la alegría, dé permiso para emitir los Santos Votos de Pobreza, Castidad, y Obediencia, que la hace una verdadera  Consagrada y la presentan al Eterno Padre como otra víctima inmolada por los miembros del Cuerpo Místico.

 
Esta gracia colocó ya su alma en la cima de una realidad palpable y viva, desde donde miró el pasado para ofrecerse como continua reparación por él, ya que así se lo pedía su humildad sincera; contempló el presente, para vivirlo a la luz de Dios y fijó la vista en un porvenir pleno de esperanzas, cimentado en la roca firmísima de una cruda y dolorosa experiencia. Este hecho ennobleció más su vida, exaltó su ideal, le comunicó vigor y dejó su alma sumida en las más íntimas y amorosas contemplaciones, cuya resonancia tenía vibraciones de eternidad.

 
DOLOROSA PARTIDA.

 
El 7 de julio de 1921, la juzgó el Señor capaz de un nuevo sacrificio. La muerte de la Reverendísima Madre María Jesús, anegó su alma en un mar de dolor, que parecía sumergirla, ya que si a la verdad, hasta ahora,  durante 14 años había llevado la dirección del Instituto, lo habrá hecho apoyada en la que era vida y alma de éste, en su Madre, y obedeciendo al pie de la letra sus indicaciones, no dejando sin realizar ninguno de sus proyectos.

 
Al pie del Sagrario pasa largas horas, pidiendo luz, resignación y consuelo…Allí aprende que: “Estos muertos que lloramos con incesantes lamentos, no están muertos sino ausentes”…ausentes en el cielo…”Esta realidad, la conforta, ya que parece sentir desde ese día la palpable intercesión de su buena Madre en todos sus actos. Ella, sin duda, allá en la Gloria, ha pasado a ser una poderosa intercesora para la Comunidad que engendró en el dolor.

 
Las Hermanas le reiteran una vez más su obediencia y unida por los vínculos del amor a Cristo, continúan trabajando bajo su acertada dirección por el desarrollo de su Comunidad.
Pide consejo al Ilustrísimo Señor Arzobispo, a los Sacerdotes interesados en la Institución y continúa el camino emprendido, tomado por norte y guía  la obediencia, y ya sabemos que dicha virtud “hace milagros”.

 
Prueba de esta verdad, es que por varios años, a pesar de la suma pobreza en que vivía, sostuvo cuatro Seminaristas que alcanzaron luego la cumbre del Sacerdocio, privándose tanto ella como sus hijas, muchas veces del alimento indispensable.

 
Esta caridad, podemos decir, heroica, dadas las circunstancias en que la efectuaban, la premió más tarde el Sumo y Eterno Sacerdote, fiel a sus palabras: “Todo aquel que diere una vaso de agua en mi nombre, no quedará sin recompensa”.

 
En este mismo año 1921, obtiene licencia para recibir tres postulantes. En el horizonte surge un rayo de esperanza… pero, es sólo una ráfaga que pasa fugaz y vuelve a esconderse entre las sombras…!

 
Siguen 11 años de aparente inactividad, ya que no se le  permite  recibir más vocaciones. Sin embargo en este lapso de tiempo no interrumpió sus obras de apostolado. Antes bien, se dedicó con más ahínco a trabajar en ellas, no dudando un momento de la Divina Providencia, como lo confirma el siguiente párrafo de una carta dirigida  por el Señor Presbítero Rafael Duque al Rvdo. P. Uribe, residente por entonces en Roma. Dice así:

 
“Lo que admira es que tantos años y con toda la adversidad encima, no hayan acabado con la obra. Si esto no es heroísmo en la esperanza, declaro que ignoro en qué consiste el heroísmo de una virtud pues hay aspirantes a Novicias que llevan años de vivir en la Comunidad, con esperanzas de hacer Noviciado. Y si esto no indica la mano conservadora de Dios, declaro que no conozco acción más providencial para detener la destrucción de una obra condenada a la ruina por los cálculos humanos más prudentes,, pues ha llevado la obra en sí el germen de la destrucción, pues imposibilitada para abrir Noviciado, claro es que no hay Comunidad que pueda subsistir, ni durar el tiempo que cuenta la de las Siervas  viviendo de esperanzas marchitas, Dios no alienta lo que no ha de tener vida y vida larga”.

 
Y en otro párrafo de la misma carta agrega:

 
“He tocado a las puertas de las Comunidades extranjeras y las he hallado  cerradas por nimios escrúpulos y vanos temores; se teme a las madres  de esas desgraciadas muchachas (hace referencia aquí a las hijas de mujeres extraviadas, que recogía la Madre para arrancarlas al mal) y las Siervas por una Providencia de Dios no abrigan esos temores, porque ellas entran a los antros del mal si escándalo de nadie; se ganan el cariño de esas mujeres y así logran arrebatar al demonio almas inocentes”.

 
Y ¿quién sino la  Madre Filomena, había sido la impulsadora de esta obra meritoria entre todas?

 
Nos parece del caso citar además otro aparte de la misma carta, en la que se puede ver la estimación a que se habían hecho acreedoras la Siervas por parte de la ciudadanía. Es el siguiente:

 
“Cuando las Siervas salieron a recoger dinero para atender a la venida de la otra Comunidad, hasta personas piadosa se negaron a dar un centavo, y las pobres no alcanzaron a colectar ni $200.000 en toda la ciudad. Todos protestaron, porque no alcanzaban la razón justificativa para suprimir la Comunidad de aquí y sustituirla por una extranjera”.

 
“No he variado de opinión, y  Sacerdotes como el Dr. Sierra, piensan conmigo. No fueron las Siervas, quienes primero iniciaron los Ejercicios encerradas para mujeres malas?  Y no han sido ellas las Catequistas de esta obra, entrando en los tugurios del crimen? No hace 8 meses dirigí las dos tandas y hace más de doce años que los iniciaron. Y lejos de haber producido  escándalo,  se han ganado el cariño de todos, hasta confiarles el Hospicio, alegando los miembros del Consejo, que si no eran ellas las encargadas lo pondrían en manos Laicas”

 
Por esta carta transcrita textualmente en algunos de sus párrafos , se puede apreciar el espíritu que animaba a la Madre Filomena y a sus compañeras, quienes continuaban día tras día en su vida abnegada y confiando totalmente  en Dios, que no se haría sordo a sus súplicas.

 
Así lo comprueba el permiso concedido por fin en septiembre 30 de 1932, para recibir personas probadas, que dieran esperanzas de santificación,  según los fines de esta santa Institución”.

 
Estas líneas son tomadas de una carta enviada a la Madre Filomena por el Rvdo. Padre Enrique Uribe, Canónigo Secretario del Arzobispado.

 
OCASO DE SU VIDA. El corazón de la Madre Filomena, rebosaba de santa alegría con la obtención de este permiso, que venía a desvanecer sus temores y confirmar la bendición de Dios sobre el Instituto. El 18 de julio de 1933, contempló una nueva Toma de Hábito, que sería para ella la última, ya que su vida después de haberse consumido totalmente en aras del amor a Cristo, a los pobres y a la obediencia, empezó a extinguirse poco a poco.

 
Desde esa fecha, parece que Jesús quiso pedirle la consumación plena de su donación total, el cáliz del dolor rebosado tronchando su meritísima vida, sin tener antes la dicha también ansiada de ver la Congregación ostentando el Decretum Laudis, por cuya obtención trabajó con el celo y tesón que había luchado tantos años por la reapertura del Noviciado.

 
Y empezó la lamparita a apagarse junto al Sagrario nuevo, porque pronto habría de brillar en el Templo de los cielos.

 
En sus últimos días su ejemplo continuaba persuadiendo a las Hermanas que sufrían con ella, a que se levantaran más y más a un alto nivel sobrenatural, para que pudieran comunicar a las almas el amor Divino.

 
En una vida así orientada, no podía haber deserciones ni estancamientos; cada día daba una nueva lección y mayor luz, para alcanzar la sublime vocación a que habían sido llamadas: la santidad.

 
Entonces, parecía decir con la paz y tranquilidad que se reflejaban en su semblante:

 
¿“Qué más pude yo hacer por nuestra obra, trabajando no más que para Dios? Ahora, ya está muy cerca mi martirio, moriré destrozada como el lirio, que al cardo que le hirió primero aroma”, Mas, las penas y amarguras del Maestro, son el néctar divino con que se salvan las almas y solamente hay redención, cuando aflora en nuestro cuerpo material o en el espíritu, la sangre redentora.

 
Por esto, ya en su lecho de muerte, debió saborear una nueva amargura, como fue la de oír la extraña propuesta referente a pasar la Comunidad al Hospital San Juan de Dios y ceder el local que habitaban, conseguido a consta de tantas privaciones y sacrificios, para fundar allí una Comunidad de “Veladoras”.

 
En tan doloroso trance,, además de confiarse al Divino Corazón, acudió, con la sencillez y la humildad que la caracterizaban, a pedir consejo y exponer sus temores, al Rvdo. Padre Rafael Duque, fiel y sincero amigo, en quien la Comunidad encontró siempre desinteresada ayuda.
Este Sacerdote, que además de ser Capellán, conocía la virtud de la Madre probada en tantas vicisitudes y el valor moral de sus hijas, se opuso rotundamente a ello, como lo confirman extractos  de una carta suya dirigida al Señor Presbítero Domingo A. Henao, que en ese entonces era otra de las columnas que sostenían la naciente Comunidad y que nos parece deben darse a conocer, no por vana presunción, mas sí como una merecida honra a la memoria de esta Santa madre y demás Cofundadoras.

 
Después de los saludos reglamentarios, la carta empieza así:

 
“Motiva esta carta, la Comunidad de Siervas del Santísimo Sacramento, que tanto debe al celo del único sobreviviente de sus Fundadores, y por la cual me he interesado desde que ocupé la Alcaldía de Medellín, porque apenas entonces vine a comprender todo el bien que había hecho y el mayor que estaba  llamada a hacer.

 
“Pruebas demasiadas ha sufrido la Comunidad y puedo afirmar que en la actualidad y en la historia de las Comunidades Religiosas, no conozco un caso semejante al de las Siervas del Santísimo. Soportar más de 27 años la dura condición de ver cerrado el Noviciado; ver la muerte diezmando las filas sin esperanzas de cubrir los claros que se abrían y no obstante, no sólo perseverar las sobrevivientes, sino desplegar nuevas energías para dar maro radio de acción a la Obra, con  la Caza de la Misericordia y de la Casa de Ejercicios a fuerza de trabajos y privaciones, hasta de hambre casi, me ha parecido y me parece que son manifestaciones bien elocuentes y palmarias de que la obra es de Dios y Dios quiere la prosperidad de tan benemérita Institución. No sólo no ha apagado el Señor “la mecha que aún humea”, ni quebrado la caña frágil del desierto”, sino que cuando menos se esperaba, de nuevo abrió las puertas del Noviciado, que a tanto equivale, como abrir a la Comunidad, las antes cerradas puertas de su prosperidad”.

 
Y continúa: “Cambiada en forma tan substancial la naturaleza de las cosas, ¡por qué pensar en la refundación de la Comunidad de las Siervas del Santísimo en otra que equivale tanto como a matar aquella Institución”?

 
“No alcanzo a explicarme yo, ¿qué móviles rectamente enderezados a la mayor gloria de Dios, puedan inducir a querer y procurar la desaparición de las Siervas,  para que a costa de los bienes conseguidos por ellas y no de cualquier manera, sino con sudores, privaciones y sacrificios, como le consta a S.R. mejor que a nadie, porque ha sido el Padre único durante largos años, vengan otras Comunidades a establecerse en Medellín. Y digo:  A costa de los bienes conseguidos por la Comunidad de las Siervas, porque ya desde antes de su gravedad, me había referido la Madre Filomena, la proposición que se le hizo de pasar la Comunidad al Hospital San Juan de Dios y ceder el local de las Siervas para fundar una Comunidad de “Veladoras”

 
Y la Madre Filomena ya a tiempo de morir, me arrancó la promesa de que unido a S.R. a quien confiaba, como a Padre que ha sido de la Comunidad, a las Siervas del Santísimo, trabajaría yo bajo la dirección de S.R. para defenderles los bienes que a costa de tantos esfuerzos y sacrificios han logrado adquirir y de ayudar con todas mis escasas fuerzas por la prosperidad de la Comunidad, en lo cual tiene ella la más firme esperanza, pero preveía los peligros de nuevos intentos semejantes al que ella hubo de parar y de allí que me arrancara aquella promesa formal.

 
“Sólo me resta manifestarle que estoy a sus órdenes en un todo para  todo lo que pueda interesar a la Comunidad de las Siervas, la Comunidad de mis predilecciones desde cuando era yo un simple laico. La humildad y la abnegación que hube de admirar como Alcalde, trocaron mis antipatías hacia la Comunidad, en respeto y cariño religiosos, en interés y solicitud por ella”.

 
“En los párrafos que acabamos de citar, comprobamos, cómo ésta fue la última prueba que hubo de sufrir la Madre Filomena, como lo dijimos antes, ya en su lecho de muerte.

 
ÚLTIMOS CONSEJOS  A SUS HIJAS
SANTA MUERTE

 
Y  ya sólo faltaba a la buena Madre un breve lapso de tiempo, una parte de su misión por cumplir, y era la de edificar más y más a su comunidad que la rodeaba en los últimos días plena de filial cariño, con el ejemplo heroicos del silencio en la aceptación completa de la Divina Voluntad.

 
Entonces sí que vivió su Misa;  ¡qué elocuentemente predicaba sin palabras, que su cuerpo era la Hostia que ofrecía al Padre desde el altar de su lecho de muerte!...

 
Ni una queja, ni una palabra de reproche, siempre agradecida para con sus hijas que procuraban darle algún alivio; por eso mereció que su muerte tuviera la tranquilidad del sueño dulcísimo.

 
Un poco antes de estrechar su unión eterna con el Esposo Inmaculado, legó su testamento espiritual a la Comunidad, por medio del Rvd. Padre Capellán Rafael Duque, quien la asistía en el supremo trance, y después del cual lo dio a conocer en carta enviada a la Reverendísima Madre Ana Julia, su digna Sucesora, la cual transcribimos a continuación:

 
“Un consuelo grandísimo para mí, en la pena de la muerte de la inolvidable Madre Filomena, es ver la elección de la tercera Superiora  por unanimidad. ¿Cómo pueden las Siervas del Santísimo Sacramento exclamar con el Salmista: ¡Oh Qué bueno  es y cuan dulce habitar como hermanas en la Casa del Señor”.

 
“Y cuánto me gozo yo en ver tan bello espíritu de fraternidad…Y qué bien supieron  responder a los anhelos de la llorada Madre Filomena. Recomiéndeles, me decía, la unión de todas en el Sacratísimo Corazón. Que miren cuánto ha hecho esta pobre Comunidad en manos de una ignorante como yo, a pesar de ser tan desconocida y mal comprendida en sus obras la Casa de las Siervas del Santísimo, porque nunca ha buscado el falso brillo que persiguen las gentes del mundo.

 
“Y si yo, puedo hacer todo lo que hice, mucho más podrán hacer ellas después de que muera, si procuran vivir en santa unión, porque la unión aligera la carga del Superior, mantiene la alegría del espíritu y las obras marchan bajo la bendición de Dios.  Que no piensen más que en el trabajo por la gloria de Dios,  que no se aparten del espíritu de humildad profunda, que es el sello y distintivo de la Casa. Que se preocupen por la salvación de las almas y trabajen en esto sin descanso, sin preocuparse por el dinero (me lo recalcó muchísimo) Que aprendan que la ciega confianza en Dios es lo único que se necesita para trabajar por las almas. Y sino, Padre, dígame Ud. que fue testigo de todas mis empresas, mi ayuda y consejero, ¿qué habría podido hacer yo para establecer la Casa de la Misericordia y la Casa de Ejercicios de Campo Valdés, sin un medio? Dígales que ellas pueden hacer muchísimo más que yo, porque ya pueden recibir Novicias, y que no sufran con mi muerte, , porque estoy segura que con ella la Casa prosperará, pues yo he sido obstáculo para ello (Qué rasgo de humildad tan hermosos en labios de una Madre Moribunda, incapaces de mentir en esa hora, y cómo me conmovió)

 
Dígales que me perdonen y que siempre las amé con todo el corazón, que me dolían como Hijas y que no saben la tristeza que siento  al tenerme que separar de ellas, porque, Padre,  para ellas y por ellas después de Dios, he vivido,  he luchado y he sufrido tanto!  Que no me abandonen la Casa de la Misericordia, que son también mis hijas esas pobres muchachitas y me han costado muchos desvelos y contradicciones y que impulsen la Casa de Ejercicios que ya le falta poco. Padre, ruégueles que no pierdan el espíritu de la Comunidad, el que le dieron sus Fundadores, y así, cuando el personal de las Siervas sea suficiente, ante todo vuelvan a la misión de asistir a los pobres enfermos en sus tugurios.

 
En otro aparte de esta misma carta, agrega el Padre Duque; “De esa alma heroicamente sacrificada sobre la dura cruz del cargo de Superiora, recibí lecciones que jamás olvidaré.  No hay que confundir las perplejidades de su humildad, con la cobardía de espíritu   que jamás la dominó.

 
Y continúa la Madre: “Padre: Dígales a las Siervas que mi último ruego es que al Superiora que elijan, la ayuden como me ayudaron a mí , que la amen como me amaron a mí, que muero agradecida y con el pesar de no haber sabido corresponderles; que tengan la fe en Dios, que bendecirá la Casa con muchas vocaciones, porque yo se lo voy a pedir con toda mi alma.  Les suplico que no se salga ninguna, porque perdería la gloria de lo trabajado y que en el cielo las espero. Padre, al Padre Henao y a Ud.  confío mis pobres Hijas en el Señor: No me las abandonen, ayúdenmelas, que me fueron tan buenas y yo ya nada puedo hacer por ellas…”

 
Hermosas, profundas y conmovedoras, estas sus últimas palabras, que pusieron de relieve una vez más sus virtudes y amor a la naciente Congregación.

 
Había llegado la hora suprema, aquella que había sido trazada abeterno en los planes divinos, y por esto la vieron sus hijas partir silenciosa y humilde como había vivido y con su lámpara bien provista del aceite de la divina caridad, hacia la patria de la eterna luz.

 
La Comunidad la lloró, es verdad, porque la amaba entrañablemente, pero a la vez se alegró  de tener tan eficaz intercesora ante el Señor, no dudamos que desde la Celestial  Sión, obtiene bendiciones incesantes sobre todas sus hijas, quienes diariamente le pedimos la gracia de su paz, de su espíritu de fe y total entrega a la voluntad de Dios.

¡REQUIESCAT IN PACE…!

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REVERENDÍSIMA MADRE
ANA  JULIA
3º. SUPERIORA GENERAL

SU PATRIA –SU NACIMIENTO-
SU ORFANDAD-SU EDUCACIÓN
En el cristiano hogar, formado por los distinguidos esposos, Don Joaquín Márquez y Doña Ana Rosa Rodríguez, vio la luz del día en Bogotá el 16 de noviembre de 1866, una encantadora niña a quien pusieron por nombre RAFAELA. No tenía aún dos años, cuando la mano del Omnipotente, la privó de los cuidados de la buena Madre, quien le dejó impreso en su corazoncito, el sello de la virtud. Sus primeros años como es natural, lo pasó en medio de infantiles travesuras; pero su candor angelical, llamaba la atención de quienes la rodeaban.

 
En medio de las mayores comodidades, creció la niña al amparo de su padre y de siete hermanos. Frisaba en los siete años cuando fue internada en compañía de su hermanita Julia, de ocho años de edad, en el Colegio de la Santísima Trinidad, bajo la prudente dirección de las señoritas Carrasquilla.
Once años contaba, cuando su padre contrajo segunda nupcias con la virtuosa y digna señorita María Jesús Bravo, en Medellín,  a donde fueron traídas por su padre y acogidas con cariño maternal por la esposa de éste, las tres niñas más pequeñas; las mayores habían formado ya su hogar. Allí vivió tranquila, distinguiéndose siempre por sus virtudes, sobre todo por la humildad y la piedad.

 
Quiso su padre que continuara sus estudios y con tal fin la matriculó en la Normal de Señoritas de esta ciudad, en donde obtuvo con lucimiento, el grado de Maestra Superior.

 
SE PONEN DE MANIFIESTO  NUEVAS PRENDAS.
SE DEDICA AL MAGISTERIO

Con la nueva educación recibida, se desarrolló en ella la piedad, a la cual unió gran número de virtudes, que hicieron de su vida el mayor atractivo, para quienes la rodeaban y conocían. De una admirable discreción, de carácter apacible, de trato afable, de modestia sin segundo y de prudencia suma en todas sus acciones, que era la alegría de su padre y de su madrastra.

De claro y delicado entendimiento, era de todos universalmente estimada, y aplaudida. Las primicias de su enseñanza, fueron dedicadas al Instituto de la Merced, en donde trabajó por algún tiempo, para dedicarse luego, en la vida íntima del hogar a ayudar a su madrastra y a educar e instruir sus hermanitos menores, tratando de inculcar en todos la piedad y el amor al estudio.

SIENTE INCLINACIÓN A LA VIDA RELIGIOSA

El Divino esposo había encendido en su corazón la llama del amor a la vida religiosa. Empero, estando su padre gravemente enfermo y escaso de fortuna ya, pues en las continuas guerras había perdido ésta, resolvió quedarse hasta ver el fin de su progenitor, para luego seguir el llamamiento Divino.

Mas, Dios que es el que todo lo encamina, puso una nueva valla en su sendero. Al mismo tiempo del fallecimiento de su padre, quedó viuda su querida hermana Julia, en la mayor pobreza y con seis hijos. Sacrificando nuevamente su ideal de consagrarse por entero al servicio de la humanidad como Religiosa, pide una Escuela, para ayudar a sus seres queridos en tan duro trance.

Dirige la escuela de Copacabana por espacio de siete años y luego regentó una Rural en Rionegro. Como por esta época estalló la guerra de los mil días, se dedicó a dar clases privadas en casa de familia. Terminada ésta, fue nombrada Directora de la Escuela de El Santuario. Durante su magisterio dio pruebas de amor y cariño para con sus discípulos, de una consagración y abnegación sin límites. Jamás salió de sus labios una queja, ni mostró la menor contrariedad en los contratiempos inherentes a su labor. Fue  querida y apreciada de todos, en los distintos lugares en donde ejerció su magisterio.

Fue tal su desprendimiento que el sueldo que devengaba lo entregaba íntegro a su hermanas para solventar los gastos de su casa, llegando hasta rehusar cualquier prenda de vestir que se le ofrecía. Enseñaba más con el ejemplo que con la palabra y ponía especial interés en preparar muy bien los niños a la Primera Comunión.

SE CONSAGRA A DIOS- EJERCÍTASE EN TODAS LAS VIRTUDES Y PRÁCTICAS DE LAS OBRAS DE MISERICORDIA

Cumplida su obra en beneficio de los suyos, estando su hermana trabajando como modista y uno de sus hijos ya iniciado también en el trabajo, para no hacerse sorda a la voz de Dios, quiso ingresar en el Convento de las Hermanas de la Enseñanza, pero fracasaron sus deseos por tener una edad mayor a la que exige el reglamento de esta Comunidad. Sin desmayos sigue, planeando interiormente la manera de llenar sus aspiraciones, siguiendo así la inspiración divina.

El Convento de las Siervas del Santísimo, recién fundado, la acoge. Pues es aquí donde Jesús la quiere para hacer el bien a la humanidad, por medio de la caridad y el amor al Santísimo Sacramento. Así pues, se abraza decidida a la pobreza material, para hacer un acopio de riquezas espirituales.

Dignos de encomio son los años de extremada pobreza que tuvo que soportar en compañía de otras Hermanas Fundadoras, años que vivió con tanta paciencia y alegría que sólo un alma entregada por completo a Dios, como la suya, puede soportar en medio de ayunos y vigilias.

Consolaba a los afligidos y los acompañaba en sus miserias, visitaba a los enfermos continuamente procurando sanar sus dolencias y fortificar sus almas con el recuerdo  de los goces celestiales. Les hablaba con tanta dulzura y unción,  de las verdades eternas, que aún los corazones más empedernidos, se ablandaban al eco de su amable trato y de su dulce voz. Fue así como logró ganar muchas almas para el Cielo.

Innúmeras fueron las familias que recibieron sus favores, ya en lo espiritual, ya en lo material, cuántas oportunas enseñanzas, cuántos sabios consejos,  cuántos actos de abnegada caridad, conocidos sólo de quienes recibían su influencia, pues no gustaba de que sus virtudes fueran sacadas al relieve. En una palabra, su vida fue como un sol benéfico que irradiaba el bien en todas direcciones y en ello sentía su complacencia, encomendándolo todo a Dios.

SU OBRA EN EL CONVENTO
EXACTO CUMPLIENTO DEL DEBER HASTA SU FIN


Colaboradora decidida de las Siervas del Santísimo, a toda hora prestó su contingente a favor de la Comunidad. Las Superioras le pedían su concepto, siempre atinado y prudente, para realizar cualquier obra.

Muerta la Madre Superiora General en el año 1934, y viendo las Hermanas que la indicada para seguir llevando el timón de la barquilla, era la Madre Ana Julia de Jesús, fue elegida unánimemente como Superiora General. Tomó posesión de su delicado cargo en mayo de 1934. En ese entonces, no contaba la Comunidad sino con dos casas, pero aún no estaban erigidas canónicamente, Fue bajo su acertada dirección, cuando empezó a tomar mayor incremento la Comunidad, que hoy cuenta con sesenta y siete casas en distintas partes del mundo: Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Chile, Brasil, México. España e Italia. Desempeñó su cargo con lujo de competencia, distinguiéndose por su acendrada piedad. Suma prudencia y profunda humildad. Fue siempre apreciada y querida de la Comunidad, que veía en ella el dechado de todas las virtudes.

De un corazón de oro era capaz de rechazar a quienes a ella acudían solicitando ser admitidas en la Comunidad. Con cuánta bondad atendía a todo el que a ella se presentaba, intercalando en la conversación máximas de las cuales pudiera sacar algún provecho. Fue un alma privilegiada de Jesús, pues desde el ocaso hasta la aurora de  su vida, pasó haciendo el bien. No dejó de cumplir fielmente los deberes que como buena religiosa le correspondían y por eso en los últimos años privados de la vista material, se hacía llevar por una hermana a la capilla, para celebrar los actos de Comunidad y salir con los ojos de la Fe a los que la luz material le negaba. Con el transcurso de los días se iba acercando a la eternidad, y fue así como en medio de las dolencias propias de su edad, contaba entonces 67 años, se fue extinguiendo su preciosa existencia, tan lentamente como se va apagando la lámpara votiva, que se consume delante del Sagrario.

Sus últimas horas las vivió el 14 de febrero de 1954, día en que rodeada de sus fieles hijas, entregó tranquilamente su alma al Señor, quien seguramente la coronó como a una de las vírgenes que lo siguen muy de cerca en la mansión de los justos, después de servirle por más de 50 años en la Comunidad, dejando en ésta un vacío inllenable y a sus hijas anegadas en llanto, que el dolor de la ausencia hace brotar a raudales. Sobre su querida tumba todas sus hijas deshojamos las flores del recuerdo, y éste ha continuado dirigiendo espiritualmente la Congregación, que prospera día a día ya que tiene en el Cielo tan sin par intercesora.


EN LA MUERTE DE LA
REVERENDÍSIMA MADRE
ANA JULIA

 
¡Oh Madre Triste  y sola se encuentra esta morada,
con un dolor inmenso tus hijas angustiadas
lloramos sin consuelo, esta dura orfandad!
¿Por qué nos dejas Madre?...¡Cuán amarga es tu ausencia!
¿por qué te vas, si era tan dulce tu presencia en la Comunidad?

El  Convento desierto y la selva sombría,
el silencio es profundo y lluvioso está el día
¡faltándonos la Madre,  no tenemos calor!...
Nos faltan tus consejos, bondadosas miradas, 
Nos falta tu ternura, por eso Madre amada,
¡queremos hoy tan sólo gemir y sollozar…!

Al recorrer la Casa, se hielan nuestras almas,
se nos oprime el pecho y se nos va la calma,
porque se siente solo y sangra el corazón…
Y es porque no encontramos la Madre cariñosa
que en paz descansa ahora sobre la fría loza,
pues ha escuchado el “VENI… que le dijera Dios!

Su cama cual reliquia y precioso monumento,
Nos recuerda el martirio, el duro y cruel tormento,
las horas de agonía que en ella fiel pasó…
Allí nos congregamos sus Hijas conmovidas,
y todas presenciamos  su eterna despedida,
transidas de dolor…!

La silla que por todo el Convento la paseara,
Llevando por doquiera la luz de su mirada,
también está ahora quieta, ya quiere reposar…
Y allí en el Oratorio, parece que meditan
los libros ya cerrados, que en rústica mesita
desde su muerte, nadie se atreve a usar…

El cuadro de María la Madre Inmaculada
Que le robó su última y amorosa mirada,
¡su postrimer suspiro, todo su corazón…”
Mirando está su lecho, recuerda tristemente,
que en él se consumiera su cuerpo penitente,
en su inmolación

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REVERENDÍSIMA MADRE
CELINA DE LA EUCARISTÍA
4º SUPERIORA GENERAL DE LA COMUNIDAD

En la vida de Jesucristo, por Monseñor  Bougaud, encuentro una frase impresionante por su verdad y su belleza: “La fisonomía es la transpiración del alma por medio del cuerpo” Es decir,  que el fuego interior,  encontrando estrecha su vivienda , asciende, respira por los poros del barro y traicionando su oscuridad natural, le da destellos de luz y de virtud, cuando ésta tiene dentro su morada. Por eso, hay seres a  cuyo rostro se asoma la majestad del alma para imponer respeto o admiración.

La primera sensación que causa Nuestra Rvdma. Madre Celina es la de grandeza, aunada de una incomparable sencillez. Y  si vamos con el diario contacto, conociendo  una a una las entretelas de su corazón, aparecen el él amalgamada: la caridad, la firmeza y la piedad que hacen de su vida algo muy grande no sólo ante los hombres, sino especialmente ante Dios.

Las Religiosas sin petulancia, nos recuerdan a la Doctora Mística, las Gran Santa Teresa, que contemplativa y activa, trabajadora y santa, era una dualidad de Martha y de María en Betania.  De ella es fiel  imitación Nuestra Rvdma. Madre General. Ella no alardea de misticismo pero lleva doquiera a su Dios; recibe con una piadosa sonrisa la lisonja o el desprecio y castiga las faltas con su propia bondad y caridad sin límites. Y, quienes la han tratado con más intimidad, pueden concluir este perfil que mi pluma apenas se atreve a esbozar.

Hoy dejo su frente majestuosa la nívea toca, sobre su pecho la custodia y al cinto su rosario, presentándola así como la Sierva amante de la pureza, de la Eucaristía y de Nuestra Señora: tres amores que lega continuamente a quienes tenemos la dicha de llamarnos sus hijas.


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                     MARÍA JESÚS UPEGUI MORENO

 
LA DAMA DE LA CARIDAD



 
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María Jesús Upegui Moreno, 
virgen. Fundadora de la Congregación de las Hermanas Siervas del Santísimo y de la Caridad

Por:
Hna. Sierva del Santísimo y de la Caridad

Tantas experiencias de dolor  tan tempranas  marcarían su vida desde el principio, pero no por eso perdió su carácter alegre sino que se iba forjando desde bien pronto en la virtud de la reciedumbre. Se quedó con su  padre Luciano y su hermano Vicencio, y ella tuvo que enfrentarse desde niña a las incomprensiones de su madrastra . Todo  esto hizo que María Jesús madurara mucho su personalidad en poco tiempo, siendo pronto muy responsable y reflexiva como una adulta prematura.

Desde temprana hizo la Primera Comunión, ya ahí le nació su profundo amor a la Eucaristía.

Consciente siempre de que  había que hacer siempre la voluntad de Dios, pues para eso estamos en este mundo. Y esta máxima se le quedó grabada para toda su vida.

Sentía una especial devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen María allí progresando en su experiencia espiritual profunda que le llevó a pedir  a realizar obras de caridad , buscando siempre con ahínco saber  cuál era la voluntad de Dios sobre ella.

Se fijó en un acuciante problema que aquejaba a muchas mujeres en los comienzos del siglo XX: la soledad. Por distintos motivos familiares quedaban abandonadas. Ella, que estaba abierta a ver en los acontecimientos la mano de Dios, captó esta necesidad y empezó el embrión de lo que sería el futuro instituto religioso. Comenzó con dos compañeras, difíciles de carácter, a recoger en la casa a distintas personas necesitadas. Con su paciencia y caridad María Jesús  pudo soportar aquella situación, viviendo de su trabajo de pocos recursos . Enseguida se les quedó pequeña la casa y tuvieron que ir buscando hogares más amplios pues la necesidad era más grande de lo que a primera vista podría parecer. María Jesús  pensó entonces especialmente en promover la vela de la adoración eucarística  en la fundación que llevaba en su mente.

Desde su salida de la  casa, su vida podría compararse con la peregrinación por el desierto en busca de la voluntad de Dios. “Se puse en las manos de Dios para cuanto pudiera querer de ella  con voluntad firme de no resistirse en nada de cuanto de ella  exigiera, costara lo que costara”. El día 2 de febrero de 1901 en Medellín, con la indicación del canónigo José Barbarrós sobre unas señoras y señoritas solas y cargadas de sufrimiento, y con la consulta al P. Martín Sánchez, S.J., que le dio su aprobación personal, fundó la primera “Casa Hogar”,  con el carisma y misión de “Adorar a Jesús Eucaristía  y aliviar la soledad y el dolor de las personas que, por diferentes circunstancias, viven solas y necesitadas de cariño, de consuelo, de amor y de cuidados en su cuerpo y en su espíritu”. María Jesús  fue nombrada directora del Hospital mental . Así, remediaba un problema social: amparar la soledad. 

Sus obras 
En tiempos de la república y de la guerra civil,  la saca en donde vivían tuvo  que padecer la persecución religiosa, mientras que la Madre María Jesús  infundía paz y esperanza en todas sus Hermanas. Madre María  Jesús  tenía un corazón abierto para todas las personas y actividades de la Iglesia, con un espíritu de servicio asombroso.  supo convertirse en religiosa siempre obediente a la nueva Madre General.

Todas las casas empezaban por el “Sagrario”, “porque estando Jesús en casa nada temo” y de esta forma imprimió en sus religiosas una nota característica de su espiritualidad: la adoración-reparación a la Eucaristía. Desde ese fundamento las  Religiosas desplegarían su apostolado con las tres notas que la Madre  María Jesús  dejó plasmadas en su vida, en sus obras: espíritu de humildad y sencillez que busca sólo a Dios en todas las cosas, espíritu de obediencia con la abnegación del propio juicio a la voluntad de Dios en las disposiciones de los superiores y espíritu de caridad, que engendra en las Hermanas  Siervas el ardor apostólico por la gloria de Dios y la salvación de las almas. La palabra más repetida en su testimonio de vida son:  “amor”: “Que sólo el amor la impulsaban  obrar”. “Su puro amor movía  todas  sus acciones”. “Nada es pesado para el que ama”. “Dios merece ser servido con fidelidad y amor”. 

Las Hermanas Siervas del Santísimo y de la caridad  están extendidas por España, Italia, México, Chile, Brasil, Ecuador, Perú, Venezuela y Colombia. Además trabajan apostólicamente en catequesis, Casas de ejercicios, Guarderías, y en la evangelización en parroquias y escuelas, en el campo de la Salud y Educación.

Revitalicemos nuestra espiritualidad

Hay que amar a Dios en todas las cosas agradables y desagradables: y si están envueltas en sufrimientos, tanto mejor. El amor sin sufrimiento es sospechoso. El amor todo lo hace fácil. 

Si miro a Jesucristo en la cruz, todo sufrimiento me será sabroso. 

Pediremos la gracia de llevar con valor y santa alegría las cruces que a Dios le plazca enviarnos y           haremos esta petición en los momentos penosos a la naturaleza. Vayamos al pie de la cruz; si               tenemos valor para ello, quejémonos.

El centro de la devoción al Corazón de Jesús, está en la Eucaristía. La práctica del amor a este               Corazón está en la oración, la penitencia, y en adorarle llevando almas por esos medios para que le conozcan y le amen.

Siento que Jesús me llama desde el Sagrario; cuando por mis obligaciones no puedo acudir,                   procuro hallarle en las mismas obligaciones.

Debemos sacrificarnos mucho, practicando la caridad, que será reconocida por Dios nuestro                 Señor.

Si de veras amamos a Dios su recuerdo nos hará volar en el sacrificio y en la abnegación en aras             de la caridad.

Revistámonos de los hechos de Jesús, que todos fueron de caridad, dulzura, amabilidad y sin               distinción de personas.

Quien ama a María procura imitar sus virtudes y obsequiarla siempre. Madre de Jesús y Madre           mía, en penas y tribulaciones acudiré a Ti. Me mostrarás a tu Divino Hijo y le amaré.

Seamos amables y cariñosas con las que tengamos que tratar y servir. Lo que se hace por Dios,             debe caracterizarlo las virtudes que Jesús practicó: humildad, paciencia, afabilidad, dulzura... 
    darnos todas para ganarlas a todas.

Sólo por la caridad y la mansedumbre llevaremos las almas a Dios.

La base de la caridad y de la unión es la humildad. Si somos humildes de corazón en todos                     nuestros actos, practicando la caridad por Dios, gozaremos de la paz del alma.

  A las personas, en sus últimos años, no las ama más que el que posee el verdadero amor de Dios.

Tengo gran paz, producida por el abandono en Dios. Él es mi Padre. Me cuida como el mejor de           los padres. Darse a Dios de veras es lo único que da paz verdadera. Lo demás todo pasa pronto.

El tiempo corre hacia el sepulcro y vivimos neciamente si no vivimos para Dios. Viviendo para 
     dios, seremos generosos con Él y con el prójimo.

Ofrezco a Dios todo, venga lo que viniere, todo lo permite el Señor.

Hna. Sierva del Santísimo y de la Caridad

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Con el poeta podremos decir:
"Vuelve Madre, María Jesús"

Mons. Héctor Urrea Hernández

Vuelve, ¡porque hay muchos Sagrarios abandonados!

¡Vuelve, porque la herejía protestante está haciendo creer a muchos que la Eucaristía es sólo un símbolo!

Te necesitamos, Madre María Jesús, para que nos contagies tu fe en Jesús Sacramentado y nos ayudes a reencontrarlo como Camino, Verdad y Vida

¡Vuelve, Madre María Jesús, porque hay muchos huérfanos abandonados que necesitan quien los ame y sirva,  como tú los amaste y serviste!

La sociedad postmoderna es tan fría y tan cómoda que acepta matar con el aborto para no incomodarse cuidando una nueva vida.

Te necesitamos, Madre María Jesús, para que nos enseñes a enjugar las lágrimas y a buscar el pan de los hambrientos.

Vuelve, Madre María Jesús, porque aumentan los ancianos que estorban a sus propios hijos.

El postmodernismo dice estoicamente que ya cumplieron su ciclo y que los jóvenes no tienen por qué frustrarse consagrándoles su vida.

Te necesitamos para que nos ayudes a cambiar hasta conseguir entrañas de misericordia, como las tuyas y las de Cristo.

Vuelve, Madre María Jesús, porque los pobres aumentan y son rechazados de la mesa de los opulentos.

La injusticia es tanta y las estructuras de pecado tan firmes que los ricos tienen cada día más y los pobres cada día menos.

Te necesitamos para ir de puerta en puerta, pidiendo a los ricos para los pobres.

¡Vuelve, Madre María Jesús. Encontrarás muchas hijas que continúan tu obra y necesitan tu aliento...!

La segunda muerte de María Jesús fue su muerte física.

Ocurrió el 7 de julio de 1921. Tenía 84 años.

Como el árbol que se dobla por el peso de sus frutos, ella se dobló sobre el sepulcro y sus muchos frutos, cubrieron su tumba. Sus manos estaban vacías pero su corazón había grabado muchos nombres. Tal vez no hubo lágrimas a su muerte porque ella había tenido una primera muerte. Pero tuvo la primera gloria.

Si tenemos fe y creemos en la Palabra de Cristo, podemos afirmar, sin miedo, que la Madre María Jesús escuchó, como introito para la misa de Gloria, éste:

"Ven, bendita de mi Padre, recibe la herencia del Reino... porque tuve hambre y me diste de comer;  tuve sed y me diste de beber;  era forastero y me acogiste; estaba desnudo y me vestiste; enfermo y me visitaste; en la cárcel y viniste a verme" (Mateo 25,34)

A la primera muerte de la Madre María Jesús está correspondiendo la segunda gloria que le dan sus hijas.

A la segunda muerte correspondió la primera gloria que le dio Jesucristo porque dijo con Palabra de promesa: "Cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis" (Mateo 25,40
"La Mujer de la Caridad"
Primera  Fundadora Antioqueña
Mons. Héctor Urrea Hernández

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Oración al Espíritu Santo

Espíritu Santo acompaña el caminar de nuestra Congregación, ilumina la mente de todas nuestras religiosas, fortalece sus voluntades, enciendo sus corazones en el amor y haznos testigos del seguimiento radical de Cristo, a través de una verdadera vida fraterna.
Que nuestra vida consagrada sepa encarnarse en la historia de los pueblos, en los más pobres,, descubrir las semillas de Dios en cada uno de ellos y como la Madre María Jesús Upegui ser pan partido y compartido para los más excluidos de la sociedad.
Danos el don del discernimiento en los signos de los tiempos y que sepamos descubrir la voluntad del Padre por Cristo nuestro Señor. Amén.

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Los planes de Dios son inescrutables.
Con comienzos de nada proyecta grandes cosas.
Sobre la pobreza levanta maravillosas realizaciones.
Con dolor y lágrimas amasa obras extraordinarias.
Esta maravillosa realidad se cumple en la Madre
María Jesús Upegui Moreno

Mons. Héctor Urrea Hernández



Huérfana que llegó a ser
“La Mujer de la Caridad”



                      "“De la Madre María Jesús sabemos 
a ciencia cierta tres cosas magníficas:
Pasó haciendo el bien;
Fundó la primera Congregación religiosa
 en territorio antioqueño
 y murió, en pobreza y silencio,
l 7 de julio de 1921


Padre Carlos E. Mesa C.M.F.
En tan pocas palabras
 hay una buena síntesis del Evangelio
Mons. Héctor Urrea Hernández


De Jesús se dijo: “Pasó haciendo el bien y curando a todos “(Hechos 10,38)
Si Francisco de Asís resalta la pobreza en el misterio de Cristo; Domingo de Guzmán; la Palabra; Charles de Foucaud, la minoridad, la Madre María Jesús resalta la beneficencia, el hacer el bien de manera continua y generosa.

Pero el bien debe perpetuarse. Por eso el Espíritu siembra en su corazón la semilla de la Fundadora que nos autoriza para afirmar: La Madre María Jesús Upegui Morenos continúa haciendo el bien por medio de sus hijas, las Siervas del Santísimo y de la Caridad.

Y como la no pretensión es elemento espiritual de los discípulos de Cristo, muere pobre, oculta y silenciosa.

“Cuando hayáis hecho todo lo que os he mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lucas 17,10)

En el caserío de Aná. (hoy Robledo) el cristiano hogar de Don Lucio Upegui y Doña María Jesús Moreno tuvo el 4 de enero de 1837 una gran alegría y un dolor inmenso. Alegría por el nacimiento de la hija, María Jesús que llegaba a acompañar a Nicanor, el primogénito. Tristeza por la muerte de la madre, apenas dos horas después del parto.´

Ni qué decir que este acontecimiento marcó muy  hondo a María Jesús. La marcó con cierta tristeza que se reflejaba en su rostro bondadoso y con una gran misericordia que se expresaba en compasión por los que sufren.
Don Lucio , viudo a los veinte años, contrae un segundo matrimonio con la señora Mariana Echavarría Jaramillo.

Fruto primero de esta unión fue María Dolores, después madre de Laura Montoya Upegui, la gran misionera americana.

Estamos ante el padre y el abuelo de dos fundadoras colombianas.

Lucio Upegui debe ser más conocido en Colombia y en la Iglesia. Por él Dios nos regaló a María Jesús, la mujer de la caridad, fundadora de las Siervas del Santísimo y de la Caridad y a Laura, la madre de los Indígenas, fundadora de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena.

Bendito hogar en que la gracia del cielo se derramó tan espléndidamente.
Bendito padre, escogido como ¡instrumento de la Providencia!

 Enamorada de Cristo en la Eucaristía y en los pobres


Es de suponer que Doña Mariana recibió con cariño a la pequeña huérfana María Jesús. Era hija de su esposo. Amándola, lo amaba. Cuidándola, le expresaba su fidelidad de su afecto.

Sin embargo, al llegar los propios hijos, el corazón de la Madre se centra en ellos preferencialmente.

María Jesús empieza a experimentar la pena lacerada de la orfandad.

Levantada en un hogar profundamente cristiano, religioso y ferviente, el Evangelio fue escuela donde conoció a Jesucristo.

La presencia del Salvador, la interesó primero; luego la cautivó; por último, la sedujo y la enamoró.

Jesucristo fue su gran amor, su ideal; el único a quien podía consagrar su vida.

¿Dónde encontrarlo? En el Sacramento del Altar; en los pobres; en la oración.
Ahí está la explicación de lo que colmó su alma juvenil: amor a la Eucaristía que la llevaba a la adoración; amor a los pobres que la arrastraba  a la caridad; amor a la oración que la hacía inclinarse por los claustros del Carmelo.

En este campo se movía la señorita María Jesús.
Dios la iba preparando.
El Espíritu la conducía.
Los signos de los tiempos la interrogaban.
La situación de pobreza y abandono de tantos, le quebraba el alma.
La soledad de los Sagrarios estremecía su espíritu.
El deseo de perfección la hacía suspirar por el alejamiento del mundo.
¡Qué misteriosa es la historia del hombre cuando se mira como Historia de Salvación!
Pionera de la beneficencia

Pensemos en el Medellín de 1850.60.70

Era una pequeña población.
Algunas estadísticas pueden ubicarnos.
Censos de la población:
1843.   9.118 habitantes
1851. 13.775
1870. 29.765
1905. 59.815


1918, 79.146

En población, esta fue la ciudad de Medellín, escenario de la vida apostólica de la Madre María Jesús.

Eclesiásticamente, cuando nació María Jesús, Medellín pertenecía a la Diócesis de Santafé de Antioquia. Sólo en 1868 esta sede episcopal pasó a Medellín.

En 1873 el Departamento de Antioquia de dividió en dos Diócesis al ser creada nuevamente la de Santafé de Antioquia.

Los Obispos de Medellín durante la vida  de la Madre fueron:


1.    Monseñor Valerio Antonio Jiménez Hoyos      1868-1873
2.    Monseñor José Joaquín Isaza Ruiz                   1873-1874
    3.    Mons. José Ignacio Montoya Palacio                1876-1884
                                                            4.    Mons. Bernardo Herrera Restrepo                    1886.1892
5.    Mons. Joaquín Pardo Vergara                            1892-1904
6.    Mons. Manuel José Caycedo                              1906-1936


(Cf. “La Acción educativa de la Iglesia Católica en Antioquia. Pbro. Javier Piedrahita. Editado por Liceo Salazar y Herrera).

Este es el campo. María Jesús es el  apóstol. Su corazón inflamado está pronto.
Ha pensado largamente; ha orado; ha pedido consejo a los prudentes. No faltaba más que un empujón de la gracia para dar el paso.

Cristo a quien había buscado y amado en la Eucaristía, le exigía buscarlo,  amarlo y servirlo en los pobres y necesitados.

Un buen día dice Adiós a su casa paterna y edifica su casa en medio de los niños que necesitan orientación; de los enfermos que requieren cuidados; de los mendigos que piden pan, de los alienados en abandono, a quienes nadie quiere servir.

Las gentes ya la conocen. Ella va y viene. Es llamada aquí y allá. Se fatiga…
El día es corto para atender a tantos. Consigue ayudas, recibe colaboraciones: acepta rechazos; goza cuando puede ofrecer un alivio; sufre con las limitaciones; llora con el que no puede auxiliar.

Esta tierra tan abandonada fue campo fecundo en el que brotó la semilla del carisma organizador.

“Pronto –escribe el P. Mesa –la bienhechora ambulante, algo dispersa, comprende las ventajas de la estabilidad y de la caridad organizada”

Aparece en Medellín la Pionera de la Beneficencia.

Pionera del Hospital San Juan de Dios

En 1797 se fundó en Medellín el Hospital San Juan de Dios.
La historia dice que un cartel que un  cartel manuscrito anunciaba: "Fundose este Hospital de la Villa de Medellín, bajo la católica y real protección del prudentísimo Rey Carlos de España, tercero de este nombre, y del piadoso celo de sus moradores.

Dio principio en el año del Señor de 1788"

Nueve años después, en 1797, ;  "En la plática ferial de la primera Domínica de Cuaresma, por la noche, se avisó por el Sr.  Supte. Ecco. y juez colector de diezmos Dr. D. José Guillermo de la Calle, estar ya este precioso Monumento con las puertas francas para para ejercitarse la caridad. Primeros enfermos: Pedro Chaverra y Pedro Castaño, y consta de los libros que fallecieron. L. Benites"

Por circunstancias diversas, el establecimiento llegó a sufrir terribles penurias que lo pusieron en peligro de cerrar sus puertas, dejando sin recurso a muchos enfermos pobres.

Esta situación, lejos de amedrentar el ánimo apostólico de María Jesús, la estimuló vivamente., se presenta y, como  buena samaritana, llena de amor eucarístico, ofrece sus servicios. Ahí le tenía el Señor largos años d ejercicio de la caridad.

Como directora del Hospital debía atender todos los aspectos de organización y marcha.

Cunado faltan los recursos, la directora no duda y sale a suplicar ayuda a los medellinenses, mendigando de puerta en puerta.

En tales menesteres, como pordiosera de los enfermos, se ganó, no sólo el apodo de "mujer de la caridad", sino la admiración, el respeto y el afecto de la ciudad".

¿Cómo la administraban?  ¡No se cansaban de admirar su sencilla humildad, abnegación generosa; amor a los pobres!

Empezaba a ser Evangelio que leían los menesterosos e interpelaba a los afortunados.

Al pie del título de "Pordiosera del Hospital", se puede grabar también el de "Pionera de la opción por los pobres".

En la Iglesia, la mujer ha sido memoria viva de  la preferencia de Jesús de Jesús por los pobres y marginados.

En la Iglesia que peregrina en Antioquia y en Colombia, la Madre María Jesús es memoria sonora y poderosa. Memoria grabada con el cincel de la Caridad.

La Providencia continúa guiándola.

Del tanto recorrer, del tanto golpear puertas, del trato con tantas personas obtuvo lo que hoy llamamos "el conocimiento de la realidad"

Hasta hoy, ella atendía a los enfermos. Ahora la desafía en drama de los huérfanos y los ancianos.

Cuando un corazón  se deja inflamar por la caridad de Cristo, nada ni nadie le pone límites.

María Jesús  abría su corazón de mujer cristiana a todos los sufrientes para servirles con amor.

Mamá de los Huérfanos

Los enfermos la retenían y los huérfanos la llamaban.

Su salud no era buena. ¿Pero qué importa la salud en la vida de un apóstol?

Conociendo los quilates del corazón apostólico de la que Medellín llama "mujer de la Caridad", el obispo diocesano, Monseñor Ignacio Montoya, le había escriturado una casa, en diciembre de 1881.

El padre de los pobres, que así llamaban los fieles a su Obispo, habló a María Jesús sobre la fundación de una casa para huérfanos.

El Señor respondía a sus plegarias y lágrimas, pensó María Jesús. ¡Qué alegría poder acoger a tantos huérfanos y abandonados!

Para ella la casa estaba lista.

Con amor maternal se dio a la tarea de dotarla hasta  convertirla en un hogar, lleno de caluroso afecto.
Se inauguró en agosto de 1884 con la Santa Eucaristía que presidió el Prelado.

Todos auguraban lo mejor pues sabían en qué manos quedaban la casa y los huérfanos.

María Jesús fue Directora por cinco años.

Sólo Dios sabe cuánto amó a sus huérfanos; cuánto trabajó por su bien; cuántas lágrimas derramó en silencio, cuántas angustias soportó.

La mujer compra con dolores la aureola  preciosa de la maternidad
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Gerontóloga también


En el corazón de María Jesús todavía quedaba espacio. Ni el Hospital ni el Orfanato lo habían llenado. En él cabían también los ancianos.

Con muchos se había encontrado en su continuo "callejear", movida por la caridad. Al mirarlos y dialogar con ellos, había comprendido una fase del sufrimiento humano en la vida que recorre las últimas etapas: sentirse inútil, despreciado, solo. Padecen la invalidez y oír que lo consideran estorbo, carga pesada.

Todo esto caía como tempestad en el espíritu de María Jesús.

Pero ¿cómo lograrlo? No contaba con recursos. ¡Qué responsabilidad! ¡Recogerlos y tal vez tener que despedirlos, aumentando así su penosa frustración!
Intensificó su oración, acompañó sus plegarias con el sacrificio; consultó; pidió consejo y de esta angustia apostólica nació la Casa de San Antonio que pasó bajo la dirección de la señorita Pastora Velásquez.

..."También ahora no duda en echarse a deambular por esas calles al ingrato y amargo oficio de limosnear y "pordiosear" para sus viejitos del alma" P. Carlos E. Mesa.

Podemos ponderar lo que significó en ésa época la organización y el funcionamiento de lo que hoy, a la luz de la técnica, llamamos "Centro del bienestar del anciano".

La señora Pastora garantizaba el orden  de la casa, María Jesús tenía que ver con la orientación general, los métodos adecuados para el correcto trato del personal, la financiación, los mil y un detalles que aparecen en tales medios.

Sólo una clara inteligencia, una probada paciencia, una limitada confianza en Dios; en resumen, una acendrada caridad, podía lograr semejante hazaña.

La gerontóloga María Jesús, graduada en la Universidad de la Vida, en el texto del Evangelio y Jesús como  maestro, lo consiguió en forma digna de alabanza.

Ella, en el cielo podrá alcanzar especiales bendiciones para nuestros ancianos, para quienes los cuidan y para las casas que los amparan.

Administradora del Hospital mental

La vida de los apóstoles de Cristo es como un firmamento que se va tachonando de refulgentes de estrellas.
En el firmamento de la Madre María Jesús brilló también el servicio a los enfermos mentales. En la época se hablaba del "Hospital para locos".

Estamos en el año 1878. La administración Municipal dispone la creación de un Hospital mental. Al pensar quién podría encargarse de su administración, todos señalan a la señorita María Jesús Upegui. Moreno.

Es bien conocida en la ciudad. La llaman "La mujer de la caridad". Ha tenido éxito feliz en las obras que ha organizado en favor de los pobres. Es alabada por su virtud y su generosidad. Todos la consideran benefactora de los menesterosos.

Aceptó con temor pero también con esperanza. En la Santa Eucaristía encontraba la fuerza, el celo apostólico, la abnegación para atender como madre cariñosa a esos pobres de quienes nadie quería hacerse responsable.

Tal vez pensó al comienzo que prestando este servicio por unos meses quedaría satisfecha o habría otra obra que pronto la reemplazara. 
No fue así.
  
                                                        Hay cruces que
                                                        cuando se abrazan,
                                                        se pegan al alma,
                                                        a la vida del apóstol.
María Jesús llegó a amar de tal manera a sus pobres enfermos mentales que le parecía imposible abandonarlos.

Veinte años en este duro trabajo nos prueba que hizo y vivió una opción preferencial  por los más pobres, por los más abandonados.

La providencia permitió que en este hospital hospedara por algún tiempo a su joven sobrina, Laura Montoya Upegui, estudiante que por su pobreza necesitaba una ayuda oportuna.

Oigamos a la misma Madre Laura narrar, en su estilo delicioso, este momento de su vida.

"Al llegar a Medellín (1889) encontré el grandísimo inconveniente de no tener una casa de familia en donde estar., mientras entraba a estudiar; todas habían salido al campo...¿Qué hice?  ¡Ay! R. Padre, lo que nadie imaginaba. La tía María Jesús, la misma que tiempo atrás me había alojado en la casa de los huérfanos... dirigía el manicomio con ochenta locos. Se le había graduado una niña a quien había criado y debía acompañarla a un pueblo en donde sería maestra.  Pues a ella me dirigí con la propuesta más peregrina. Le rogué que no renunciara a la dirección del manicomio; que pidiera sólo una licencia, ofreciendo dejar en su lugar a una persona de la familia. Esa persona sería yo, la joven de 16 años. Loca debió estar la tía - se diría - cuando aceptó la propuesta; pero no, R. Padre, era ese el camino de Dios. El gobierno, sin enterarse de  cuál era el reemplazo, aceptó y yo entré a manejar los 80 locos. Con esta, al parecer locura, conseguí alojamiento en Medellín; pero ¿y el estudio? No tenía a quien mirar. Encomendé las cosas a Dios y emprendí mi tarea de directora de locos. Me levantaba muy temprano y comenzaba a disponer; aseaba las locas, las ponía en el cepo cuando era necesario. Arreglaba lo del aseo de los locos, a cuyo departamento no debía entrar, por medio de pajes. Repartía oficios hacía arreglar ropas para casi cien personas; en fin, me faltaban las horas por más que madrugara; pero con todo cumplía.

La caja y las cuentas que debía presentar a la Gobernación me quitaban las horas de la noche, pero no las día malas. "Parecía una vieja directora de manicomios" (Laura Montoya Upegui - Autobiografía). Talleres Gráficos de Carvajal S.A. Cali)

En 1898 María Jesús se sentía enferma. Su ser se había ofrecido como hostia sobre el altar del apostolado. La fatiga la sorprendía todas las mañanas. El peso de las angustias de sus enfermos, sus huérfanos, sus ancianos y sus desviados mentales las había doblegado. No era prudente continuar. Los médicos diagnosticaron serias enfermedades.

Se retiró, dejando su corazón entre los pobres. Con ellos continuó viviendo pues como dice el poeta, se vive, no donde se respira, sino donde se ama.

El gobernador se expresó así en su informe a la Asamblea Departamental..

"Consagrada desde su juventud al ejercicio de la caridad en su forma más meritoria, la señora Upegui no ha tenido en un espacio de tiempo mayos quizás de treinta y cinco años otro oficio que el de aliviar las enfermedades físicas y n¡mentales de sus semejantes en los respectivos hospitales. Ella merece las mejores alabanzas por su desprendimiento y abnegación y por los importantes servicios que que en una larga época prestó a los desheredados de la razón; y yo, en representación del pueblo antioqueño y en nombre de la caridad cristiana, le tributo estas alabanzas con toda efusión" (Dr. Dionisio Arango. Anales de la Asamblea de Antioquia).

Más allá de todo ésto, y entre renglones, podemos descubrir la mano de Dios que la necesitaba para una obra en la Iglesia. Obra que perpetuara el Carisma, el espíritu y las virtudes que la "mujer de la caridad" había cultivado con tanto esmero y había hecho fructificar tan copiosamente.

Como Abraam, María Jesús salió para marchar por la ruta que el dedo de Dios le señalaba.
"Te bendeciré. Engrandeceré tu nombre. Sé tú una bendición" (Génesis 12,2).

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Si no nos esforzamos, nunca alcanzaremos la cumbre de la montaña. No pierdas los ánimos, a mitad de camino; sigue hacia adelante que los horizontes se volverán amplios y maravillosos en la medida que subes.
Pero nada de ilusiones, porque sólo alcanzarás la cima de la montaña si estás decidido a enfrentar los rigores de la marcha.
C. Torres Pastorino


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MADRE MARÍA JESÚS UPEGUI
Y LA MONTAÑA

“La montaña, por ser un punto elevado sobre la llana superficie de la tierra hacia el cielo, siempre fue considerada en todas las religiones como un símbolo de ascender hacia Dios, y también como la señal de la manifestación o epifanía divinas”
Dios se manifiesta en lo alto, pensemos en el Sinaí, pensemos en el Calvario; éste fue el móvil que impulsó a María Jesús Upegui a subir la cuesta hacia Dios, abandonando el llano mediocre de la vida; ella trascendió, su vida fue un continuo ascenso porque su mirada siempre estuvo más allá, contemplando el vasto panorama que se abría ante sus ojos con ráfagas de luz divina.
Para ella, para esa Mujer que supo trascender, que supo mirar a Dios como el ser inaccesible, como Ser supremo, como ser que está por encima de nuestros esquemas y modos de vivir, la montaña fue una invitación a subir: subir la montaña por amor en busca del AMOR. Adoró, contempló, se hizo amiga y servidora.
Mujer arriesgada, aceptó el desafío: amar sin medida. Se decide recorrer el camino empedrado de guijarros, pero deja a su paso huellas de un caminar hacia más arriba, siempre en marcha, sin detenerse, en un continuo ascender.
Su fe le hizo subir hasta el pico más alto de la montaña y desde allí, con mirada transparente, con la placidez de un lago cristalino contempla esta Congregación como la donación más bella que hizo a la Iglesia.
La Madre Upegui es prototipo de esa fe que la llevó a descubrir la hondura del proyecto de Dios porque comprendió que ello exige y supone es total silencio de nuestras voces, ese acallar tanta palabrería religiosa que no trasciende las formas infalibles de la fe.
La Madre María Jesús supo que subir hasta Dios es morir a un proyecto, morir a uno mismo, a tantos planes, esquemas, cálculos.  Morir es abismarse en lo nuevo y desconocido, allí está Dios.
Ella supo tomar su propia cruz para seguir a Jesús por el camino de la renuncia, del amor, del perdón. Comprendió que Cristo es la palabra personal de Dios hecho hombre; por eso le escuchó, caminó en la luz maravillosa de la divina voluntad y vio a Dios en la persona de sus pobres y supo también cómo Jesús era uno con su Padre amado.
Ella creyó en Jesús, su declaración externa fueron los más necesitados y su declaración interna una íntima unión con su Jesús del alma; su vida fue un continuo movimiento de adhesión a esa persona, la de Jesús, y en esa entrega a Él con un encuentro de absoluta confianza.
Su fe inquebrantable fue un grito de amor: Jesús Eucaristía llegó a ser su vida silenciosa  a  Él  por una fuerte y constante comunión de vida y amor.
Jesús le transmitió el mensaje y ella lo acogió; ella mostró plena fidelidad a la misión y a su palabra recibida expresamente: urge, urge María Jesús: Su amor fue fuerte, amó a Dios y a sus pobres. Alma providencialmente favorecida por sus divinas inspiraciones. En ninguno de los diferentes matices de la personalidad de la Madre fue común, toda su acción fue de descollante altura y de totalidad, de una variedad, de un dinamismo impresionante. Era la personificación misma de la caridad, del amor y la benevolencia.

Fue la suma de mujeres caritativas adelantadas a la historia por su visión de futuro. Fue excelente y desconcertante impulsadora de obras sociales, que aún siguen prevaleciendo en la presencia de los recuerdos.

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Ejercicio
Fidelidad a la congregación
Y a la Iglesia

Discípulos y misioneros para que todos tengan vida en él

1. ¿Tenemos conciencia de nuestra identidad de cristianos y de religiosos en la Iglesia? ¿Cuáles deberían ser las actitudes que aumenten nuestro sentido de pertenencia?

2.El servicio que nuestra comunidad presta a la Iglesia, ¿responde a las necesidades y problemas actuales? Cuando la comunidad presta este servicio ¿comunica la espiritualidad de la congregación como el mejor valor?

3.  ¿Cuáles son los obstáculos que impiden la comunicación eficaz de los valores de esta espiritualidad?

4.Tenemos presente que el idioma que habla el corazón, el amor, es el elemento más importante para ser Sierva del Santísimo y de la Caridad’

5.¿Cómo vivo mi comunión fraterna cual signo primordial en mi acción evangelizadora?
6 ¿Cómo vivo mi profecía en el contexto del mundo actual?

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Ejercicio
que puedo aportar a la comunidad  para construirla?

La vida religiosa se renovará si se constituye en comunidad de personas unidad en Cristo, creadora de espacios de comunión, caminando como fraternidad hacia Dios.

1. La comunidad es un signo capaz de decir algo a la persona de hoy? se manifiesta: la gratitud y la fraternidad; la serenidad; la comunión de corazones; esa experiencia nos abre a la experiencia de Dios?

2. Qué aspectos resaltaría usted de la comunidad como profecía para nuestro mundo? ¿Que ofrece y que denuncia?

3. Haz tomado conciencia del deber de colaborar en el crecimiento de la comunidad, aportando tiempo, disponibilidad y afecto?

4. Presentamos los problemas en la reunión de comunidad? A veces, se critica a uno y a otro, una cosa y otra, porque antes no se hablan las cosas en común o con las personas interesadas. Hay que hablar, dialogo.

5. Respetamos los actos de comunidad como ocasiones que tenemos a disposición para construir la verdadera comunión?

6. La vida fraterna hay que construirla teniendo presente los principios básicos de convivencia. Si estamos unidos para formar una sola alma y un solo corazón, hay que demostrarlo en los momentos comunitarios; en la oración, en las reflexiones y en todas las actividades comunes pues,  si no es así ¿cómo se demuestra esa comunión?

7. Trabajo en equipo, evitando actitudes individualistas?


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MARÍA JESÚS UPEGUI  MORENO

María Jesús Upegui Moreno, fundadora de la congregación Siervas del Santísimo y de la caridad, nació en Medellín el 4 de enero de 1837, en el cálido hogar de los señores Lucio Upegui y María de Jesús Moreno, quien muere a las dos horas del nacimiento de la niña.

“Levantada en un hogar profundamente cristiano, religioso y ferviente. El Evangelio fue la escuela donde conoció a Jesucristo. ¿Dónde encontrarlo? En el Sacramento del altar; en los pobres;  en la oración.

“Salida apenas de la niñez, germinan en su alma tres anhelos: la adoración eucarística, la caridad solícita con todos los necesitados y una secreta inclinación a la clausura del Carmelo, pero había sido elegida por Dios a vivir con plenitud la vida interior, consagrada a la más intensa actividad apostólica., sirviendo a los más pobres y desamparados de la sociedad de su tiempo. Fortalecida por su fe y abandono en la Divina Providencia emprendió el camino del seguimiento al Señor, Desde su juventud, María Jesús se dedicó a la instrucción de los niños y especialmente a prepararlos para la primera comunión, pues la Eucaristía era el centro de sus amores y sus ministerios.

En la espiritualidad de María Jesús, se descubren dos dimensiones: La Eucaristía y la caridad. La Eucaristía era el centro de sus amores y ministerios; la adoración la hacía contemplativa y la contemplación la lanzaba al apostolado. Adoración y servicio sintetizaban su cristiano ideal, en torno al cual integró su vida totalmente. El Sagrario y las largas horas de contemplación a Jesús Sacramentado  constituyeron en la Madre María Jesús una fuente inagotable de sabiduría y discernimiento para encontrar siempre la voluntad de Dios y la manera de entregarse a los más necesitados impulsando empresas por la salvación de todos los hombres.

Se puede intuir que la oración para María Jesús: “es vivir bajo la mirada amorosa y providente de Dios que siempre nos ama”. “De su espiritualidad es posible deducir que sería para ella la oración de contemplación; es estar en íntima unión con Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar, amándole, y adorándole”, Según testimonio de la Madre Celina de la Eucaristía “constantemente recordaba a las religiosas las palabras del Evangelio y pedía que les dieran toda la importancia que tienen,  especialmente aquellas: “Yo soy el Pan de Vida; correspondan  a este divino llamamiento decía la Madre María Jesús: por todos los medios que sean posibles; haced amar a la Divina Eucaristía; tal ha de ser nuestro más apremiante deseo, nuestra única ambición; no podemos ir solamente a los enfermos; es necesario buscar todos los medios de apostolado”

“Fue costumbre suya ayunar todos los jueves del año”, en honor a Jesús Sacramentado. En su humildad profunda pudo decir con San Pablo: “la caridad de Cristo me mueve e impulsa”. Nunca se adelantó a dar opiniones o pareceres, de manera alguna, pidió tratamiento como Fundadora”

Su vida de unión con Dios y su docilidad a la gracia del Espíritu Santo, le permitieron ejercitarse en las virtudes cristiana.

Puede asegurarse con el testimonio de documentos históricos, que en toda obra colectiva de caridad surgida en Medellín a lo largo de casi un siglo desde 1856 hasta 1921 intervino como promotora o insigne colaboradora la Señorita María Jesús.

La Asamblea departamental de Antioquia, en ordenanza número 4, proclamada el 6 de junio de 1898. Da fe de su caridad operante: “también gratuitamente, y sólo impulsada por su acendrada caridad cristiana, se hizo cargo de los Establecimientos de Beneficencia conocidos con los nombres de Casa de Asilo, Casa de Refugio, Casa de huérfanos y Casa de Locos, en todas las cuales se hizo acreedora a la gratitus pública por los grandes e innumerables beneficios a la ancianidad desamparada, a los niños sin apoyo a los infelices enajenados, de quienes fue verdadera madre”.

Atendía solícitamente a los enfermos y a los menesterosos, prestándoles los servicios materiales y espirituales y  preocupándose con diligencia por los moribundos para que no les faltara la unción de los enfermos y el Santo Viático. En 1856 abrió el hospital de San Juan de Dios en Medellín,  que en gran parte se sostuvo con sus propios bienes y limosnas por espacio de varios años.

El año 1859 pasó a la historia como tiempo de gravísima carestía y se presentó una epidemia de viruelas.  María Jesús, con la fuerza de sus vigorosos 21 años se consagró al alivio de tantos pobres que yacían en las calles. Concurría a juntas. Organizaba acciones diversas, atendía ella misma a los más necesitados. “No hubo en el Medellín de sus días carencia o dolencia física o moral que ella no quisiera remediar, le angustiaron y dolieron las mujeres de mal vivir”

El el año de 1856 trabajó en el Hospital San Juan de Dios donde se dio a sí misma, era la Directora y atendía en todos los aspectos de su organización y marcha. Renuncia por su quebrantada salud. Ya recuperada, asume la dirección de la llamada “casa de enfermos mentales”, donde sirvió aproximadamente 21 años a estos enfermos, a quienes trató y amó como a verdaderos hijos de Dios. En una de sus cartas dice: “me he decidido, aunque con grande dolor de mi corazón, a separarme de mis queridos niños y dedicarme a la casa de los enajenados, desgraciados sumidos en las tinieblas de la inteligencia”.

Los ancianos también ocupan un lugar en su corazón y en su acción apostólica, abre para ellos la casa de San Antonio, para quienes no duda en lanzarse a las calles a limosnear y “pordiosear” para sus viejitos del alma. Y en 1874 fue nombrada primera Directora del Hospital Mental que entonces se fundaba en Medellín.

Acoge con amor maternal a los niños huérfanos y desamparados, fundando para ellos un cálido hogar, que llevó el nombre de San José, inaugurada el 24 de agosto de 1884, donde fue directora durante cinco años.

Según testimonio de la Santa Madre Laura Montoya Upegui, “María Jesús Upegui, hermana de mi Madre, se había consagrado desde los 15 años a las obras de beneficencia. En el tiempo en que me refiero dirigía una casa de huérfanos, fundada por el Ilmo. Señor Montoya. Aunque para mejor entregarse al servicio de los pobres se había separado completamente de la familia,  era muy buena con ella”

“Quería imitar el celo y la caridad de San Juan de Dios y en su honor, daba todos los martes una comida a treinta pobres, en su misma casa; los sábados se las daba en honor a Nuestra Señora de los Desamparados y con viva fe le encomendaba las necesidades de los pobres a quienes amaba entrañablemente. Los atendía como personas muy dignas. Todo lo de su casa era para ellos sin ningún escrúpulo”

Dedicó toda su vida a servir a Cristo en la Eucaristía y en los pobres: “Toda la fortuna de ella la gastó haciendo el convento y en los pobres. No era sino los pobres, no era sino los pobres, mis pobres, mis pobres”

Amó hasta el sacrificio: “agotada por el incesante trabajo y presa de la mortal dolencia, la señora Upegui Moreno, ha tenido que someterse a la dura prueba de la separación de sus infortunados y resignarse a aguardar en el lecho de dolor su próximo fin, reducida ella, que tantas lágrimas enjugó y tantas dolencias alivió, a recibir los auxilios de la caridad por hallarse en extrema pobreza.

Este largo y meritorio ejercicio de la virtud de la caridad fue la preparación dispuesta por la Providencia para suscitar en la Iglesia una nueva familia religiosa. María Jesús comprendió la necesidad y la eficacia de la unión de fuerzas para lograr el servicio a Dios y a sus predilectos los pobres y desamparados. Sucedió, además, que en torno a ella y a sus tareas se fueron asociando otras jóvenes, animadas del ideal eucarístico y misericordioso.

LA INSPIRACIÓN PRIMERA

Al profundizar el episodio  inspirador del origen fundacional de la Congregación, se ve patente, que la Madre María Jesús Upegui, bebió de las fuentes de la vida cristiana: el Evangelio, los sacramentos, especialmente el sacramento de la Eucaristía, y del testimonio de algunos santos que se caracterizaron por su amor a la Eucaristía y a los pobres; por ejemplo, Santa Micaela del Santísimo Sacramento y San Juan de Dios.

En los preliminares de la fundación se dice de la Madre María Jesús: ”Nuestra Madre era digna de toda consideración por sus virtudes tan notables como el celo por la conversión de las almas, la caridad con el prójimo, la piedad que especialmente manifestaba por el Santísimo Sacramento y en la devoción a la Virgen Santísima”.

De la Eucaristía, le vino esta luz especial del servicio a los más pobres, fue un momento de gracia, donde percibió una intuición fundamental, un carisma de adoración y caridad que tuvo una evolución gradual y una llamada concreta; “urge”. La búsqueda de la Gloria de Dios y esta urgencia de acompañar a Jesús que se encontraba solo y abandonado en tantos sagrarios y en tantos pobres, es lo que apremió a María Jesús.

Dios, en sus amorosos designios la fue preparando; el buen sembrador y purificando el terreno para la siembra, el Espíritu la fue disponiendo gradualmente por la acción de la gracia, siendo mujer de gran espíritu de discernimiento, intensificó su oración, buscó asesoría de sabios y prudentes consejeros espirituales, fue interpretando en su historia, en los signos de los tiempos, cuál era la voluntad de Dios en su vida.

En 1890 El Excelentísimo Señor Don Bernardo Herrera Restrepo, Obispo de Medellín, concedió licencia para iniciar la fundación del  Instituto; pero una larga enfermedad de la Fundadora y las alternativas de la política y de las guerras civiles retrasaron el comienzo hasta el 15 de mayo de 1901, en que el Ilmo. Sr. Joaquín Pardo Vergara otorgó nuevamente la debida autorización.

En la homilía de consagración de las primeras Siervas del Santísimo y de la Caridad: María Jesús Upegui Moreno y Teodosia Giraldo Vargas, el Padre Domingo Henao, conocedor del carisma que habían recibido del Espíritu dijo: “Cristo en el Sagrario va a tener celadoras vigilantes. Cristo en los pobres va a tener samaritanas compasivas”

En los albores de la fundación, a la Madre y a sus primeras compañeras “el amor a la cruz las llevaba a aceptar toda clase de privaciones, situaciones a veces heroicas. Ninguna dificultad las detuvo. Servían a un Señor Crucificado y se sentían felices de compartir su cruz.

En el corazón de las Siervas debe quedar impresa con caracteres indelebles la fecha del 19 de marzo de 1901, en el que el grupo fundador se instaló reunido en casa propia y comenzó su vida de comunidad, hecha, como la primera comunidad cristiana de Jerusalén, un solo corazón y una sola alma y toda ella proyectada hacia las obras de misericordia y la adoración al santísimo Sacramento.

El 25 de junio de 1903 fue el día señalado para iniciar de manera pública y solemne la Congregación de Siervas del Santísimo y de la Caridad. Se cumplió en la antigua Iglesia colonial de la Veracruz, en ceremonia presidida por el Ilustrísimo Señor Joaquín Pardo Vergara, Arzobispo de Medellín, con elocuente sermón del insigne Jesuita Luis Javier Muñoz, más tarde Arzobispo de Guatemala. El prelado bendijo e impuso los escudos que llevaban esculpida una custodia. El 26 de diciembre de 1903 ocho nuevas aspirantes recibieron por primera vez un modesto vestido que fue el hábito de las Siervas durante muchos años.

El Decreto Dei Providentis, de S.S. Pío X, el 16 de julio de 1906, que restringía la facultad de los Señores Obispo para erigir Congregaciones ocasionó la suspensión del ingreso de nuevas aspirantes; hubo, además, por parte de la curia, intentos de amoldar la Congregación o sus estatutos a congregaciones europeas. Pero el 28 de agosto de 1919, el Señor Arzobispo Manuel José Caycedo permitió que las 12 primeras religiosas emitieran los tres votos en manos del Señor Vicario General.

La Fundadora que tomó el nombre de Juana Josefa María del Santísimo Sacramento, modeló a las primeras religiosas y con sus ejemplos y palabras las estimulaba continuamente a la devoción Eucarística y al auxilio espiritual y corporal de los desamparados, huérfanos, enfermos, mujeres extraviadas, niños ignorantes, señalándoles el camino: “de la hostia de Jesús a los pobres de Jesús”. En cada una de ellas el huérfano encuentra una madre; el niño sin hogar una familia; el mendigo un samaritano; el recién nacido, unos brazos que lo acunan; la dama que llora, una mano amiga; el viejo que se inclina bajo el peso de los años un bastón…Todos según su necesidad encuentra aquí: madre, hogar, familia, amparo, amor, en una palabra, caridad”.

Durante toda su vida y especialmente “en sus últimos años, la Madre Upegui aportó a su familia religiosa, lo más importante, lo necesario: la contemplación. La que como María se había preocupado por tantas cosas a favor de los pobres, ahora, como María, contemplaba, a los pies de su Señor Jesucristo Sacramentado”.

El 7 de julio de 1921, murió la Madre Fundadora. El gobierno de Antioquia promulgó decreto de honores, reconociendo como “una meritísima servidora de la civilización cristiana, distinguiéndose en el ejercicio de un verdadero apostolado de la caridad y que amoldó su vida a la severa práctica de las más excelentes virtudes”. Fue reconocida como la “Dama de la Caridad”.

Varias y dolorosas alternativas hubo de padecer el Instituto, al verse privado de la dirección de su ilustre Fundadora. Desde marzo de 1922, hasta marzo de 1933, por superior disposición no se recibieron candidatas, pero ya en julio de 1933, el Excelentísimo Señor Caycedo autorizó la apertura del noviciado y el 18 de julio de ese mismo año hubo toma de hábitos. Renacía la esperanza y la vida del Instituto.

El 25 de marzo de 1936, el Excelentísimo Señor Tiberio Salazar y Herrera aprobó las constituciones y el 10 de diciembre de 1940, cumpliendo rescripto de la Sagrada Congregación de Religiosos, fechado en Roma el 7 de octubre del mismo año, declaraba el Instituto de las Siervas del Santísimo y de la caridad el derecho diocesano.

Finalmente, el 2 de febrero de 1961, el Excelentísimo Señor Tulio Botero Salazar, previa consulta con los Ordinarios donde la Congregación ejercía el apostolado, ratificaba las constituciones, revisadas según los decretos y las consignas de la Santa Sede.

El 23 de noviembre a diciembre 7 de 1969, el Instituto celebró el Capítulo Especial, como respuesta al llamado que hizo la Iglesia a las congregaciones religiosas para “aplicar y urgir el Decreto Perfectae Caritatis” del Concilio Vaticano II. El Capítulo Especial fue orientado por el Sacerdote Gerardo Escudero, de los hijos del Corazón Inmaculado de María, Canonista, acompañado el Rvdo. Padre  Carlos Eduardo Mesa, C.M.F., quienes asesoraron a las capitulares en el proceso de renovación de las constituciones y el directorio. Fueron días de intensa oración y estudio.

El Decreto de aprobación Pontificia fue expedido el 15 de marzo de 1974, por la Sagrada Congregación de Religiosos. Esta fecha es muy significativa para la congregación después de la fundación, ya que en ella firmaba en Roma el Excmo. Cardenal Arturo Tabera, del Decreto de alabanza que tanto habían esperado las religiosas de la comunidad y por el que el Instituto dejaba de ser Diocesano y pasaba a ser Pontificio.

El Decreto de Derecho Pontificio lo recibió la Congregación siendo la Madre Emelina Gómez Salazar, Superiora General.


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CREDO
DE LAS SIERVAS DEL SANTÍSIMO  Y DE LA CARIDAD

Ceo en Dios Padre de amor,
En quien vivimos no movemos y existimos;
creo  que fuimos creados para amar y servir,
buscando su mayor gloria y alabanza;
creo que las Siervas somos
llamada a cumplir  su santa y adorable voluntad.
Creo en Jesucristo Pan de vida eterna,
Principio y fundamento de nuestra vida consagrada;
en él nos sentimos siempre y en todas partes
servidoras y adoradoras de este sacramento de amor.
Creo en que las Siervas somos llamadas
a ser mujeres enteramente Eucarísticas,
propagadoras de su devoción y culto,
creo que en este admirable sacramento
renovamos nuestra alianza con el Señor,
uniéndonos a Él por medio de los consejos evangélicos
inmolándonos  por la Salvación y
santificación de la humanidad
Creo en que Dios nos ha llamado
a ser Siervas de la Caridad,
que nos hace fecundas en nuestro servicio
a los más pobres y desamparados;
creo que respecto a Dios nuestro servicio es adorar
y respecto al prójimo nuestro servicio es darnos.
Creo que las Siervas somos llamadas
 a vivir el mandato del Amor,
con la certeza de que este no pasa nunca;
creo que somos destinadas por el Señor a ser santas,
viviendo en comunión con Cristo
y con nuestras hermanas,
porque los lazos del espíritu son más fuertes.

Creo que nos amamos en el corazón de Cristo Jesús.

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MARÍA JESÚS DAMA DE LA CARIDAD



   

MADRE MARÍA  JESÚS UPEGUI MORENO 



Nació en  el caserío de San Ciro de Aná ( hoy Robledo, Medellín), el 4 de enero de 1.837; dos horas después de su nacimiento, quedó huérfana de madre.
Sus Padres: Lucio Upegui y María Jesús Moreno.
 
Desde su infancia Dios la colmó de sencillez, humildad y exquisita caridad. Se distinguió por el amor a los más pobres y la adoración a la Santa Eucaristía, recorrió las calles rústicas de una ciudad que apenas nacía y que ante sus ojos era una aldea pequeña pero carente de caridad.
 
Mujer de fe inquebrantable, de total desprendimiento, su vida fue un evangelio que mostró a los más despreciados de la sociedad.
 
Ávida de evangelizar, le duelen las bandas de niños pobres a quienes acoge, enseña y prepara para el primer encuentro con Cristo-Eucaristía.
 
El 19 de marzo de 1.901 fundó la congregación de Adoración y Servicio, las "Siervas del Santísimo y  la Caridad" que mantienen vivo su espíritu en la Iglesia.
 
Hoy su congregación trabaja por la extensión del Reino de Dios en Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Chile, México. Brasil.  España e Italia.
 
La historia que generosa guardó sus huellas la describe como samaritana de la antigua villa de la candelaria que repartía el pan y el amor como el gran don recibido de Jesús sacramentado. 

El 7 de julio de 1.921 descansa en el Señor, de quien se saben tres cosas significativas: 
 
Pasó haciendo el bien.
 
Fundó la primera comunidad Antioqueña.

Murió en pobreza y silencio.

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Video Vocacional 

Siervas del Santísimo y de la Caridad






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REVERENDÍSIMA MADRE
FILOMENA DEL SAGRADO CORAZÓN
SEGUNDA SUPERIORA
 GENERAL DE LA COMUNIDAD

PRELIMINARES: Larga y colmada de bendiciones había sido la vida de nuestra amada Fundadora. Cuando esta alma grande se durmió en el Señor había cumplido al pie de la letra el programa que se había propuesto. A quienes debían sucederle en la dirección de su obra y gobernarla a través de los tiempos, dejó la tarea de marchar resueltamente por el camino que les había trazado, camino como el de Cristo, sembrado de espinas, bordeado de cruces, pero dirigido por este mismo hacia una meta sublime, divino!

Y qué bien cumplió esta tarea la Reverendísima Madre Filomena del Sagrado Corazón. A más de haber vivido y sufrido con la Madre María Jesús, de haber sido su confidente y estar imbuida   del mismo espíritu, se puede constatar que Dios la había suscitado especial para la época y vicisitudes de su tiempo, ya que la Comunidad en aquel entonces necesitaba una Superiora que mantuviera enérgicamente las posiciones adquiridas y supiera defenderlas, ya contra los ataques de los enemigos de fuera, ya contra el desaliento que podía fácilmente apoderarse de las almas que no ignoraban las pruebas que habrían de soportar.

NACIMIENTO E INFANCIA



Corramos con mano filial el velo del pasado. Transportémonos en espíritu a la población de Amalfi, rincón privilegiado de la cristiana tierra antioqueña. Cuán cierta es que nuestra vida, aunque se inicie en el fondo de un valle, poco a poco, dirigida por Dios, empieza la ascensión, hasta llegar a una cumbre más o menos elevada, según su divino querer y la correspondencia fiel a la gracia por parte nuestra.

 Por esto, encontramos un hogar sencillo, pero piadoso, de costumbres patriarcales, constituido por los esposos José María Giraldo y Filomena Vargas. El Señor los bendijo el 19 de enero de 1871, con el nacimiento de una niña en quien había puesto ya sus complacencias, pues tenía sobre ella sublimes designios.
En la pila bautismal, recibió el nombre de Teodosia y con éste, el germen de hermosas virtudes, que al desarrollarlas más tarde con fiel constancia, la harían engrosar las filas de aquella pléyade de almas destinadas a llevar a cabo en su vida grandes empresas, basadas en el sacrificio e inmolación cotidiana.

 Escasos en verdad son los datos que se poseen acerca de la niñez e infancia de Teodosia. Sabemos que sus padres infundieron en ella el amor de Dios y los pobres; una piedad acendrada, espíritu de fe y de sacrificio, las cuales demostró siempre en su vida de consagrada y en el delicado cargo que hubo de desempeñar por largos años.
 
LLAMAMIENTO DIVINO

 
"Cuando un alma siente infinitas, incontenibles ansias por llegar a ser toda de Dios, es indicio absolutamente seguro de que Dios ama a esa alma con particular predilección y amor.

Ya en edad madura, Teodosia resuelve atender ese dulce llamamiento del Maestro, que muchas veces ha oído, pero sea por su humildad que la hace verse indigna de la vocación religiosa, o bien,  por una justificada prudencia, que la hace pesar la gravedad del paso que va a dar, retarda la realización de su deseo, hasta la edad de 28 años, cuando decidida y plena de fervor,  se une a la madre María Jesús Upegui, que en aquel entonces proyectaba la fundación de nuestra Comunidad, cuyos fines serían:

1º. -Dedicarse al culto del Santísimo Sacramento, acompañándolo cuando fuera llevado a los enfermos;


2º.- Impedir la pérdida de las almas en el momento de presentarse ante el Tribunal de Dios, asistiéndolas              con sus oraciones y consejos y
 3º  Entregarse de lleno al alivio de los enfermos y necesitados, aún pidiendo limosna cuando lo exigiera el            cumplimiento de dicho fin.
A éstos se agregaba el intenso anhelo que consumía el alma de la Madre María Jesús, de trabajar por su propia santificación y la de aquellas que quisieran seguirla en tan laudable pero no poco difícil empresa.
En sus designios, el Señor ya tenía establecido, que Teodosia, cuyos ideales eran idénticos a los de la Madre Fundadora fuera para ésta el brazo derecho y casi desde el principio el timón de la Comunidad. Por ésto, cuando se inició por segunda vez la fundación, ya que el primer intento había sido frustrado por múltiples dificultades y una enfermedad gravísima de la Madre María Jesús. Teodosia fue admitida por ésta con muestras de benevolencia, ya que abrigaba grandes esperanzas sobre su persona, los que veremos que en ningún modo fueron frustrados.


El 19 de marzo de 1899, fue admitida para empezar al día siguiente los Ejercicios Espirituales, con los cuales principiaba la fundación, fruto de doce años de meditación y espera resignada a la divina voluntad, por parte de la Madre María Jesús. Dichos ejercicios fueron predicados por el Señor Presbítero Domingo A. Henao, en quien siempre encontró la Comunidad apoyo y consejo.


Al finalizar éstos, que fueron hechos por las Fundadoras con intenso fervor,  y providencialmente al iniciarse la cuaresma de este año, casualidad permitida por Dios para que comprendieran que esa época se prolongaría para ellas, fue bendecida la Casa y consagradas la Madre María Jesús y la futura Madre Filomena.


Concluyó esta sencilla ceremonia  con una hermosa plática del Rvdo. Padre Henao, en la que exhortó a las Hermanas a vivir de acuerdo con el ideal que se habían propuesto: pasar por la tierra como su Divino Modelo, haciendo sólo el bien, de manera especial a los pobres y almas descarriadas.


PRIMERAS PRUEBAS


Empezó Teodosia su vida de apostolado con abnegación sin límites, aceptando con resignación la estrechez y pobreza que se anunciaban como una de las mayores pruebas conque Jesús quería formar para el futuro la escogida.

La guerra civil que estalló el 25 de noviembre  del mismo año (1899), con sus innumerables calamidades, dio ocasión a esta alma anhelante de inmolarse por Cristo, para continuar su apostolado en circunstancias más difíciles, ya que debió separarse de sus Hermanas, que ya formaban un solo corazón en Cristo.

Con las horas de trabajo, cerca de los enfermos, entrelaza las de oración; una atmósfera de piedad y recogimiento impregna hasta sus más sencillas acciones y renueva constantemente el sentimiento íntimo de la presencia divina, no sabiendo decir quienes la observaban, si su oración trabaja o su trabajo ora...


Estos detalles de su vida, nos envuelven en una íntima conmoción de respeto, de amor y de gozo, al considerar los orígenes santos de nuestra amada Comunidad.

LUZ  ENTRE  LAS  SOMBRAS

 Su  constancia no quedó vencida, ni menos aún, la esperanza de ver un día cristalizado el ideal que la impulsaba a inmolarse sin reparo. Dios Nuestro Señor permite que después de la "tempestad vuelva un poco la calma" y que la vida de su futura Esposa se desarrolle en un lienzo de luces y de sombras, según su Divina Voluntad. Por esto la encontramos radiante de felicidad el 15 de mayo de 1901, alistada nuevamente en las filas, con más valor y energía para continuar en la lucha por la consecución de algo grande, bajo el lema que antaño ostentaban los Cruzados: "DIOS LO QUIERE".

 Se somete a cumplir el Reglamento aprobado en 1902 no omitiendo ni el más mínimo detalle. Sabe muy bien que la disciplina regular es la mejor forja para su alma, que considera entonces como un pedazo de mármol en manos del Artista Divino...

Ya ha confirmado con sus actos el temple de su carácter recto, su amor a los pobres y a la Divina Eucaristía. Va a obtener una nueva gracia,  ya que Dios "no se deja vencer en generosidad", y le es concedida con siete compañeras más, que no han cejado tampoco en sus nobles intentos.

El punto céntrico de la Comunidad, la base de su progreso moral, la causa de su existencia, el el Santísimo Sacramento, a Quien anhelan ver conocido y amado por todo el  mundo. Por esto inician el 28 de junio de 1903 su vida religiosa públicamente, , con la celebración del Santo Sacrificio de la Misa en la Iglesia de la Veracuz, oficiada por el Ilustrísimo Sr. Pardo Vergara. El distintivo de la Sierva del santísimo no será grabado sólo en su corazón. El mundo debe conocerla entre todas las Hijas de la Iglesia y por esto les es impuesto el escudo que lleva esculpida la Custodia, pregonando sin palabras el amor a la Divina Eucaristía, que anima ya la naciente Comunidad.

 El alma de la que más tarde sería la Madre Filomena, se unió más y más en este día a su Jesús. Las palabras alentadoras del Rvdo. Padre Luis Javier Muñoz, a quien correspondió predicar en esta sencilla pero conmovedora ceremonia, se grabaron con más fuerza en ella,  acrecentando así su espíritu de abnegación y apostolado, ya que desde esa fecha la vemos entregada por completo al cuidado de los enfermos,  de los moribundos y de todos aquellos seres que llevan escupido en sí el sello del dolor material o espiritual.

 APOSTOLADO: Si en hacer el bien a los pobres, enfermos y moribundos encontraba Teodosia Giraldo una de las mayores alegrías, no era menor la que gustaba en el apostolado con las jóvenes extraviadas. En esta obra sobresalió por la dulzura y convicción de sus palabras, meditadas antes cerca de Jesús y fecundadas con grandes sacrificios, las que luego caían como benéfico rocío sobre esas almas calcinadas por el fuego de las pasiones.

 Por ese entonces abrió la Comunidad, por insinuación suya, aunque con una estrechez y pobreza, una casa para Ejercicios. Era el alma de ella y pedía continuamente limosnas para subvenir a los gastos que ésta requería. Los Ejercicios se daban allí con frecuencia, consiguiendo numerosas conversiones.

No podía ser de otra manera, ya que la Madre Filomena y sus Hermanas, no omitían ayunos,  penitencias y toda suerte de renunciamientos, para alcanzar copiosos frutos.

 La buena Madre Filomena, sabía que para llegar a la santidad, no era necesario distinguirse por heroicos holocaustos, por magníficas inmolaciones, por sublimes y deslumbrantes sacrificios; no,  comprendía que lo único necesario es hacerlo todo con buena intención. De ahí que en sus obras de apostolado tan sencillas y modestas, prodigaba, aquí una palabra de amabilidad, de consuelo; tanía para esta Hermana una condescendencia,  una pequeña tolerancia; se ejercitaba luego en actos de paciencia, en vencimiento de sus gustos, cosas al parecer insignificantes, pero santificadas por la pura y recta intención, trocadas por lo tanto en joyas para el cielo.

NUEVAS ESPERANZAS.

 Hasta el día 26 de diciembre de 1903, habían trabajado las fundadoras, a su cabeza ya la Madre Filomena, que se había unificado desde su ingreso en un mismo querer y pensamiento con la Madre María Jesús, muy enferma y anciana; con el único distintivo del escudo antes mencionado. Ya en la presente fecha fue concedido vestir  una especie de uniforme modesto y adecuado a  su apostolado, avivando así sus esperanzas de llegar un día a erigirse en Congregación Religiosa, para servir más de lleno a Cristo y su Iglesia.

Las obras de Dios se realizan paso a paso, por una ruta carente la mayoría de las veces de luces y de flores, colmada sí, de abrojos y de sombras. Y no puede ser de otra manera, ya que la obra por excelencia, nuestra Redención, fue llevada a cabo regando gota a gota la sangre Divina, camino del Calvario...

Surge una nueva pausa en la ascensión a la cumbre!...La Madre Filomena hubo de esperar aún dos años para obtener la vestición del Santo Hábito. Este fue logrado a fuerza de humildad y de heroica paciencia, el 25 de mazo de de 1905.

¡Qué luminosa y radiante amaneció la mañana de este día! El Señor concede a su fiel Sierva un paréntesis en su camino al Calvario, semejante al del Tabor que Él había permitido en su vida para cobrar nuevos ánimos y seguir adelante con la cruz. ..Asó la vemos plena de felicidad y regocijo espiritual,  pura como el lirio,  ardiendo de amor cual lámpara votiva, recibir el Hábito tan anhelado, con 11 compañeras más. Ya da con ésto un paso más hacia Dios y se aleja por tanto de este mundo que repele con sus vanidades y falsías.

 La ceremonia fue presidida por el Ilustrísimo Vicario Capitular, Víctor Escobar Lalinde, quien impone además nuevos nombres a las que de ahora en adelante se consideran como Novicias, para desatarlas más aún de la tierra.

El nombre de Teodosia Giraldo cede el paso al de: HERMANA FILOMENA DEL SAGRADO CORAZÓN, que encarna dos amores legítimos y santos: el de su madre, a quien debe la formación religiosa que posee y el de Aquél que ha dejado  en su alma una ardiente aspiración a la santidad, por quien ahora se sacrifica sin mengua ni restricción.

NUEVAMENTE LA CRUZ SE YERGUE EN SU CAMINO

 
A partir de esta fecha,  surgen nuevas dificultades, incomprensiones y obstáculos que amenazan la piadosa empresa. Pero ella recuerda que "en el combate de la vida, todos tenemos que tomar parte y que la llanura ha tenido que soportar los rayos del sol, que mañana dorará las espigas". Por eso sufrirá con resignación las penas que la preparan a los esplendores radiantes de la eternidad.

 Y precisamente en esta época dolorosa,  ya se perfila en la Hermana Filomena la silueta de la Superiora prudente, adaptada al medio ambiente, tenaz en sus empresas, que encauza a la mayor gloria de Dios, mediante el despojo interior, desapego de todo y sacrificio silencioso en aras del amor.

Una atmósfera de piedad y recogimiento impregna hasta sus más pequeñas acciones: su juicio recto, su espíritu de responsabilidad y energía de carácter, imprimen en su persona un sello de innegable superioridad, presentándola al lado de la Madre María Jesús, como una Hija obediente y buena, pero también como la consejera acertada, la hermana espiritual, animada por idéntico ideal e intérprete fiel de sus anhelos para el futuro.
PRELUDIO DE SU SUPERIORATO:

La enfermedad, lo avanzado de su edad,  las numerosas y continuas pruebas por las que había pasado la Madre María Jesús Upegui, nuestra cara Fundadora,  tenían ya por el año 1907 minada su salud. Esa existencia tan preciosa para Dios, conocedor de su verdadero valor y grandeza espiritual y para sus Hijas se extinguía lentamente colmándolas de angustia y dolor. Ella misma,  juzgó prudente dejar en manos de la Hermana Filomena su cargo de Superiora General, con anuencia del Consejo de la naciente Comunidad, integrado por los  Señores Presbíteros: Víctor Escobar, Vicario General, Domingo Antonio Henao, Párroco de la Veracruz y Ricardo Pastor Correal Párroco de San José, eximios Sacerdotes a quienes recuerda la Comunidad con sincera gratitud.

 Las Hermanas que constituían en aquel entonces la Comunidad, no tuvieron el menor inconveniente en reconocer por Superiora a esta Madre bondadosa, que había sido para ella un modelo de caridad y la más apta para llevar tan pesada cruz, que en esos momentos les deparaba la Divina Providencia.

 Debido al decreto de Su Santidad Pío X,  por el cual prohibía en esa época a los Señores Obispos erigir Congregaciones, fue suspendido el ingreso de nuevas Postulantes, afrontando la suma pobreza y demás dificultades, el pequeño número de Hermanas, que había vestido el Santo Hábito en 1905. Sin embargo, la madre Filomena, siempre de acuerdo con la Madre María Jesús que vivía aún, soportando los dolores de una penosa enfermedad, gastada en el servicio de Dios, continuaba con el mismo celo su apostolado cerca de los pobres, y de todos los que la necesitaran, animando con el ejemplo a sus Hermanas.

 Transcurría el año 1913 y a pesar del buen espíritu que se constataba en la Comunidad como lo afirman estas líneas que encontramos en una carta del Rvdo. P. Fray Enrique Pérez, Vicario General de Agustinos Recoletos: "Las que hoy se titulan Siervas del Santísimo, han continuado muy bien y trabajan con laudable celo", a pesar de esta afirmación de labios autorizados, el cáliz parecía llenarse hasta las heces.

Ya en noviembre del mismo año pensó el Ilustrísimo Señor Manuel José Cayzedo, refundir en la Comunidad de Siervas de María, el pequeño grupo de las Siervas del Santísimo.

 Firme en la prueba, pronunciando con María el Fiat doloroso que le pedía la obediencia, la Madre Filomena oraba y esperaba, no sin profundo dolor al ver que la Madre María Jesús en los umbrales de la eternidad, contemplaría derribarse el edificio que tantos sacrificios le había costado, y cuyas bases al menos ya creía.

En esta ocasión mostró una vez más el espíritu de fe que guiaba sus actos. Con frecuencia se dirigía al Vicario de Cristo, para solicitar hasta el más insignificante permiso. Así obtenía con gran alegría de su parte, la gracia de tener el Santísimo uno o dos días en la Casa que habitaban, y conservarlo expuesto medio día, recibiendo luego su bendición. Estos eran para la Madre Filomena los días más felices de su vida. Cerca de Jesús se sentía fuerte, maduraba sus proyectos, colmaba sus angustias y y renovaba  su total entrega y sumisión a la Divina Voluntad, que aún no se manifestaba clara.

Su humildad también se reveló una vez más en noviembre de 1914, cuando recibió la orden de pedir limosna para el viaje de las Siervas de María, Congregación que pensaba el Ilustrísimo Señor Cayzedo  traer de España, para unirla, como ya se dijo, a las Siervas del Santísimo. Ella obedeció en silencio, respetando las decisiones de su Superior, a quien rendía profunda veneración.

 En los años siguientes, encontramos como pruebas de su virtud sólida y convencimiento que Dios de que Dios la quería trabajando según el espíritu de la Madre Fundadora, numerosas cartas dirigidas al Señor Arzobispo, solicitándole el permiso de mantener la Divina Eucaristía en la Casa,  aunque fuera por determinado tiempo. El Ilmo. Señor siempre paternal y bondadoso le concedía gustoso estos permisos, pero por un tiempo tan corto, que la Madre sufría intensamente,  ya que cada separación del Celestial Esposo se llevaba un girón de su alma.

Consiguió además la gracia de que en su casa se celebrara la Santa Misa dos meses al mes y fuera confesada con sus hermanas allí mismo. También el Señor dulcifica los días de tribulación que se suceden sin tregua,  inspirando al Sr. Arzobispo le conceda además el permiso para hacer los Ejercicios Espirituales en compañía de sus Hermanas, terminándolos con la bendición solemne.

 En esta pausas de especial recogimiento, hacían, tanto la Madre como sus hijas, acopio de fortaleza para continuar en la lucha por la consecución, al menos de la reapertura del Noviciado, ya que las solicitudes para atender enfermos eran numerosas y el reducido grupo de Hermanas, no alcanzaba a dar cumplimiento con sus compromisos.

Sin embargo, ¡los caminos  de Dios no son los nuestros". Él quería seguir ofreciendo el cáliz de la amargura a su predilecta y así parece sordo a sus ruegos, permitiendo que los Superiores Eclesiásticos continúen en silencio; ese silencio doloroso que también Nuestra Señora tuvo que soportar en su total sometimiento al querer divino.

 Bien podía decir la Madre Filomena con Musset: "El hombre es un discípulo, el dolor su maestro.. Sin dolor, nadie tuvo de sí conocimiento. Es forzoso en la vida el bautismo  cruento del dolor, pues la dicha sólo viene a ese precio. Si ha de dar fruto el campo, necesita de riego...".

A la espera sigue una humilde insistencia, hasta que recibe el 11 de julio de 1917, el permiso de albergar en la Casa, la Divina Eucaristía, El fervor conque se prepara para el día 20 del mismo mes, no se puede expresar con palabras, ya que las intimidades de las almas, sólo las conoce Dios...

Este Dios escondido, anonadado en una Hostia, , ha venido a morar con ella.  Es en adelante su Tesoro, aviva esperanzas,  impulsa su actividad, y la escucha, cuando regresa cansada a sus pies después de un día pasado en el trabajo y la prueba. De allí siempre se levanta en paz, esa paz que sólo Él sabe dar y en ella sumerge su alma, dispuesta a seguir en la brecha hasta que Él quiera,


ENTREGA TOTAL

 
El año 1919 comienza presagiando mayores triunfos espirituales, únicos anhelados por la Madre Filomena.

El grano de trigo ha muerto, está produciendo su fruto y es preciso que éste cobre mayor vitalidad. Lo sabe el Señor y lo quiere. Por tanto, , como es su beneplácito, consiente en que el Señor Arzobispo, su instrumento en el dolor y en la alegría,  dé permiso para emitir los Santos Votos de  Pobreza, castidad y Obediencia, que la hacer una verdadera consagrada y la presentan al Eterno Padre como otra victima que se inmola por los miembros del Cuerpo Místico.

 Esta gracia colocó ya su alma en la cima de una realidad palpable y viva, desde donde miró el pasado para ofrecerse como continua reparación por Él, ya que así se lo pedía su humildad sincera; contempló el presente, para vivirlo a la luz de Dios y fijó la vista en un porvenir pleno de esperanza, cimentada en la roca firmísima de una cruda y dolorosa experiencia. Este hecho ennobleció más su vida, exaltó su ideal, le comunicó vigor y dejó su alma sumida en las más íntimas y amorosas contemplaciones, cuya resonancia tenía vibraciones de eternidad.

DOLOROSA PARTIDA



El 7 de julio de 1921, la juzgó el Señor capaz de un nuevo sacrificio: La muerte de la Reverendísima Madre María Jesús, anegó su alma en un mar de dolor, que parecía sumergirla, ya que si a la verdad, hasta ahora,  durante 14 años había llevado la dirección del Instituto, lo había hecho apoyada en la que era vida y alma de éste, en su Madre, y obedeciendo al pie de la letra sus indicaciones, no dejando sin realizar ninguno de sus proyectos.

 Al pie del Sagrario pasa largas horas, pidiendo luz, resignación y consuelo...Allí aprende que: "Estos muertos que lloramos con incesantes lamentos, no están muertos si no ausentes"...ausentes en el cielo..."Esta realidad la conforta, ya que parece sentir desde ese día la palpable intervención de su buena Madre en todos sus actos. Ella, sin duda, allá en la Gloria, ha pasado a ser una poderosa intercesora por la Comunidad que engendró en el dolor.Las Hermanas le reiteran una vez más su obediencia y unidas por los vínculos del amor en Cristo, continúan trabajando bajo su acertada dirección por el desarrollo de su Comunidad.

 Pide consejo al Ilustrísimo Señor Arzobispo, a los sacerdotes interesados en la Institución y continúa el camino emprendido, tomando por norte y guía la obediencia, y ya sabemos que dicha virtud "hace milagros".
Prueba de esta verdad, es que por varios años, a pesar de la suma pobreza en que vivía, sostuvo cuatro Seminaristas que alcanzaron luego la cumbre del Sacerdocio, privándose tanto ella como sus hijas, muchas veces del alimento indispensable.

Esta caridad, podemos decir, heroica, dada las circunstancias en que la efectuaba,  la premió más tarde el Sumo y Eterno Sacerdote, fiel a sus palabras: "Todo aquel que diere un vaso de agua en mi nombre , no quedará sin recompensa".


En este mismo año 1921, obtiene licencia para recibir tres postulantes. En el horizonte surge un rayo de esperanza...¡pero, es sólo  una ráfaga que pasa fugaz y vuelve a esconderse entre las sombras...! Siguen 11 años de aparente inactividad, ya que no se le permite recibir más vocaciones. Sin embargo en este lapso de tiempo no interrumpió sus obras de apostolado. Antes bien, se dedicó con más ahínco a trabajar en ellas, no dudando un momento de la Divina Providencia, como lo confirma el siguiente párrafo de una carta dirigida por el Señor Presbítero Rafael Duque al Rvdo. Padre Uribe, residente por entonces en Roma. Dice asía:
"Lo que admira es que tantos años y con toda la adversidad encima. no hayan acabado con la obra" Si esto no es heroísmo en la esperanza, , declaro que ignoro en qué consista el heroísmo de una virtud, pues hay aspirantes a Novicias que llevan años de vivir en la Comunidad, con esperanzas de hacer Noviciado. Y si esto no indica la mano conservadora de Dios, declaro que no conozco acción más providencial para detener la destrucción  de una obra condenada a la ruina  por los cálculos humanos más prudentes, pues ha llevado la obra en sí el germen de la destrucción, pues imposibilitada para abrir Noviciado, claro es que no hay Comunidad que pueda subsistir, ni durar el tiempo que cuenta la de las Siervas viviendo de esperanzas marchitas. Dios no alienta lo que no ha de tener vida y vida larga".

 
Por esta carta transcrita textualmente en algunos de sus párrafos, se puede apreciar el espíritu que animaba a la Madre Filomena y a sus compañeras, quienes continuaban día tras día en su vida abnegada, y confiando totalmente en Dios, que no se haría sordo a sus súplicas.

 
Así lo comprueba el permiso concedido por fin en septiembre 30 de 1932, para "recibir personas probadas,  que dieran esperanzas de santificación, según los fines de esa santa Institución". Estas líneas son tomadas de una carta enviada a la Madre Filomena por el Reverendo Padre Enrique Uribe, Canónigo, Secretario del Arzobispado.
OCASO DE SU VIDA

 
El corazón de la Madre Filomena, rebosaba de santa alegría con la obtención de este permiso, que venía a desvanecer sus temores y confirmar la bendición de Dios sobre el Instituto. El 18 de julio de 1933, contempló una nueva Toma de Hábito, que sería para ella la última, ya que su vida, después de haberse consumido totalmente en aras del amor a Cristo, a los pobres y a la obediencia, empezó a extinguirse poco a poco.

 Desde esa fecha, parece que Jesús quiso pedirle la consumación plena de su donación total, el cáliz del dolor rebosado tronchando su meritísima vida, sin tener antes la dicha también ansiada de ver la Congregación ostentando el Decretum Laudis por cuya obtención trabajó con el celo y tesón que había luchado tantos años por la reapertura  del Noviciado.

Y empezó la lamparita a apagarse junto al Sagrario nuevo, porque pronto habría de brillar en el Templo de los cielos.

En sus últimos días su ejemplo continuaba persuadiendo a las Hermanas que sufrían con ella, a que se levantara más y más a un alto nivel sobrenatural, para que pudieran comunicar a las almas el amor Divino.

En una vida así orientada no podía haber deserciones ni estancamientos; cada día daba una nueva lección y mayor luz, para alcanzar la sublime vocación a la que habían sido llamadas: la santidad.

 
Entonces parecía decir con la paz y tranquilidad que se reflejaba en su semblante: ¿"Qué más pude yo hacer por nuestra obra, trabajando no más que para Dios? Ahora, ya está muy cerca mi martirio, moriré destrozada como el lirio, que al cardo que le hirió primero aroma".

 
Mas, las penas y amargura del Maestro, son el néctar divino con que se salvan las almas y solamente hay redención, cuando aflora en nuestro cuerpo material o en el espíritu, la sangre redentora.

 
Por esto, ya en su lecho de muerte, debió saborear una nueva amargura, como fue la de oír la extraña propuesta referente a pasar la Comunidad al Hospital San Juan de Dios y ceder el local que habitaban, conseguido a costa de tatas privaciones y sacrificios para fundar allí una Comunidad de "Veladoras".

 
En tan doloroso trance,  además de confiarse al Divino corazón, acudió, con la sencillez y humildad que la caracterizaban, a pedir consejo y a exponer sus temores al Reverendo Padre Rafael Duque, fiel y sincero amigo, en quien la Comunidad encontró siempre desinteresada ayuda.

 
Este Sacerdote, que además de ser Capellán, conocía la virtud de la madre probada en tantas vicisitudes y el valor moral de sus hijas, se opuso rotundamente a ello, como lo confirman extractos de una carta suya dirigida al Señor Presbítero Domingo A. Henao, que en ese entonces era otra de las columnas que sostenían la naciente Comunidad, y que nos parece deben darse a conocer, no por vana presunción, mas sí como una merecida honra a la memoria de esta santa Madre y demás Cofundadoras.

 
Después de los saludos reglamentarios, la carta empieza así: "Motiva esta carta, la Comunidad de Siervas del Santísimo Sacramento, que tanto debe al celo del único sobreviviente de sus Fundadores, y por la cual me he interesado desde que ocupé la Alcaldía de Medellín, porque apenas entonces vine a comprender todo el bien que había hecho y el mayor que estaba llamada a hacer.

 
"Pruebas demasiadas ha sufrido la Comunidad y puedo afirmar que en la actualidad  y en la historia de las Comunidades Religiosas, no conozco un caso semejante al de las Siervas del Santísimo. Soportar más de 27 años la dura condición de ver cerrado el Noviciado; ver a la muerte diezmando las filas y sin esperanzas de cubrir los claros que se abrían, y no obstante, no sólo perseverar los sobrevivientes, sino desplegar nuevas energías para dar mayor radio de acción a la Obra, con la Casa de la Misericordia y la Casa de Ejercicios a fuerza de trabajos y privaciones, hasta de hambre casi, me ha parecido y me parece que son manifestaciones bien elocuentes y palmarias de que la obra es de Dios y Dios quiere la prosperidad de tan benemérita Institución. No sólo no ha apagado el Señor "la mecha que aún humea", ni quebrado la caña frágil del desierto", sino que cuando menos se esperaba, de nuevo abrió las puertas  del Noviciado, que a tanto equivale, como abrir a la Comunidad, las antes cerradas puertas a su prosperidad"

Y continúa: "Cambiada en forma tan substancial la naturaleza de las cosas, por qué pensar en la refundición de las Siervas del Smo. en otra que equivale tanto como a matar aquella Institución".

"No alcanzo a explicarme yo, qué móviles rectamente enderezados a  la mayor gloria de Dios, puedan inducir a querer y procurar la desaparición  de las Siervas, para que a costa de los bienes conseguidos por ellas y no de cualquier manera, sino con sudores, privaciones y sacrificios, como le consta a S.R. mejor que a nadie, porque ha sido su Padre único durante largos años, vengan otras Comunidades a establecerse en Medellín. Y digo: A costa de los bienes conseguidos por la Comunidad de las Siervas, porque ya desde antes, de su gravedad, me había referido la Madre Filomena, la proposición que se le hizo de pasar la Comunidad al Hospital de S. Juan de Dios y ceder el local de las Siervas para fundar una Comunidad de "Veladoras"


 

"Y la Madre Filomena ya al tiempo de morir, me arrancó la promesa de que unido a S. R. a quien confiaba, como a Padre que ha sido de la Comunidad, a las Siervas del Santísimo, trabajaría yo bajo la dirección de S. R. para defenderles los bienes que a costa de tantos esfuerzos y sacrificios ha logrado adquirir y de ayudar con todas mis fuerzas por la prosperidad de la Comunidad,  en lo cual tiene ella la más firme esperanza, pero preveía los peligros de nuevos intentos semejantes al que ella hubo de parar y de allí que me arrancara aquella promesa formal.


"Sólo me resta manifestarle que estoy a sus órdenes en un todo para todo lo que pueda interesar a la Comunidad de ls Siervas, la Comunidad de mis predilecciones desde cuando era yo un simple laico. La humildad y la abnegación que hube de admirar como Alcalde, trocaron mis antipatías hacia la Comunidad, en respeto y cariño religioso, en interés y solicitud por ella".

 
"En los párrafos que acabamos de citar, comprobamos, cómo esta fue la última prueba que hubo de sufrir la Madre Filomena, como lo dijimos antes, ya en su lecho de muerte.

 
ÚLTIMOS  CONSEJOS A SUS HIJAS
SANTA MUERTE

 
Y ya sólo faltaba a la buena Madre un breve lapso de tiempo,  una parte de su misión por cumplir,  y era la de edificar más y más su Comunidad, que la rodeaba los últimos días plenas de filial cariño,  con el ejemplo heroico del silencio en la aceptación completa de la Divina Voluntad.

 
Entonces ¡sí que vivió su Misa; que elocuentemente predicaba sin palabras, que su cuerpo era la Hostia que ofrecía al Padre desde el altar de su lecho de muerte!

Ni una queja, ni una palabra de reproche, siempre agradecida para con sus hijas, que procuraban darle algún alivio; por eso mereció que su muerte tuviera la tranquilidad del sueño dulcísimo.


Un poco antes de estrechar su unión eterna con el Esposo Inmaculado, legó su testamento espiritual a la Comunidad, por medio del Rvdo. Padre Capellán Rafael Duque, quien la asistía en el supremo trance, y después del cual lo dio a conocer en carta enviada a la Reverendísima Madre Ana Julia, su digna Sucesora, la cual transcribimos a continuación:

 
"Un consuelo grandísimo para mí, en la pena de la muerte de la inolvidable Madre Filomena, es ver la elección de la tercera Superiora por unanimidad. Cómo pueden las Siervas del Santísimo Sacramento exclamar con el Salmista: Oh ! Que bueno es y cuán dulce habitar como hermanas en la Casa del Señor".

 
...Y cuánto me gozo yo en ver tan bello espíritu de fraternidad. Y qué bien  supieron responder  a los anhelos de la llorada Madre Filomena.  Recomiéndeles, me decía, la unión de todas en el Santísimo Corazón. Que miren cuanto ha hecho esta pobre Comunidad en manos de una ignorante como yo, a pesar de ser tan desconocida y mal comprendida en sus obras la Casa de las Siervas del Santísimo; porque nunca ha buscado el falso brillo que persiguen las gentes del mundo.

 
"Y si yo, pude hacer todo lo que hice,  mucho más podrán hacer ellas después de que muera,  si procuran vivir en santa unión, porque la unión aligera la carga del Superior, mantiene la alegría del espíritu y las obras marchan bajo la bendición de Dios. Que no piensen más que en trabajar por la gloria de Dios, que se aparten del espíritu de humildad profunda, que es el sello y distintivo de la Casa. Que se preocupen por la salvación de las almas y trabajen en esto sin descanso, sin preocuparse por el dinero (me lo recalcó muchísimo). Que aprendan  que la ciega confianza en Dios es lo único que se necesita para trabajar por las almas. Y si no, Padre, dígame Ud. que fue testigo de todas mis empresas, mi ayuda y consejero, ¿qué habría podido hacer yo para establecer la Casa de la Misericordia y la Casa de Ejercicios de Campo Valdés, sin un medio? Dígales que ellas pueden hacer muchísimo más que yo, porque ya pueden recibir Novicias, y que no sufran con mi muerte, porque estoy segura que con ella la Casa prosperará, pues yo he sido el obstáculo para ello.  (Qué rasgo de humildad tan hermosos en labios de una Madre moribunda, incapaces de mentir en esa hora, y cómo me conmovió)

 
"Dígales que me perdonen y que siempre las amé con todo mi corazón, que me dolían como Hijas y que no saben la tristeza que siento al tenerme que separar de ellas, porque, Padre, ¡para ellas y por ellas después de Dios, he vivido, he luchado y he sufrido tanto! Que no me abandonen la Casa de la Misericordia, que son también mis hijas esas pobres muchachitas y me han costado muchos desvelos y contradicciones y que impulsen la Cada de Ejercicios que ya le falta poco. Padre,  ruégueles que no pierdan el espíritu de la Comunidad, el que le dieron sus Fundadores, y así cuando el personal de las Siervas sea suficiente, ante todo vuelvan a la misión de asistir a los pobres enfermos en sus tugurios.

En otra parte de estamisma carta, agrega el Padre Duque: "De esa alma heroicamente sacrificada sobre la dura cruz del cargo de Superiora, recibí lecciones que jamás olvidaré. No hay que confundir las perplejidades de su humildad, con la cobardía de espíritu que jamás la dominó".
Y continúa la Madre: "Padre: Dígales a las Siervas que mi último ruego es que a la Superiora que elijan, la ayuden como me ayudaron a mí, que la amen como me amaron a mí, y que muero agradecida y con el pesar de no haber sabido corresponderles; que tengan fe en Dios, que que bendecirá la Casa con muchas vocaciones, porque yo se lo voy a pedir con toda mi alma. Les suplico no se salga ninguna, porque perderán la gloria de los trabajos y que en el cielo las espero. Padre, al Padre Henao y a Ud.  confío mis pobres  Hijas en el Señor: No me las abandonen, ayúdenmelas, que me fueron tan buenas y yo ya nada puedo hacer por ellas..."

Hermosas, profundas y conmovedoras, estas sus últimas palabras, que pusieron de relieve una vez más sus virtudes y amor a la naciente Congregación.

Había llegado la hora suprema, aquella que había sido trazada abeterno en los planes divinos, y por esto la vieron sus hijas partir silenciosa y humilde como había vivido y con su lámpara bien provista del aceite de la divina caridad, hacia la patria de la eterna luz.


La Comunidad la lloró, es verdad, porque la amaba entrañablemente, pero a la vez se alegró de tener tan eficaz intercesora ante el Señor,  no dudando que desde la  Celestial Sión, obtiene bendiciones incesantes sobre todas sus hijas, quienes diariamente  le pedimos la gracia de su paz, de su espíritu, de fe y de total entrega a la voluntad de Dios.
ASPIRACIONES
                             

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